Asesinato en Sabiñánigo

Piden 25 años de cárcel para el acusado de matar a una anciana

El hombre acusado del asesinato de una anciana en Sabiñánigo ha asegurado ante el tribunal que no tenía intención de causar daño a la víctima.

El hombre acusado del asesinato de una anciana en la población de Sabiñánigo ha asegurado ante el tribunal de la Audiencia de Huesca que le juzga que no tenía intención de causar daño a la víctima pero que se vio "impulsado" a cogerle del cuello y apretar con fuerza al oirle hablar de dinero.


En la primera jornada del juicio que se celebra en el tribunal oscense por el crimen, ocurrido la tarde del 1 de agosto de 2010, el procesado, Carlos M.L., que se enfrenta a una petición fiscal de penas que suman 25 años de cárcel, ha manifestado que la anciana le invitó previamente a subir a su casa para darle comida.


Ha comentado que la mujer, María Teresa Lardiés, que tenía 74 años de edad, solía prestarle ayuda desde que habían desalojado a su familia del piso que ocupaban en el mismo bloque de viviendas de la víctima.


Según ha explicado, la mujer se cambió de ropa y le ofreció un poco de fruta antes de decirle al acusado, de 38 años, que vivía en una cuadra próxima a Sabiñánigo con su hermano, que le iba a dar un poco de dinero, de 15 a 20 euros.


El procesado, que ha asegurado encontrarse con el "mono" debido al consumo de cocaína realizado unos días antes, ha explicado que "no estaba pensando en hacerle daño, pero cuando me dijo que me iba a dar dinero fue cuando le puse la mano en el cuello".


Posteriormente, cogió alrededor de 120 euros que, según ha afirmado, guardaba en una cómoda ubicada en el comedor, pero ha negado haber registrado el resto de la casa a pesar de saber que había joyas de valor.


En su declaración, el acusado, que tomó en la mano el cuchillo empleado para pelar la fruta para asustar a su víctima, ha afirmado que la mujer, antes de desmayarse, le preguntó que qué hacía, y que él se limitó a responder "lo siento".


Tras asegurar no ser consciente del tiempo durante el que mantuvo apretado el cuello de la anciana, ha relatado que la oyó respirar con dificultad y que decidió arrastrarla de los pies hasta una habitación próxima y abrir la ventana para que "respirara" aire fresco.


Cinco horas más tarde, a primeras horas de la madrugada del día siguiente y después de deambular por la casa, ver la televisión y comer algo, el presunto homicida abandonó la casa asegurándose de no ser visto por los vecinos y tomó el primer autobús de la mañana con destino a Zaragoza.


Ha añadido que unos días más tarde, antes de ser detenido, cogió un periódico en la calle y se enteró de la muerte de la anciana, algo que, según ha afirmado, le hizo pensar en el suicidio porque la víctima "era una persona buena que se había portado muy bien conmigo".


Su testimonio ha sido cuestionado por la fiscalía y la acusación particular, que en sus respectivos interrogatorios han inquirido a la víctima por las razones por las que la bolsa de comida ofrecida por la anciana se encontraba en el cuarto de luces del bloque.


Las preguntas de los acusadores han ido dirigidas a plantear la posibilidad de que fuera el acusado quien tocara en el timbre de la mujer y que no hubiera sido ésta la que le hubiera invitado a subir.


La posibilidad de que la mujer hubiera invitado al procesado y que se hubiera cambiado de ropa antes de ofrecerle comida ha sido cuestionada por los familiares de la víctima y por un vecino de escalera, todos los cuales han coincidido en describir el carácter prudente y temeroso de la anciana.


Los familiares de la anciana han negado, además, que la mujer guardara su dinero en la cómoda del comedor, ya que solía ocultarlo en el interior del armario ropero de su comedor.


El cadáver de la mujer fue encontrado semioculto bajo la cama de una de las habitaciones de la vivienda, con una toalla en torno al cuello y una tela bajo su barbilla, algo que el acusado ha asegurado haber hecho con "fines terapéuticos" para aliviar la inflamación de la lesión causada.


Este testimonio ha sido contradicho en el juicio por la médico que confirmó la muerte de la víctima al asegurar que la toalla estaba alrededor del cuello y que la tela le cubría la nariz y la boca.


El fiscal y la acusación particular tipifican los hechos como un delito de robo con violencia e intimidación y otro de asesinato, y piden para el acusado condenas de 5 y de 20 años de prisión, respectivamente, así como el pago de una indemnización de 27.000 euros al hermano de la fallecida.


Por su parte, el letrado de la defensa, José Luis Vivas, califica los hechos como un delito de homicidio por imprudencia, al admitir la autoría de lo ocurrido pero no la intencionalidad imputada por las acusaciones.