Más de 400 tramos en el Ebro tienen un riesgo "significativo” de inundación

La riada de Biescas propició que los cámpines se trasladaran o reordenaran sus usos para evitar la pernocta cerca del río.

Javier San Román en la sala de la red de información hidrológica del SAIH.
Javier San Román en la sala de la red de información hidrológica del SAIH.
CHE

La riada de Biescas, el suceso más dramático en la historia de casi un siglo de la Confederación Hidrográfica del Ebro, constituye una lección "de la que se aprendió mucho". Javier San Román, comisario adjunto de la CHE, asegura que actualmente no existe junto a un cauce una instalación tan vulnerable como era aquella. “El de Biescas era el único campin situado en un cono de deyección. ¿Cómo era posible? Porque el barranco estaba canalizado y se consideraba que el agua iría por ahí”, dice.

Hoy, según el organismo de cuenca, puede quedar algún alojamiento de este tipo en la orilla de un río, “pero se están trasladando o reordenando sus usos”, de acuerdo con las autoridades de Protección Civil, para que en la zona más cercana al cauce no haya tiendas ni caravanas, en suma, no se pernocte.

“Un campin es la instalación más vulnerable, y es algo que aprendimos de esa tragedia”. En todo caso, el cambio legislativo no vino por esta riada sino a raíz de las graves inundaciones sufridas en varios países de Europa cuatro años después. La UE aprobó en 2007 una directiva de evaluación y gestión de riesgos de inundaciones, trasladada en 2010 a la legislación española.

"Europa ordenó a España hacer los deberes"

"Europa ordenó a España hacer los deberes", indica el comisario adjunto, y eso pasó por realizar una evaluación preliminar para identificar las áreas de "riesgo potencial significativo de inundación" (Arpsi), mapas de peligrosidad que tuvieran en cuenta los episodios históricos e indicaran los daños potenciales con periodos de retorno de 10, 50, 100 o 500 años y, en tercer lugar, planes de gestión para afrontarlos en coordinación con todas las administraciones competentes.

Actualmente, está en fase de consulta pública el segundo Plan de Gestión del Riego de Inundaciones de la Demarcación del Ebro (el mandato europeo exige la revisión cada seis años), que ha de aprobarse en enero del 2022 y que no es ajeno al fenómeno del calentamiento global. Según señala en su memoria, los daños están incrementándose y es necesario “aumentar el conocimiento de los efectos del cambio climático en el riesgo de inundación”.

La revisión de la evaluación preliminar identifica en la demarcación del Ebro un total de 410 tramos en los que se consideró que existía un riesgo significativo de inundación, con una longitud total de 1.468 kilómetros, de los cuales 1.344 corresponden a tramos fluviales y 124 al tramo del litoral del Delta del Ebro (único tramo costero). Estos se agruparon en 46 Áreas de Riesgo Potencial Significativo de Inundación, siguiendo para ellos criterios de analogía hidrológica y geomorfológica.

Un periodo de retorno de 500 años

El río Gállego, en el entorno de Biescas y el barranco de Arás, están considerados tramos de riesgo alto y cuentan con mapas de peligrosidad. En concreto, en el Alto Gállego, figuran dos en Biescas (desde unos metros aguas arriba de la localidad hasta la confluencia con el barranco de Arás y desde unos metros aguas arriba de Yosa de Sobremonte hasta la confluencia con el río Gállego) y otros en Senegüé, Larrés, Aurín y Sabiñánigo. La Confederación asegura que las actuales obras de encauzamiento y contención del barranco tienen capacidad hidráulica suficiente para una avenida de 500 años de periodo de retorno en condiciones óptimas de desagüe.

“Hay eventos tremendos generados por la atmósfera, la seguridad total no existe, pero algo como la riada del torrente de Arás no puede volver a ocurrir porque ya aprendimos de aquel trágico episodio”, señala Javier San Román, quien recuerda otros fenómenos extremos en cuanto al volumen de precipitaciones, como el de 1963 en la comarca de la Ribagorza, también a principios de agosto, cuando un episodio de lluvias arrasó cinco puentes medievales que habían aguantado durante siglos.

Castejón de Sos, otro campin arrasado por la riada de 2013

Pese a la dramática lección del barranco de Arás, la riada de Benasque en 2013 volvió a mostrar las imágenes de un campin junto a un cauce asolado por una crecida. El de Castejón de Sos, a orillas del Ésera, se llevó la peor parte de aquellas inundaciones a causa de la rotura de un muro de protección. El agua entró con virulencia y arrastró todo lo que estaba a su paso, incluidas casetas, coches y caravanas. Por fortuna, a diferencia del de Biescas, pudo ser evacuado a tiempo. Un año después la Policía Autonómica lo clausuró al no obtener autorización de la CHE para la reapertura. Entonces se supo que la orden de precinto partía de una resolución dictada 14 años antes. 

