La intrahistoria de la titánica conversión de los ibones del Gállego en 'lagos de energía'

Carlos Tarazona recopila en un libro, con ayuda de los premios Félix de Azara de la DPH, cinco años de investigación sobre la construcción de las centrales hidroeléctricas en la primera mitad del siglo XX. 

Hasta 3.000 obreros, muchos de ellos llegados desde Galicia, Andalucía o Portugal, llegaron a trabajar al mismo tiempo y en condiciones muy duras durante la década de los 50 y los 60 represando numerosos ibones de la cabecera del Gállego, a más de 2.000 metros de altitud, para poder construir centrales hidroeléctricas que atendieran la demanda de la entonces creciente industria textil y siderúrgica. 

Un libro acaba de sacar a la luz la intrahistoria de todo este proceso casi titánico que convirtió a una veintena de estos ibones, que son formaciones naturales generadas por la erosión de un glaciar, en los llamados 'lagos de energía'. Su autor es el agente de protección de la naturaleza Carlos Tarazona, ganador de una de las ayudas de edición de los premios Félix de Azara de la Diputación Provincial de Huesca y que ha buceado durante cinco años en los archivos que ahora conserva la empresa Acciona. En la presentación del mismo le ha acompañado este lunes Roque Vicente, presidente de la Comisión de Desarrollo y Sostenibilidad. 

Con el título de 'Agua y corriente, cuando los ibones perdieron su nombre', el libro ahonda en la inédita historia de las cinco centrales hidroeléctricas que se llegaron a construir en el valle de Tena en la primera mitad del siglo XX (sí hay publicaciones sobre las que se levantaron en el Cinca o en el Ésera). El autor ha querido huir al máximo de los datos técnicos para centrarse sobre todo en las experiencias de los propios obreros que trabajaron en ello desde 1920 y hasta 1960, con el paréntesis de la Guerra Civil, de la mano de las empresas Energía e Industrias Aragonesas (Eiasa) y Obras y Construcciones Industriales (Ocisa).  

Tarazona pone en valor las duras condiciones laborales de la época ya que apenas tenían medios mecanizados y muchas labores tuvieron que realizarlas de forma manual. Estos obreros, que procedían en su mayoría de Comunidades menos acostumbradas al frío del Pirineo, tenía que trabajar a veces con las ultimas nieves de la primavera o las primeras de otoño. Para combatir las bajas temperaturas, fabricaban sus propias estufas caseras y llegaban a taparse con 8 o 10 mantas en barracones de hasta 500 plazas de capacidad. "Había uno para los gallegos y otro para los andaluces porque entre ellos había roces", afirma Tarazona.

El diputado Roque Vicente y el autor del libro, Carlos Tarazona, con las portadas de la trilogía de investigaciones que ha publicado hasta ahora.
El diputado Roque Vicente y el autor del libro, Carlos Tarazona, con las portadas de la trilogía de investigaciones que ha publicado hasta ahora.
Rubén Darío Núñez

La imposibilidad de transportar todo el material hasta los ibones les obligó a construir fábricas de tubos y plantas de áridos al pie de los mismos. Y para subir todas las piezas de gran tamaño, utilizaban caballerías que subían tres sacos con 150 kilos de cemento por animal e incluso idearon el llamado 'carretón', que era una plataforma de madera sin ruedas que se deslizaba con la ayuda de troncos empujada por 20 o 25 caballos y entre 40 y 50 hombres. 

Este gran volumen de trabajadores desplazados generó un enorme movimiento económico en Sallent de Gállego, que llegó a duplicar su población. Algunos obreros utilizaron las obras como excusa para intentar escapar a la vecina Francia.

A consecuencia de ello, hubo numerosos accidentes laborales y fallecidos por caída de piedras, descargas eléctricas o uso inadecuado de explosivos. Sin embargo, Tarazona denuncia que las empresas de la época "silenciaron" las muertes provocadas por la silicosis, una grave enfermedad pulmonar causada por la inhalación de polvos inorgánicos procedentes de las labores de construcción de los más de 30 km de túneles que se perforaron para estas centrales hidroeléctricas. Según él, los médicos que les trataron la "disfrazaron" de tuberculosis

El libro también recuerda que se llegaron a presentar decenas de proyectos solicitando concesiones para aprovechamientos hidroeléctricos y que "por suerte" no se llegaron a materializar ya que hubieran sido "atentados medioambientales". Y es que algunos de ellos pretendían inundar parajes como Aguas Tuertas, el Cañón de Añisclo o los Llanos del Hospital de Benasque.

Carlos Tarazona completa así una trilogía que inició con 'Borregueros' sobre la historia de los aragoneses que emigraron al Oeste americano a trabajar de pastores y que siguió luego con 'Pinos y penas', donde profundizaba sobre las consecuencias de la reforestación del siglo XX.

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