"He vuelto a Ordesa con 87 años como un rey, como Felipe II fue a ver El Escorial"

Rafael Oliver realizó su primera excursión a la Cola de Caballo del Parque Nacional cuando tenía 12 años y en el 75 aniversario de aquel hito ha vuelto a hacer la ruta con ayuda de una silla mono-rueda.  

Doce años después de su último ascenso y 75 más tarde de su primera subida, Rafael Oliver ha podido volver a las montañas de Ordesa este verano. Ha sido el regalo por su 87 cumpleaños y ha supuesto un auténtico reto para él y su familia. Llegar desde la Pradera hasta la Cola de Caballo ha sido posible gracias a una Joëlete, la silla mono-rueda creada en 1987 por un guía de montaña francés para llevar a su sobrino enfermo por los senderos que él conocía. 

Rafael Oliver, nacido en Huesca, con familia en Biescas y afincado en Valencia, cuenta con entusiasmo la excursión: "Vas sentado allí como un rey, como debieron llevar a Felipe II a ver las obras de El Escorial ". Explica que en ningún momento tuvo sensación alguna de temor, pero reconoce que "los porteadores sudan lo suyo". Además, indica que el servicio le parece "fenomenal", pero "me da la impresión de que no tiene mucha difusión, de que no se ha dado a conocer la existencia de este transporte, que no lo hay en todos los parques". 

El Parque Nacional de Ordesa y Monteperdido tiene cuatro unidades Joëlette a disposición de cualquier persona con movilidad reducida que lo solicite para hacer senderismo en este espacio, incluso en terrenos accidentados. El servicio se implantó en 2007 y "aunque es algo que no se solicita mucho, todos los años tenemos una cierta demanda", indica Francisco Villaespesa, jefe del Equipo de Conservación del PN.

El uso de estas sillas es gratuito, solo hay que solicitarla a las oficinas del Parque con unos días de antelación para asegurar la disponibilidad. "Aunque no suelen estar ocupadas las cuatro a la vez, es mejor avisar con un margen de tiempo", añade Villaspesa, quien recuerda que son los amigos o familiares del usuario los que tienen que manejarla y que hace falta un mínimo de tres personas para llevarla, ya que hay tramos en las que se tiene que llevar a pulso. El jefe de Equipo de Conservación señala, además, que no todos los parques nacionales cuentan con este servicio. De hecho, casi la mitad de los espacios que tienen esta catalogación carecen de él. 

En los tramos más sencillos solo hacen falta dos personas para llevar la silla.
En los tramos más sencillos solo hacen falta dos personas para llevar la silla.
Familia Oliver

La familia de Rafael Oliver se llevó una auténtica sorpresa al enterarse de que en Ordesa se podía hacer senderismo con una Joëlette. "Mi padre ha sido montañero toda la vida y puede andar, pero hacer ascensiones se le acabó totalmente porque, además de la edad tiene insuficiencia respiratoria", explica su hijo Javier. "Él ya se veía fuera de las montañas, que están al otro lado de la ventana de su casa en Biescas", añade. Pero  "hicimos las gestiones y a las siete de la mañana estábamos en la entrada del Parque con la silla y fue otra vez la sorpresa de su vida», dice Javier Oliver, quien comenta que el camino fue duro, sobre todo en las Gradas de Soaso, pero llegamos a la Cola de Caballo...

La excursión reunió a parte de la familia del veterano montañero, que prefiere decir que es "solo aficionado". Su nuera dispone del certificado para manejar una silla mono-rueda, pero hacen falta varias personas para llevarla. Rafael Oliver insiste en que "no tienes ninguna sensación de peligro pero tiene que haber personas que tengan idea de manejarla". 

"No tienes ninguna sensación de peligro pero tiene que haber personas que tengan idea de manejarla".

Su hijo explica que desde la Pradera hasta el bosque las Hayas o Gradas de Soaso, con dos personas, una delante y otra detrás, sería suficiente, pero con relevos. "Cuando el terreno está muy empinado, hacen falta otras dos delante y detrás para coger las cintas que ayudan a tirar de la silla", indica. "En los tramos más difíciles éramos seis ", apostilla Javier Oliver. Ellos subieron dos guías de Aragón Aventura, Fernando Garrido y  Félix Aznar. "Durante el camino, mi padre les iba explicando qué cumbres eran las que íbamos viendo, y contando historias antiguas del parque, de cuando se subía con crampones de hierro oxidados…", añade. 

La afición a la montaña de Rafael Oliver nació en las visitas que regularmente hacía a su abuela en Biescas cuando era niño. "Yo tenía 12 años cuando un amigo de aquí, mayor que nosotros, nos llevó a las Clavijas de Soaso, al refugio del señor Ramón (hoy Góriz), que era una especie de borda, con la cocina a la entrada; eso sí, te servía un café que traía de Gavarnie...", recuerda. También explica que "entonces no teníamos medios de transporte y tenías que depender del ford de Eugenio, que era un autobús que había aquí en el pueblo que anunciaba excursión a Ordesa, al Balneario...". 

"El refugio del señor Ramón era entonces una especie de borda, con la cocina a la entrada; eso sí, te servía un café que traía de Gavarnie..."

La subida a la Cola de Caballo fue para todos fue una jornada inolvidable y emotiva, aunque no era la primera vez que acompañaban al 'Abu', como le llaman cariñosamente, en un empresa semejante. "A él le pesaba haberse jubilado de la montaña sin haber subido a Peñagolosa, que es la segunda cima más alta (1.813 m) de la Comunidad de Valencia pero la más emblemática", relata el hijo. A través de la Federación de Montaña, hace unos meses consiguieron una Joëlette y el padre pudo hollar una cumbre donde no había estado nunca.  

Rafael Oliver se había resignado ya a disfrutar de la montaña a través de sus recuerdos pero ante él se han abierto nuevas posibilidades para continuar disfrutando del paisaje, el aroma de las flores silvestres, el almuerzo a mitad de camino y las tormentas que tanto le gustaba contemplar entre las cimas. Como no hay dos sin tres, que dice su familia, él espera con inquietud su próxima excursión.   

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión