Trepidante descenso de las navatas del Gállego empujadas por el fuerte caudal

Numerosos público ha acompañado el recorrido de 7 kilómetros por el río, primero del calendario navatero.

El público esperaba en el puente de Hierro para ver el paso de las embarcaciones.
El público esperaba en el puente de Hierro para ver el paso de las embarcaciones.
Heraldo

El deshielo y las lluvias de los últimos días han permitido a los navateros del Gállego surcar el río casi en volandas por la fuerza del agua. Este es es el primer descenso de la temporada en el Alto Aragón, que siempre se celebra en torno a San Jorge, al que seguirán los del Aragón, desde Hecho, y el Cinca, desde Laspuña. Había muchas ganas de ver a las balsas navegar por el río desde Murillo a Santa Eulalia de Gállego después de dos años de paréntesis, y además el tiempo ha favorecido la afluencia de público. 

A las 9.00 se repasaban las dos navatas, una de dos trampos y otra de tres, aunque no ha sido hasta las 11.00 cuando se ha dado la salida a los 12 hombres y mujeres que se han subido a ellas, quienes previamente se han abrazado formando un corro mientras el presidente de la asociación que organizaba el XVIII Descenso por el río Gállego ha dado las últimas instrucciones y animado a los participantes. La salida para hacer el recorrido de 7 kilómetros ha estado acompañada por la música de Os Gaiters d'a Tierra Baja. 

Tras ellos ha salido el Club de Kayak de Murillo de Gállego y los equipos de salvamento acuático de los bomberos de las diputaciones de Huesca y Zaragoza para asegurar este evento. Las primeras curvas del río ya han dejado sentir la fuerza del agua, que ha puesto a prueba la pericia navatera, ya que el caudal ha aumentado en los últimos días.

Sobre las 11.15, el público que llenaba el puente de Murillo de Gállego ha visto aparecer la navata de tres trampos y después la segunda observando cómo pasaban con pericia por debajo. Es uno de los puntos más complicados por las placas de hormigón que quedaron tras su construcción.

Parte del público ha seguido el recorrido por pistas laterales, llegando al paso de la Lavadora, otro lugar difícil donde dos curvas y una grada dentro del río requieren de mucha habilidad, además de equilibrio, porque ese pequeño salto supone un buen remojón y un esfuerzo importante por parte de los remeros.

Dado que hay remos tanto en la parte delantera como trasera, las órdenes se dan nombrando a los dos pueblos que se encuentran a cada lado y que todos los navateros tienen interiorizado. El capitán de la embarcación la dirige al grito de "Erés" cuando hay que remar a la orilla izquierda y "Santolaria" para ir hacia la derecha.

Tras pasar la Lavadora, las navatas han parado en un ligero remanso, en el sitio conocido como el paso de la Barca porque ahí existía una antigua barca para pasar el río. En ese punto se realizar un breve almuerzo para dar tiempo a los vehículos a llegar al puente de Hierro. Aquí se ha concentrado mucho público que ha roto en aplausos cuando han aparecido las dos navatas.

En este puente recién arreglado luce una nueva pancarta con el lema 'Río Gállego Vivo', muestra de la victoria en la batalla legal para descartar el embalse de Biscarrués. Tras él está la playa de llegada donde los participantes se han abrazado con sus familias una vez libres de la tensión del descenso, y han recibido el aplauso del público.

La tradición se recuperó en la ribera del Gállego en el año 2004 gracias al apoyo de la asociación del Sobrarbe. Por este río bajaban las maderas del Pirineo y del Prepirineo desde los bosques de San Juan de La Peña y los cercanos a los pueblos situados en las orillas, hasta Huesca, Zaragoza o el mar, hasta Tortosa, donde la madera se utilizó para construir los barcos de la armada.

El oficio se perdió por la construcción del pantano de La Peña en la década de 1920 y también por la aparición del Canfranero, pero son numerosas las muestras que lo recuerdan en los aleros de las casas y los tejados de la Galliguera.

En las semanas previas al descenso se realiza además un intenso trabajo para construir las embarcaciones de troncos. 

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