La imagen del campin de Castejón de Sos tras la riada de 2013 recordó a lo sucedido s , evocó la del campin las Nieves, ocurrido 17 años antes.
La imagen del campin de Castejón de Sos tras la riada de 2013 recordó lo sucedido en Las Nieves 17 años antes.
Javier Blasco

A raíz de la riada de 2013, se supo que 13 de los 22 puentes y pasarelas sobre el Ésera y tres cámpines situados en los municipios afectados carecían de la autorización de la Confederación Hidrográfica del Ebro, preceptiva al estar situados en zona de protección del dominio público hidráulico. 

El Reglamento del Dominio Público Hidráulico establece ya claramente desde 2016 que un campin es un uso vulnerable y está prohibida la realización de actividades con pernocta en las zonas denominadas de flujo preferente, aquellas donde en una crecida extraordinaria se produce un mayor calado y velocidad del agua.

La CHE vigila que no se ocupen áreas de dominio público hidráulica, sean o no vulnerables, ni haya actuaciones que alteren el régimen de las corrientes, como colocar una escollera. Solo en 2020 tramitó 109 expedientes por obras sin autorización, 40 por invasión de cauce público y 41 por cruce de cauce público.

¿Y las viviendas situadas junto al cauce?

¿Pero qué pasa con lo ya construido, como las viviendas? La alarma también saltó en la crecida del río Aragón en 2012, que se llevó por delante varias casas de una urbanización de Castiello de Jaca construidas junto al cauce. Según la CHE, se trabaja para la adaptación de estas construcción, lo que no se permite son nuevos usos vulnerables. “Los planes de gestión de riesgo de inundación, en colaboración con otras administraciones, establecen si pueden seguir allí o si tienen que adaptarse”, explica el comisario adjunto de la CHE. Un ejemplo es una residencia de ancianos afectada por un evento extraordinario en Lérida, en la cual se decidió no permitir la pernocta en plantas bajas. En el tramo medio del Ebro hay acciones combinadas como la Estrategia Ebro Resilience para proteger avenidas con periodos de retorno de hasta 25 años que permiten hacer más seguras explotaciones ganaderas acondicionando una de las entradas.

La crecida del río Äragón en 2012 provocó graves daños en unas viviendas en Castiello de Jaca.
La crecida del río Äragón en 2012 provocó graves daños en unas viviendas en Castiello de Jaca.
Laura Zamboraín

“Podemos evitar los daños, no el fenómeno”, señala Javier San Román, quien advierte sobre la diferencia entre una avenida rápida en un torrente de montaña, con cuencas de fuerte pendiente y valles estrechos, o en el Ebro, donde la crecida se ve venir. La red de control hidrológico del SAIH, con más de 300 pluviómetros y numerosas estaciones de aforo en toda la cuenca, con modelos calibrados por la experiencia, permiten saber cuándo llegará la punta con un margen de error. “En la montaña puede ser cosa de minutos, en el llano, de pocos días, pero da tiempo a tomar medidas”, aclara. En todo caso siempre hay un margen de incertidumbre (un 10% en datos de caudal), porque no siempre que llueve se generan crecidas, y no siempre es posible saber cuándo y dónde va a llover.

¿Cómo cambio la normativa de los cámpines?

El campin de Biescas, considerado uno de los mejores de Aragón, estaba situado en monte de utilidad pública y fue autorizado definitivamente solo dos años antes de la riada. Según la DGA, era un lugar seguro frente a lluvias de hasta 50 litros por metro cuadrado, equivalente a un periodo de retorno de 100 años y contaba con un aliviadero para cuando se superasen esos caudales. Pero ni el cauce natural ni el sistema de diques artificial fueron suficientes. 

A partir de la tragedia, el Gobierno de Aragón empezó a estudiar una nueva normativa para definir con mayor precisión la evaluación de riesgos y determinar las medidas correctoras en las áreas de acampada. La Dirección General de Turismo encargó a una empresa un estudio sobre la situación de los cámpines que analizó los riesgos por inundación, incendio forestal, movimientos del terreno, caída de árboles, cercanía a vías de comunicación (en 1978, el accidente de un camión cisterna causó más de 200 muertos en el campin Los Alfaques), rayos, de origen tecnológico o por aludes. 

De forma consensuada con el sector y la CHE, se aprobó ocho años después un decreto de alojamientos turísticos al aire libre, concediendo un periodo transitorio para actualizar las instalaciones y corregir los riesgos detectados. Algunos no pudieron y hubo que buscar emplazamientos alternativos o cerrarlos. La normativa para los 106 alojamientos al aire libre con 34.038 plazas se sigue actualizando constantemente para afrontar los cambios, aseguran desde la Dirección General de Turismo. Un ejemplo es la última reforma, la de las áreas de autocaravanas, para adaptarse al auge de esta modalidad cada vez más en auge. 

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