De las noches con toque de queda a las fiestas soñadas

Han pasado casi 1.100 días desde que los oscenses escucharon la traca final del San Lorenzo de 2019. Un largo paréntesis con escenas para la historia como la plaza de la Catedral vacía y vallada para el chupinazo o el toque de queda obligado del año pasado. Este 2022 ha vuelto la fiesta total, la que Huesca se merece  

La plaza el 9 de agosto de 2020 a la hora del chupinazo.
La plaza el 9 de agosto de 2020 a la hora del chupinazo.
Veronica Lacasa

Día 9 de agosto de 2020. La plaza de la Catedral está completamente vacías a las 12.00. Solo se ve a agentes de Policía moviendo vallas, en el marco del operativo para prohibir aglomeraciones; a un grupo de turistas siguiendo las visitas guiadas del Ayuntamiento por el casco viejo: y a un puñado, escaso, de nostálgicos que no han querido faltar a su cita con el ‘no chupinazo’. Esta imagen, que se repitió en 2021, contrasta con la fiesta total vivida este año. Después de dos Sanlorenzos en blanco por la covid-19 había más ganas que nunca de celebrarlo.

Existe la memoria selectiva, la que permite almacenar recuerdos con más significado y olvidar con facilidad los que menos nos importan. Quizá por eso apenas rememoremos esa plaza desértica o las calles sin un alma pasada la 1.00 de la madrugada por el toque de queda.

Pero no está de mal volver a traerlo a la memoria, en forma de imágenes como las de estas páginas, para saber lo que los oscenses perdieron y han recuperado. El de 2020 pasará a la historia como el San Lorenzo más triste. Tres semanas antes, la ciudad ya se había resignado a no celebrar el ascenso del equipo de fútbol a Primera. Y ocurrió lo mismo en la primera mañana de las ‘no fiestas’. No hubo chupinazo en la plaza de la Catedral ni cabalgata por el Coso. En los almuerzos se respetó la norma de un máximo de 10 personas por mesa, con aforos limitados en las terrazas, como correspondía a un municipio en fase 2 de alerta por los contagios. No se produjeron las temidas aglomeraciones. Por si acaso, las fuerzas de seguridad peinaron las zonas de huertas para evitar celebraciones paralelas en casas de campo. Y se establecieron férreos controles de alcoholemia en los principales accesos a la ciudad.

El acceso se reguló hasta para la misa del patrón.
El acceso se reguló hasta para la misa del patrón.
Pablo Segura

El sentimiento laurentino se expresó vistiendo masivamente de blanco y verde. Se pensó más en la salud que en la juerga. Y prueba del comportamiento cívico es que solo hubo 25 denuncias: dos a bares abiertos más allá de la 1.00; 13 por no llevar la mascarilla; cuatro por concentraciones de más de 10 personas; tres por incumplir la ordenanza de convivencia; dos por dar positivos en alcoholemia; y una por alterar el orden público. Ningún botellón y ninguna asistencia sanitaria por intoxicaciones etílicas.

2020: San Lorenzo sin vacuna

Ese 9 de agosto había 30 personas ingresadas por covid en el Hospital Universitario San Jorge, y a lo largo de la semana las autoridades sanitarias confirmaron 133 positivos. La incidencia no era muy alta pero todavía no existía la vacuna.

El día grande, el 10, se vivió con emoción contenida. Ni Danzantes ni procesión al santo. No se escucharon los «¡Vivas!» a San Lorenzo y la plaza amaneció vallada para abrir un pasillo al escaso público (194 personas) que podía acceder a la misa del patrón. Previamente había que desinfectarse las manos y los zapatos, colocarse las mascarillas y, una vez dentro, situarse en las marcas dibujadas en los bancos. Y hasta aquí llegó la fiesta ese primer año de la pandemia.

En general, el comportamiento fue ejemplar. Pero en el balance final hubo 130 denuncias de los distintos cuerpos policiales por incumplir las restricciones derivadas de la crisis sanitaria de la covid-19: no llevar la mascarilla obligatoria, tener el bar abierto más allá de la 1.00 o reunirse más de 10 personas.

2021: en riesgo extremo

Pensamos que sería el último de las ‘no fiestas’, pero nos equivocamos. El 9 de agosto del 2021 la capital oscense estaba en riesgo sanitario extremo y bajo el toque de queda (con multas de 300 euros por estar más allá de la 1.00 en la calle sin causa justificada), una situación compartida con otras ciudades de la provincia: Jaca, Barbastro y Monzón. La medida intentaba frenar la escalada de casos de ese verano, y fue avalada por el Tribunal Supremo. En esa fecha, había 48 personas ingresadas con covid en el Hospital Universitario San Jorge.

