"Seguro que será Goiat, no se contentó con una y me mató tres reses"

El ganadero de Gistaín que ha sufrido la primera embestida de un oso esta temporada fue víctima de otros tres ataques de este ejemplar hace dos años.    

Joaquín Vispe, ganadero de Gistaín, con su rebaño.
Joaquín Vispe, ganadero de Gistaín, cuyo rebaño fue atacado por un oso esta semana.
Heraldo

La posible presencia de Goiat en el valle de Chistau ha puesto en alerta a los ganaderos. De confirmarse las sospechas de que es el autor del ataque sufrido por un rebaño en Gistaín la noche del jueves al viernes, sería la cuarta primavera que el más depredador de los 70 ejemplares censados en los Pirineos pasa por esta zona del Sobrarbe. El departamento de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente informó de la muerte de dos cabras y una oveja a manos de un oso y recordó que es una zona frecuentada por Goiat, "si bien las huellas no son lo suficientemente claras" para atribuirle los daños.

La sola mención de su nombre ya inquieta a los ganaderos del valle, que sobre todo en 2019 sufrieron continuos ataques por parte de este ejemplar, que volvió en 2020 y en 2021. Joaquín Vispe, dueño del rebaño al que embistió esta semana, ya fue víctima de Goiat tres veces hace dos años. Ahora ha perdido dos cabras y una oveja. Entonces, según asegura, le mató 12 ovejas, "pero solo cobré por la mitad porque si no encuentran los huesos, no pagan". 

El ataque en esta ocasión tuvo lugar la noche del jueves al viernes. Un familiar acudió al monte donde tiene parte de su ganado (150 ovejas y 16 cabras), a unos 8 kilómetros de Gistaín en dirección al refugio de Viadós, y cuando llegó, las ovejas y las cabras no estaban donde tenían que estar. "Enseguida pensamos en un oso. Encontramos a las muertas, pero no ha sido fácil localizar al resto. Buscamos al rebaño por el monte. Nos faltaban casi 60. El viernes las vimos con los prismáticos y el sábado hemos podido recogerlas. Se habían ido a 6 o 7 km", explica.   

Recuerda que hace dos años, en pocos días, sufrió tres ataques. "Seguro que será Goiat. Normalmente los otros osos cogen una y ya, pero este es un criminal, ha acabado con tres, no se contenta con una. Primero cogió a las dos cabras, luego mató a una oveja y luego persiguió a otras. Partió el rebaño, los cadáveres estaban en distintos sitios". No entiende por qué, tratándose de un ejemplar enormemente depredador, no es retirado ya de la zona, y más sabiendo que no porta el collar localizador. 

Vispe reconoce que sus animales no estaban protegidos. Esa noche no los había encerrado. A raíz del último incidente, el Gobierno de Aragón ha vuelto a recordar "la necesidad de proteger al ganado, dado que el oso ha salido ya de la hibernación". Gistaín está dentro de las ayudas ofrecidas a los ganaderos por ser una zona donde la presencia de oso se ha constatado de forma continuada.

Pero el afectado no lo ve así. "Nos dicen que las encerremos, pero eso no sirve, saltan del pastor eléctrico cuando tienen miedo. Solo serviría si te quedas con ellas por la noche", comenta. Los mastines tampoco son, a su juicio, una solución para ahuyentar al oso. "Este valle es muy turístico y causan problemas con los visitantes. Todos los días pasan cientos de personas por en medio de las ovejas", argumenta Vispe.   

"¿Qué hago ahora? ¿Quedarme con el rebaño todas las noches, los 365 días del año?", dice, asegurando que los ganaderos del valle están planteándose si retrasan la subida a los puertos a la espera de ver si el oso decide quedarse o marcharse, como hizo el año pasado, hacia Cataluña o Francia. "Es desesperante, lo tenemos todo en contra", concluye este ganadero de 56 años, uno de los siete u ocho que hay en Gistaín.

Ayuntamientos y sindicatos agrarios, y el propio Gobierno de Aragón, han pedido reiteradamente la retirada de Goiat, con un largo historial de depredación. Fue la Generalitat de Cataluña la que lo soltó en el Pirineo en 2016. En Francia, los equipos de la Oficina de Biodiversidad llevaron a cabo distintos procedimientos para alejarlo, pero esto solo sirvió para que cambiara de territorio. Un problema añadido es que no porta collar GPS. En 2018 fue capturado para cambiar las baterías, pero dos años después perdió el collar en la comarca aragonesa de la Ribagorza, lo que hace imposible seguir sus pasos desde entonces.

 

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