El ataque de un oso a un cazador en Francia, ¿podría repetirse en Aragón?

El debate sobre la difícil convivencia se recrudece mientras los expertos advierten de un aumento de los incidentes a medida que crece la población osera. Este lunes se cumple un año de la muerte de Sarousse en un enfrentamiento con otro cazador en el valle de Bardají. 

Sorita con sus cachorros en una imagen del vídeo difundido por Francia.
Sorita con sus cachorros en una imagen del vídeo difundido por Francia.
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¿Qué probabilidad hay de toparse con un oso en el Pirineo? ¿Cómo actuar si esto ocurre? El caso del cazador que abatió a una osa en la región francesa del Ariége, después de que el animal lo hiriera a él de gravedad no es el primero. De hecho, en los últimos 25 años hay contabilizados siete incidentes con daños personales en la Cordillera Cantábrica, donde la población osera ronda los 400 ejemplares, y uno en el Pirineo, cuyo censo supera ya los 60 individuos y con récord de nacimientos en la última temporada. Aunque los expertos los consideran hechos excepcionales, advierten que el número de percances puede ir a más teniendo en cuenta precisamente su crecimiento y la alta frecuentación de la montaña.

El francés, de 70 años, con mordeduras en una pierna, alegó que fue atacado por la osa cuando sin querer se interpuso entre ella y sus dos cachorros, pero la Fiscalía le ha abierto una investigación por los presuntos delitos de destrucción de una especie protegida y por caza ilegal, pues parte de la actividad podía estar realizándose en una zona restringida.

El incidente de hace una semana en Francia tiene un precedente en España. Ocurrió en 2008 en la localidad aranesa de Les y fue el primero desde la reintroducción de la especie en 1996. Durante una batida jabalí, un cazador vio a un oso pardo pasar por delante, a dos metros, y empezó a gritar para alejarlo, provocando el efecto contrario. El animal le dio un zarpazo en el brazo y le mordió en un pie antes de huir al escuchar los disparos al aire de los compañeros de cacería.  

En Aragón no ha habido víctimas, pero sí varios encontronazos. En 2018, José María Cortinat, un pastor del valle de Castanesa, se enfrentó a un oso para proteger a su rebaño. Antes de que atacara a las ovejas consiguió alejarlo a gritos, ayudado por los perros mastines. Incluso le dio tiempo a tomar dos fotografías con su móvil. Pensó que si no, no lo creerían. 

Más reciente es el incidente que acabó con la muerte de la osa Sarousse durante una batida de jabalí en el valle de Bardají, en circunstancias similares a los de Les y Ariege, aunque con mejor suerte para el cazador. Ocurrió hace justo un año, el 29 de noviembre de 2020. Azuzada por los perros, la hembra se acercó al puesto y el hombre temiendo un ataque le disparó. El juez sobreseyó la causa por un posible delito contra la fauna  al concluir que el investigado reaccionó de forma proporcional ante la "amenaza inminente" de ser atacado por una osa que corría hacía él.

En el caso de Francia, también se ha iniciado una investigación judicial. El ataque ha reabierto el debate en ese país sobre la dificultad de la cohabitación entre el hombre y el oso en las montañas de los Pirineos, teniendo en cuenta que se trata de una especie reintroducida. El gobierno incluso ha nombrado un prefecto delegado con la misión específica de pacificar y favorecer la convivencia. Mientras, las autoridades locales consideran que el peligro se ha agravado por la mayor presencia de osos y mencionan otro incidente el verano pasado con un pastor del pueblo de Saint-Lary, al otro lado de la frontera española, perseguido por un oso.  

El ejemplar abatido en Ariége podría ser Caramelle, a la espera de la confirmación por parte de  Francia. Nacida en el Pirineo en 1997, iba con sus dos oseznos, que salieron huyendo y a los que aún buscan los agentes de medio ambiente. La supervivencia de los cachorros está en el aire, con dudas sobre si sabrán encontrar una cueva adecuada para pasar el invierno. 

La historia se repite

Caramelle también fue una cría huérfana, un cazador mató a su madre en la Alta Garona. Ella salió adelante y ha sido una hembra muy fértil. Los expertos la consideran la gran matriarca del Pirineo, con 11 reproducciones y 20 cachorros nacidos. Ahora se une a la lista de osos muertos por la mano del hombre. Según datos de organizaciones que apoyan la reintroducción, fallecieron por disparos Mellba en 1997, Cannelle en 2004 y Sarousse y Griboulle en 2020; por atropello, Francka en 2007; y por envenenamiento, Cachou, también en 2020.   El año pasado resultó especialmente trágico y fue una prueba de que han aumentado los incidentes.