La imagen de la plaza de la Catedral blindada por la Policía a las 12 la mañana del chupinazo se repitió también en 2021. Nuevamente abundaron más los agentes y los turistas que los peñistas. El ánimo no decayó y aun sin programa que festejar los oscenses salieron a la calle en masa de blanco y verde. Solo hubo aglomeraciones en el Tubo por la tarde, que la Policía vigiló de cerca pero sin intervenir.

El toque de queda entre la 1.00 y las 6.00 marcó las ‘no fiestas’ del año pasado. El propio alcalde, Luis Felipe, pidió al Gobierno de Aragón mantener la medida durante toda la semana de San Lorenzo. Los actos festivos habituales (unos 300) estaban cancelados y los únicos símbolos de celebración, además de la vestimenta de los oscenses, eran las ofertas de almuerzos y menús laurentinos en los bares y restaurantes, los escaparates decorados para la ocasión y la campaña de captación de socios de las peñas, que no se canceló.

Las ‘no fiestas’ provocaron que muchos establecimientos adelantaran sus vacaciones.
Las ‘no fiestas’ provocaron que muchos establecimientos adelantaran sus vacaciones.
Rafael Gobantes

A muchos jóvenes, en lugar de subir a la plaza para saltar con el chupinazo, les tocó ir a vacunarse. En el centro de salud de Los Olivos más de 200 recibieron la dosis de Pfizer. «¿Quién nos iba a decir hace dos años que un 9 de agosto nos íbamos a estar vacunando por una pandemia mundial?» reflexionaba uno de los vacunados ataviado con la pañoleta verde, lo mismo que las enfermeras.

Los negocios de hostelería, que ya llevaban 18 meses de restricciones, con cierres y limitaciones de aforo y horario, afrontaron otro año sin los días de más caja. Con un máximo de seis personas por mesa en interiores y de 10 en exteriores, a la hora de quedar con los amigos tocaba echar las cuentas para ver si la concentración excedía el número tolerado legalmente.

Las fiestas se redujeron a los actos religiosos. Hubo colas para entrar a la basílica, donde el aforo apenas aumentó hasta las 208 personas. Pasaron el 11, 12, 13 y 14 con la ciudad como si en lugar de un mes de agosto viviera cualquier otro momento del verano. Y el 15 se echó de menos la Ofrenda de Flores y Frutos, la despedida de las peñas recreativas al santo y la traca final, confiando en que fueran las últimas ‘no fiestas’.

Casi 1.100 días han esperado los oscenses desde el 15 de agosto de 2019 al 9 de agosto del 2022 para volver a dar vivas a San Lorenzo. Este año ya se disfrutan con normalidad. Tanta que ni siquiera ha faltado la tradicional polémica del cartel, esta vez por el uso de la imagen de San Lorenzo sin autorización previa de la cofradía.

Huesca se merecía tener unas fiestas como las de toda la vida después de dos años de sacrificios, restricciones y en algunos casos pérdidas irreparables por la pandemia. Y más los colectivos que han estado en el primer frente de lucha contra el coronavirus, como las trabajadoras de las residencias de mayores, los médicos y las enfermeras de los centros de salud y los hospitales o los voluntarios de la Cruz Roja.

Un coche patrulla invitando a los rezagados a volver a casa antes de la 1.00 en 2021.
Un coche patrulla invitando a los rezagados a volver a casa antes de la 1.00 en 2021.
Rafael Gobantes

2022: la recuperación

La de 2022 será la fiesta total, la soñada, la esperada, la anhelada, la imaginada y la ansiada, como bien se demostró ayer en el primer chupinazo de la postpandemia. La ocasión de recuperar encuentros con amigos y familiares a los que se ve una vez al año; de volver a madrugar para estar en primera fila en la actuación de los Danzantes, de planchar los trajes para vestirse en la Ofrenda de Flores y Frutos; de preparar la merienda para ir a los toros; de bailar en los conciertos de Ixo Rai, Marc Seguí, Amparanoia y Che Sudaka, Mala Rodríguez y Queralt Lahoz y Barón Rojo, en el exterior del Palacio de Congresos; de escuchar las jotas al inicio de la noche en el parque Miguel Servet; o de marcarse un pasodobles en la plaza de López Allué con las orquestas. Y, por supuesto, de volver a gritar «¡Viva San Lorenzo!» y a derramar una lágrima en su despedida.

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