A LA ESPERA DEL JUICIO

"Queremos saber qué pasó en Harinas Porta, lo que se ha dicho no nos parece normal"

La mujer y el hijo de Mohamed Ould Sidi Ali, el único fallecido que no era trabajador, esperan que el juicio aclare las causas de la explosión de abril de 2005.

Abderramán y Ishaba, con una placa en recuerdo de Mohamed que hizo un amigo ecuatoriano
"Queremos saber qué pasó en Harinas Porta, lo que se ha dicho no nos parece normal"
RAFAEL GOBANTES

Ishaba y su hijo Abderramán son dos de los más de 50 testigos citados al juicio que hoy se inicia en Huesca por la explosión ocurrida en Harinas Porta el 14 de abril de 2005. Ishaba perdió a su marido, Mohamed Ould Sidi Ali, en el accidente. Saharaui de 45 años, era el único fallecido que no trabajaba en la fábrica; esa tarde había ido a devolver un saco de sémola que días antes había comprado para un cliente africano de su tienda.


La madre y el hijo confían en que el juicio arroje luz sobre un suceso que todavía no saben cómo ocurrió. "Yo quiero saber qué es lo que ha pasado, porque no lo sé", dice tajante Abderramán, el mayor de la familia, de 23 años. "Han comentado que si alguien estaba soldando y saltaron unos chispazos, pero con el polvo en suspensión de harina, que dicen que es tan peligroso, no me parece normal". "En el periódico al día siguiente decían que había caído un rayo", tercia Muhfoue, de 16 años, "y claro si es algo que se puede atribuir a la naturaleza, ya nadie se considera responsable y no pagan indemnizaciones". "Se han portado bien porque han pagado a todo el mundo que resultó perjudicado, pero si es porque hubo falta de mantenimiento, está mal. Ya sabemos que nadie tenía la intención de matar a nadie", concluye Ishaba.


Un cúmulo de fatalidades hizo que Mohamed estuviera allí esa tarde. Propietario de una tienda locutorio en la calle de Tenerías, había comprado un saco de sémola para un cliente. Este le dijo que no era lo que él quería, por lo que tuvo que ir a devolverlo a la harinera. "El saco estuvo tres o cuatro días en la furgoneta, sin cambiarlo, y casualmente fue a hacerlo esa tarde", explica Abderramán.


La familia se enteró de que le podía haber pasado algo por la televisión. Un primo de Barcelona les telefoneó para decir que había habido una explosión en Huesca, cuando pusieron la tele vieron las imágenes de la fábrica y, entre los vehículos siniestrados que estaban aparcados en la puerta, identificaron el de Mohamed. Él no quiso disgustar a su mujer, que estaba embarazada, por eso dio a los servicios sanitarios el teléfono de su socio de la tienda que tenía en la calles de Tenerías.


El matrimonio tenía tres hijos, Abderramán, entonces de 19 años; Brahim, de 17; y Muhfoue, de 12. Poco después de que muriera su padre nació Coria, de 3 años y la única niña del matrimonio. La familia llegó a España en 1997 y, tras vivir dos años en Ejea de los Caballeros, se trasladó a Huesca. Mohamed trabajó en una empresa de persianas hasta que decidió abrir su propio negocio.


Murió el 29 de abril, dos semanas después del accidente. Entre el 29 y el 30, en menos de 15 horas, fallecieron tres de los heridos. No pudieron hablar con él mientras estuvo hospitalizado. "Íbamos a verlo todos los días", cuenta su mujer. "Los médicos nos dijeron que era uno de los menos afectados, porque solo tenía quemado entre el 30 y el 40% del cuerpo", añade su hijo mayor. Llegaron a operarlo e incluso le hicieron un injerto. "Aquella tarde estuvimos y nos dijeron que tenía una infección en el pulmón y se le había parado un riñón". A las 23.55 falleció.


Han tenido apoyo de las instituciones y de sus amigos en todo momento. Ishaba recuerda que fueron a verla para ofrecerle ayuda los servicios sociales del Ayuntamiento, y la directora del Instituto Aragonés de la Mujer, Elena Pérez, estuvo tres meses acompañándola al hospital para las visitas por su embarazo. "Seguimos teniendo relación, y siempre viene a las fiestas por el Sáhara".


Año y medio después del accidente recibieron la indemnización, como el resto de afectados, aunque hace solo unos días que les abonaron lo correspondiente a los daños de la furgoneta. Con el dinero pagaron el piso donde residen, en el Perpetuo Socorro.


Ishaba, que habla sin rencor, cobra una pensión mínima de viudedad (menos de 500 euros) y dos de sus hijos, la de orfandad (170 euros). El mayor trabajaba de encofrador hasta el pasado julio, pero ha sido víctima de la crisis y está en paro, un tiempo que aprovecha para acabar sus estudios de la ESO en el centro de adultos Miguel Hernández. Cuando se les pregunta si pensaron en irse de Huesca la madre duda, pero Abderramán lo tiene claro: "Nunca".

El cuerpo de su padre fue repatriado a su país y está enterrado en Tarfaya, a donde Ishaba y sus hijos han viajado varias veces para visitar su tumba.