Al pie del cañón porque la ciudad debía funcionar en medio del silencio

A los servicios municipales les tocó estar en la calle mientras Huesca intentaba protegerse frente a una situación desconocida y peligrosa.

La intendente jefa de la Policía Local, Beatriz Rivas; el jefe de Servicios Generales, Javier Avellanas y el jefe de Bomberos, Ignacio Farjas.
La intendente jefa de la Policía Local, Beatriz Rivas; el jefe de Servicios Generales, Javier Avellanas y el jefe de Bomberos, Ignacio Farjas.
Verónica Lacasa

Solo el paso del tiempo dará la verdadera perspectiva de lo vivido en Huesca desde el 14 de marzo de 2020, desde el día en el que, como en todo el país, se empezó a vivir una realidad desconocida que apenas empieza a superarse. De repente, se hizo el silencio que marcó el inicio de una pandemia que ha tenido diferentes fases. La Policía Local, los Bomberos y los Servicios Generales del Ayuntamiento las han abordado todas. Es posible que recordemos el olor a cloro que, al principio, empezó a respirarse en las calles, apenas transitadas, para ir a la compra, al médico o a pasear al perro. A la hora del baldeo de las calles se subían los niveles de cloración de los tanques de agua porque, al principio, se decía que la covid podía transmitirse por ese medio... «Fuimos tomando medidas según íbamos teniendo datos», explica Javier Avellanas, jefe de los Servicios Generales.

La incertidumbre en aquellos momentos fue generalizada. «Nadie sabía qué teníamos que hacer ni cómo», señala la intendente jefa de la Policía Local, Beatriz Rivas. «No nos habíamos enfrentado a un reto similar y la información en los primeros meses era poca y complicada», añade.

Ignacio Farjas, nuevo jefe de Bomberos pero con larga experiencia en el parque de Huesca, asegura que lo vivido durante la pandemia fue «surrealista». «Nos solicitaron colaborar en un montón de cosas que nadie hubiera imaginado que podíamos llegar a hacer, desde llevar comida a una casa vestidos de astronautas porque no se sabía qué podía pasar a ir a recoger material escolar para repartir a los niños».

Panoramas "complicados"

Después, el alcance del virus y las formas de contagio se fueron definiendo. Se continuó haciendo lo mismo que al principio pero ya se sabía el porqué. Rivas recuerda que en el tiempo del confinamiento se redujo el índice de delincuencia pero que se enfrentaron a otros tipo de sucesos, en forma de panoramas familiares complicados. «Gente mayor, aislada, que no podían salir porque estaban enfermos...», cuenta.

A través del 092 o mediante el servicio de atención unificado se dio respuesta a todo tipo de solicitudes. De lo visto, que no fue poco, Rivas insiste en que el aislamiento «ha hecho mucha mella en la gente que estaba sola».

La pandemia también fue complicada dentro del servicio. Farjas señala que los bomberos tienen 24 horas de guardia, «hacemos piña, pasamos el día juntos, se comparten comidas...». «Durante esta crisis nos separamos por minimizar el contacto y estar tanto tiempo solos era difícil, además se perdió la formación conjunta y el estar divididos tanto tiempo pasó factura», cuenta.

En Servicios Generales se hicieron equipos: 22 personas estuvieron de forma presencial «día a día», otros estaban de guardia pos si acaso y varios teletrabajaban, sobre todo consiguiendo información para saber cómo afrontar la lucha contra el virus en las calles y los edificios públicos. Avellanas incide en que lo principal fue «garantizar el abastecimiento de agua, que toda la red de saneamiento estuviera en condiciones, que no faltaran los suministros de cloro...»

Más adelante, con la vuelta a las clases, al detectar un caso de covid, las brigadas se encargaban de cerrar el aula, aislarla, notificarlo y desinfectar. «Estábamos pendientes de las contratas que dependen de nosotros, de que el día a día no se parara», indica el jefe de los Servicios Generales. De aquellos días no olvida «el grupo humano que formábamos». Y tampoco el estrés por «no saber dónde estás ni qué te vas a encontrar». Fue necesario -explica- tomar decisiones, «que unas veces gustaron y otras no».

La gente en los balcones

El jefe de Bomberos recuerda, como algo gratificante, el momento en el que salían los vecinos a aplaudir a los balcones: «Nos juntábamos todos, íbamos con los camiones por la calle, con las luces para animar a la gente y mostrar nuestro apoyo a los sanitarios, eso te llenaba».

Las fiestas han llegado también para ellos, aunque toque trabajar. «Tenemos 71 agentes y debemos reforzar el turno de noche y los actos multitudinarios», dice Rivas, recordando que la Policía Local se duplica porque «no podemos subcontratar». Con orgullo destaca que las horas para los servicios extra se han cubierto de forma voluntaria. «Esto denota una predisposición para que San Lorenzo salga bien, para que todos disfrutemos», apostilla.

Los Bomberos, con 44 efectivos, se distribuyen estos días entre las guardias más los retenes para los fuegos artificiales. Por lo demás «todos tienen ganas de salir a disfrutar y volver con las pilas cargadas», asegura Farjas.

A los empleados de Servicios Generales también les toca trabajo extra porque «somos nosotros los que montamos San Lorenzo», afirma Avellanas. Durante las fiestas, 25 personas estarán al tanto de escenarios, suministros eléctricos, las ferias, las actuaciones, traslados...

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