Sergio Orna: "He rescatado a más de 1.300 personas en la montaña"

Después de 35 años en el Greim de Benasque, el guardia civil de montaña más veterano de Aragón pasa a la reserva con una vida laboral que se resume en 751 auxilios. Su dedicación ha sido plena: "Te sonaba el móvil y tenías que ir a pasar la noche a un glaciar".  

Sergio Orna también ha sido guía de perros de avalanchas.
Sergio Orna también ha sido guía de perros de avalanchas.
Heraldo

Sergio Orna es un referente del rescate en montaña en Aragón. Ese zaragozano afincado en el valle de Benasque desde hace tres décadas ingresó en el Greim poco después de salir de la Academia de la Guardia Civil, y allí ha permanecido hasta que hace solo unos meses decidió poner el epílogo a su carrera en la unidad de Seguridad Ciudadana. Ahora se retira. El 13 de diciembre pasará a la reserva con una impresionante hoja de servicios. Desde 1986 ha participado en 751 rescates, que se han saldado con 118 muertos, 518 heridos y 1.356 personas auxiliadas en total.  

  

Su hoja de servicios en el Greim de Benasque es impresionante. Ahora que pasa a la reserva, ¿lo echará de menos?

Han sido 751 auxilios en la montaña y más de 1.300 personas rescatadas en 35 años. No lo echaré de menos, aunque lo he vivido muy intensamente durante 35 años, los 365 días del año. He sido muy feliz, pero hay que dar el relevo. Pese a la experiencia, empiezas a sufrir carencias, porque el trabajo en montaña es muy exigente física y técnicamente y te enfrentas a situaciones muy complicadas. Ahora, veo pasar a mis compañeros en el helicóptero y pienso: ‘A ver a dónde van, con qué se van a encontrar’.

En este último año pedí servir en una unidad de seguridad ciudadana, la especialidad de la especialidades, la que lo abarca todo. Igual que en la montaña puedes ayudar a una persona, también en seguridad ciudadana se puede ayudar mucho. Tocas todos los palos, algunos difíciles, como la violencia de género.

Hábleme de esas situaciones muy complicadas en la montaña.

En 35 años he ido a tantos rescates... Estabas en casa, te sonaba el móvil y tenías que ir a pasar la noche a un glaciar, con una persona con múltiples heridas, esperando que sobreviviera para evacuarla por la mañana con el helicóptero. Son situaciones de mucho estrés. La serie que emite La 2 ('Rescate') está mostrando a la gente lo que es: tensión desde que sales hasta que llegas. Pero al volver a casa y poner la cabeza en la almohada piensas: ‘Qué bien que esta persona se haya salvado’. No necesitamos medallas.

No siempre hay un final feliz. Ha sacado a 118 personas muertas de la montaña.

Sí, a veces solo podemos recuperar un cadáver. Eso marca. Con menores es lo peor.

¿Lo más difícil es dar la mala noticia? Creo que incluso han acompañado a familiares al lugar del accidente. 

Nos lo suelen pedir. Si vemos que es factible, los acompañamos. Se sienten más tranquilos al saber qué paso y cómo pasó. Efectivamente, una de las cosas más difíciles de este trabajo es comunicar a las familias el fatal desenlace. Nosotros tenemos nuestros protocolos para hacerlo y a veces nos apoyamos en otros cuerpos para que sean ellos los que lo hagan personalmente, porque tratamos de evitar que sea por teléfono y procuramos que esa persona esté acompañada. 

Y a lo largo de su vida laboral también ha sacado de la montaña a 518 heridos, algunos debatiéndose entre la vida y la muerte.

Recuerdo especialmente a uno en la cresta de Salenques. El helicóptero no podía acceder, nos dejó bastante lejos, rapelamos hasta donde estaba. Se despeñó y había pasado la noche allí, tenía el cráneo abierto y había perdido mucha sangre. Hubo que equipar la pared y pasaron varias horas hasta que lo pudimos bajar al glaciar para evacuarlo en helicóptero a Zaragoza. No dábamos un duro por él. Al cabo de un año y medio nos vino a visitar. Ni lo conocíamos. Se recuperó tras varios meses en el hospital y venía a darnos las gracias y a decirnos que incluso había tenido un hijo.

¿Existía algún lugar más temido por usted?

Para nosotros entrañaban mucho riesgo los accidentes en crestas, zonas con rocas muy descompuestas e inestables. Cuando vamos a un rescate estamos a tenor de que nos suceda lo mismo que al montañero accidentado. A los tres días de incorporarme, hice el primero, en el puerto de Gías. Al mes, ya me estrené en la zona del glaciar del Aneto, donde más intervenciones tenemos porque es una de las más visitadas. Curiosamente el último lo hice también en el glaciar.

¿Cómo fue ese primer rescate en el Aneto?

Me impresionó. Era una persona sin lesiones muy graves, pero sola, el compañero había ido a pedir ayuda al refugio. Se había mentalizado de pasar la noche a 3.000 metros. No se me olvidará su cara cuando nos vio. Era como ‘Buff, de la que me he librado’.

Durante muchos años los perros han sido sus fieles compañeros. ¿Por qué se hizo guía canino de avalanchas?

La experiencia en el alud de la Tuca de Paderna (murieron 9 militares) fue uno de los rescates que me animó a hacerme guía canino. Lo he sido 27 años y he tenido cuatro perros. En una avalancha, ayudaban a localizar a los sepultados más rápido.

¿Alguna vez ha tenido la tentación de dar un tirón de orejas a algún montañero imprudente?

Tenemos mucha empatía con los rescatados porque estamos convencidos de que nadie quiere sufrir un accidente, por muchos errores que haya cometido. No hay que criminalizar al montañero, se mueve en un ambiente hostil. Si tienes un esguince en el paseo Independencia de Zaragoza, coges un taxi y vas al hospital. En la montaña, cualquier lesión leve puede acabar en una hipotermia y agravarse hasta el punto de tener consecuencias graves.

¿Cómo ha evolucionado el rescate en montaña desde que llegó a Benasque en 1986 hasta ahora?

Entonces había un cabo y tres guardias y hoy, el grupo lo forman un sargento, dos cabos y 11 guardias. A finales de los 80 y principios de los 90 fui testigo del boom de multitud de actividades deportivas en la montaña. Empezaba el barranquismo, el parapente… Nos fuimos adaptando y aprendiendo conforme iba aumentando el número de rescates. Afortunadamente tenemos el apoyo del helicóptero y de los sanitarios, que nos libran de una responsabilidad y una tensión tremendas. Rompo una lanza por ellos. Somos un tridente en el que unos nos apoyamos en otros.

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