Si las probabilidades de encontrar un oso en la montaña son directamente proporcionales a su número, en Aragón se reducirían considerablemente. Oficialmente la DGA reconoce la presencia de dos o tres individuos. Tras la muerte de Sarousse, queda Claverina, que desde su liberación en 2018 circula entre Navarra, Francia y Aragón; y Neré, que solía frecuentar los Valles Occidentales. Este se ha desplazado muy frecuentemente por la cara norte de la cordillera, en territorio francés, llegando hasta el Pirineo central, pero en 2020 no hay localizaciones conocidas suyas. 

El departamento de Agricultura admite que de manera muy ocasional existen datos de incursiones el año pasado de otros seis o siete ejemplares más. Sorita y otro ejemplar no identificado en el Pirineo occidental y el resto en Ribagorza y el Sobrarbe oriental. Entre estos últimos se encuentran Goiat y Cannelito. Además se han detectado indicios de un ejemplar joven y de uno o dos más adultos sin identificar. Datos obtenidos de huellas pero también de algún avistamiento.   

"¿Qué hubiera sucedido si en lugar de ser cazadores con armas que se han podido defender hubieran sido paseantes?"

El suceso ocurrido en Francia ha vuelto a reavivar el debate también en la Comunidad aragonesa. La Plataforma contra la presencia del lobo y el oso ha exigido medidas a la administración. "Desgraciadamente estos encuentros entre personas y osos cada vez pueden ser más habituales, ya que estas fieras en los dos últimos años han multiplicado su población", afirman sus responsables, y se preguntan: "¿Qué hubiera sucedido si en los dos incidentes del último año con cazadores, en lugar de ser personas con un arma que se han podido defender, hubieran sido con paseantes que quieren disfrutar de la naturaleza. A estas horas estaríamos hablando de pérdidas humanas". La plataforma no entiende que se pueda poner en riesgo la vida de personas "por complacer a unos colectivos que desde las ciudades quieren imponer estos grandes depredadores como osos y lobos".  

La progresión de incidentes es "evidente"

La réplica viene de la Fundación del Oso Pardo. "La prioridad es, desde luego, desear la recuperación satisfactoria de la persona que ha resultado herida, pero también cabe analizar con una perspectiva más amplia qué es lo que está pasando para evitar que vuelva a ocurrir", señala la organización. En su opinión, es "evidente" la progresión de incidentes y por ello cree necesario revisar las estrategias de gestión de la caza en zonas oseras. Otros dos casos recientes de un oso tiroteado en Ariège en junio de 2020 y el envenenado en el valle de Arán, tres meses antes, aunque no están vinculados a batidas de jabalí, "indican igualmente que algo no está funcionando en la aceptación de la especie en el Pirineo central". 

"También los jabalíes han mandado a cazadores al hospital, y no por eso decimos que no puedan coexistir"

El presidente de la fundación, Guillermo Palomero, considera que "hay que seguir cazando, pero no de cualquier manera". Apuesta por una buena gestión de la actividad cinegética en las zonas oseras, con mayor control de la administración y campañas dirigidas a los practicantes. "En la Cordillera Cantábrica se caza y tenemos 400 osos, se puede convivir". Existen acuerdos con las federaciones de caza para evitar incidentes. 

También en Francia, donde las organizaciones conservacionistas que trabajan en la protección del oso han pactado medidas para proteger a la osa Sorita y sus tres crías en la zona del Bearn, la más occidental. El departamento de los Pirineos Atlánticos mantiene zonas sin batidas otoñales. El diálogo directo entre asociaciones de protección de la naturaleza, la Federación de Cazadores y las administraciones, señala el grupo FIEP, "ha permitido llegar a un acuerdo sobre un dispositivo, recogido en un decreto anual de la prefectura". 

El pacto contempla reuniones con los cazadores para informar de cómo manejarse en caso de un encuentro con el oso, recordar la necesidad de identificar su objetivo antes de disparar, y si se detecta parar inmediatamente la caza e informar a las autoridades. En caso de estar cerca de la guarida invernal, se define una zona donde se prohíbe la caza. "Este dispositivo funcionó bien en 2019-2020 para asegurar la tranquilidad de Sorita en la guarida invernal y en el otoño de 2021", asegura el FIEP.

Lo ocurrido en Francia "puede pasar en cualquier sitio", afirma Guillermo Palomero, partidario de implementar medidas de este tipo. La Fundación ha incrementado las campañas, también con las federaciones de deportes de montaña, sobre cómo actuar cuándo uno se topa con un oso. "Además, con la pandemia hay más gente en la montaña", recuerda Palomero, quien habla de "informar sin alarmar, porque se producen muy pocos contactos visuales y los incidentes son excepcionales, pero aún así es bueno saber qué hacer porque hay más osos y más turistas". Recuerda que también "los jabalíes han mandado a cazadores al hospital, y no por eso decimos que no puedan coexistir".  

 

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