medio ambiente

Elena Villagrasa: "Quien necesite pruebas del cambio climático, que venga al Parque de Ordesa"

El calentamiento global se nota en la relajación del otoño y el invierno y en la desestacionalización del turismo, señala la directora del principal espacio protegido de Aragón, que ve una relación distinta de la gente con la naturaleza desde la covid.

Elena Villagrasa, directora del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Elena Villagrasa, directora del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Javier Navarro

La directora del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido nació en los Monegros (Bujaraloz, 1965), en medio de un paisaje desértico que contrasta con la alta montaña donde desarrolla su trabajo. "He ido de 300 metros a 3.350, en el macizo de Monte Perdido", bromea. En esa localidad mantiene la casa familiar, a la que regresa todos los fines de semana. Estudió Geología en la Universidad de Zaragoza e hizo un máster en Hidrología Subterránea en Barcelona. Tras su paso por la empresa privada, en la capital aragonesa y en Palma de Mallorca, en 2001 aprobó una oposición de técnico facultativo superior en Organismos Autónomos del Estado (Parques Nacionales y Confederaciones Hidrográficas). Después de prestar servicio en la Oficina de Planificación de la CHE, recaló hace 18 años en el Parque de Ordesa, donde fue jefa de equipo de Conservación con tres directores distintos, hasta que el Gobierno de  Aragón, tras el cese de su antecesor, y no sin cierta sorpresa para ella (no tiene carné de partido), le propuso asumir este cargo que es de libre designación.  

El Pirineo es un laboratorio excepcional del cambio climático. ¿Cómo se percibe en el Parque de Ordesa y cómo se está adaptando?

Tenemos el ejemplo de libro de lo que es el cambio climático: estamos asistiendo a la desaparición del glaciar de Monte Perdido y trabajamos para documentar todo el proceso con el Instituto Pirenaico de Ecología. Se trata de un acontecimiento extraordinario. Quien dude del cambio climático o necesite pruebas, que venga, aquí las tiene. En todo el Pirineo estamos asistiendo a una relajación de las estaciones. Lo percibimos en las visitas: antes había un invierno largo y duro y un verano con un pico de afluencia, ahora el turismo se ha desestacionalizado. Desde el punto de vista de la naturaleza, los otoños son más secos. El año pasado estuvimos a punto de que la Cola de Caballo se quedase sin caudal. Es como si la naturaleza estuviera un poco loca, como el tiempo. Y debemos ir adaptando la gestión a todas esas transformaciones.

Ordesa es un gran espacio científico de 15.000 hectáreas donde cada año se hacen numerosas investigaciones, sobre todo referidas al cambio climático. ¿Se tiene la sensación de trabajar a contra reloj?

Día que pasa que no tomamos un dato es información que perdemos. El Parque Nacional es el mejor laboratorio para los investigadores. La finalidad es recoger información de todo lo posible, de agua, flora, fauna… porque eso nos puede hacer entender el pasado y cómo va a evolucionar.

Este y otros espacios protegidos tratan de mantener un equilibrio, no exento de tensiones, entre uso público, conservación y desarrollo.

Los visitantes vienen al parque porque saben que tiene una etiqueta de excelencia y quieren que se mantenga. Conocen la existencia de una normativa muy estricta, pero esto es lo que ha protegido al espacio. En Aragón es el único que tenemos. La gestión intenta resolver los conflictos que surgen entre la conservación y el uso público. Hay presión para hacer actividades que dicen que no son nocivas, pero la huella cero no existe. No nos vayamos a cargar a la gallina de los huevos de oro. 

Cada día la naturaleza atrae a más visitantes. ¿Eso está pasando factura?

En agosto en Torla hay cola de coches para llegar al aparcamiento, cola para aparcar, cola para sacar el tique, cola para subir al autobús, y luego todos en fila a Cola de Caballo. Pero aún así la percepción de la visita en general es buena, no tienen la impresión de que sea un lugar masificado.

Con el covid cada vez más la gente relaciona la naturaleza con la salud. Se habla de baños de bosque, paseos terapéuticos, temas médicos que se trabajan con naturaleza. En algunas ciudades ya no se habla de parques o jardines sino de bosques urbanos, para atraer la parte de naturaleza que no tienen. Lo bio-, eco-… está cada vez más integrado en el día a día. Estamos cambiando. Los visitantes vienen a buscar su bienestar en un sitio al que le asignan ese poder.  

¿Explotamos en exceso esos últimos reductos de naturaleza donde la intervención humana es mínima?

No tengo esa percepción. En lugares puntuales de Ordesa y Pineta a lo mejor, pero hay otros sectores como Escuaín y Añisclo, o el valle de Vió, donde prácticamente no hay visitas.

El Parque Nacional no ha servido para que los pueblos de su zona de influencia dejaran de perder población, pero si no existiera, ¿estarían ya deshabitados?

Cuando se amplió el parque, en Escuaín vivía una persona y sigue viviendo una persona. Es motor de desarrollo socioeconómico. Trabajamos como mínimo 120 personas al año, que es población activa de la comarca. Los coches se reparan en los talleres de la zona, el material se compra en la zona, y hay 10 puntos de información abiertos todos los días del año.

El medio rural, no solo aquí, no solo en España, en todo el mundo, tiene una clara decadencia, por la desaparición del sector primario, por la falta de relevo generacional, por la gestión de las propias administraciones, que no se han sabido organizar o coordinar. Hay malas comunicaciones por carretera, de wifi, falta de servicios sanitarios… Llega un momento en que solo las cabeceras de comarca suben de población, a costa de los pueblos pequeños de alrededor. Y en estos, en los que viven familias contadas, las casas se aguantan por los abuelos, y cuando fallecen se cierran. No existe un movimiento desde Madrid o Barcelona de gente joven que quiera venir a instalarse. Sí, alguno, pero pocos. Parece una tontería, pero hasta que hemos conseguido teléfono y wifi en Escuaín hemos tenido que pelear, y lo mismo en Fanlo para el punto de información. Son necesidades muy básicas que en el resto del mundo están atendidas y que en los pueblos pequeños del parque suponen una pelea permanente para conseguirlas, y que luego funcionen. Es el medio rural, con sus fortalezas y sus debilidades.

¿Cree que la conciencia medioambiental ha arraigado en nuestra sociedad?

Sí que veo alguna luz de esperanza en la gente joven. Hay una evolución a mejor y una tendencia a entender que todo está conectado: el agua, el bosque, el sarrio...

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