El ADN no aclara la identidad de los restos enterrados en el hielo de Monte Perdido

La Guardia Civil realizará nuevas diligencias para resolver el misterio del hallazgo en el glaciar de un hueso, un trozo de ropa y un cepillo de dientes.

Abajo se puede ver la masa rocosa que divide en dos el glaciar inferior.
Una imagen tomada en 2022 del glaciar, que por efecto del deshielo se ha partido en dos.
IPE

Cuatro meses después del hallazgo en el glaciar de Monte Perdido de unos restos humanos, sigue sin aclararse su identidad. Científicos del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE) que realizaban un estudio sobre la evolución de esta masa de hielo del Pirineo aragonés localizaron un hueso que parecía parte de un cráneo, un cepillo de dientes y un trozo de ropa, pero los análisis de ADN realizados hasta ahora no son concluyentes.

La hipótesis principal apuntaba a un alemán apellidado Kulosa, el expediente más antiguo de desaparecidos. La última pista de este alpinista de 44 años lo sitúa en el lago Marboré, cerca del glaciar, desde donde hizo una llamada de teléfono de auxilio a la Guardia Civil informando de que estaba en medio de una fuerte tormenta. Dijo encontrarse a 2.800 metros. Los rescatadores apuntaron entonces que, si había sufrido algún contratiempo, podría estar tapado por la nieve o bien oculto en una grieta del hielo, a la que pudo caerse por la mala visibilidad de la tormenta. El vehículo de alquiler que conducía se encontró en Pineta, el lugar del que parte una de las rutas a Monte Perdido.

Los científicos del IPE encontraron los restos por casualidad a principios de octubre de 2022. Estaban incrustados en el hielo y habían aflorado al reducirse el grosor de la capa tras un verano de intenso calor.

El Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (Greim) de Boltaña se hizo cargo del hueso, el cepillo de dientes y el trozo de ropa e inspeccionó la zona en busca de más restos. Remitió unas muestras a los laboratorios del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil para tratar de confirmar la identidad a través del ADN, comparándolo con las de familiares de montañeros desaparecidos. Sin embargo, según fuentes del caso, los resultados, conocidos recientemente, no son concluyentes, de manera que habrá que realizar nuevas diligencias a partir de ahora.

El caso quedó en manos del Juzgado de Instrucción de Boltaña. En estos meses la Guardia Civil ha investigado cualquier pista de un desaparecido en la zona del glaciar. El trozo de ropa hallado, muy deteriorado, apenas un jirón, asemejaba una hombrera militar. Se pensó en la posibilidad de que fuera de algún soldado accidentado en Monte Perdido. El último suceso mortal de un militar en Monte Perdido ocurrió el 21 de junio de 1953. Dos capitanes de la Escuela de Montaña de Jaca murieron durante unos ejercicios prácticos y otros dos oficiales resultaron heridos. Estaban escalando en hielo cuando se produjo un desprendimiento. Sin embargo, esta hipótesis quedó descartada porque en su día aparecieron los cuerpos.

Los responsables de la investigación han echado mano del fichero de desaparecidos en el Pirineo para comprobar si hay alguna persona que se perdió en la zona. En la lista figuran cuatro montañeros, pero el único al que se perdió el rastro allí es el alemán Kulosa, en el que se pensó desde el primer momento, ya que fue él mismo el que alertó a la Guardia Civil del peligro que corría y nunca más se supo de su paradero.

No es el primer cuerpo que devuelve un glaciar en el Pirineo aragonés por el deshielo. El caso más famoso fue el de Catherine Verón, una universitaria francesa, cuyo cadáver se encontró en 1992, 18 años después de caer a una grieta en el Aneto. Otro, el Tempestades, guardó 47 años, hasta el 2001, al alpinista de 29 años Joaquín López Valls, que intentaba abrir una vía en el pico Margalida cuando un bloque entero de roca cedió y lo arrastró hasta una rimaya (hueco entre la roca y el hielo).

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