El ‘annus horribilis’ de los refugios de montaña: "De octubre a febrero solo vinieron dos personas"

Las pernoctaciones cayeron un 51% en 2020 y en los últimos meses apenas ha habido clientes, aunque algunos han seguido abiertos. La Diputación de Huesca ha salido al rescate con un plan de ayudas.

Martin Grudzien, uno de los guardas del refugio de Cap de Llauset.
Martin Grudzien, uno de los guardas del refugio de Cap de Llauset.
Heraldo

El 2020 pasará a la historia como el ‘annus horribilis’ para muchos alojamientos turísticos. También para los refugios de montaña del Pirineo. Algunos de ellos, pese a la sangría económica por la falta de ingresos, han decidido mantener abiertas sus puertas, aunque la Federación Aragonesa de Montañismo (FAM), de modo excepcional, les dio la posibilidad de cerrar este invierno ante la caída de reservas para ahorrar gastos.

Las cifras muestran claramente el descenso de clientes. A lo largo de 2020 las pernoctaciones se redujeron un 51,8%, pasando de las 98.112 contabilizadas en el 2019 a 47.315. Perdieron casi 51.000 usuarios. Por encima de ese porcentaj medio estuvieron, por ejemplo, Góriz (62%), Viadós (56%), La Renclusa (59%) o Respomuso (65%). El primero, el más frecuentado, llegó a restar casi 8.500 clientes en su balance en relación al año anterior.

La caída empezó con los meses de confinamiento domiciliario, de marzo a mayo; siguió en verano, con libertad de movilidad pero una reducción del 50% de las plazas en aplicación del protocolo anticovid; y se agravó a partir de octubre por los cierres autonómicos y provinciales, hasta el punto de que la Federación Aragonesa dio libertad para cerrar, una decisión insólita ya que los refugios aragoneses son los únicos del país que están abiertos 365 días al año. Los que han seguido dando servicio aseguran que apenas han recibido reservas en los últimos meses.

Para compensar esta debacle, la Diputación de Huesca ha aprobado un programa específico de ayudas dotado con 150.000 euros. El plan de rescate llegará a 16 instalaciones. Contempla una dotación fija de 3.000 euros para cada una y otra variable, en función de la reducción de pernoctaciones, con una asignación de 2 euros por cada cliente perdido respecto al ejercicio anterior.

El plan de rescate

Las ayudas oscilan en una horquilla de 5.712 a 19.874 euros. Llegarán tanto a los cuatro refugios privados de la provincia (Bujaruelo, Linza, Viadós y Gabardito) como a los 12 gestionados por la Federación Aragonesa de Montañismo: Góriz, Bachimaña, La Renclusa, Ángel Orús, Casa de Piedra, Lizara, Pineta, Cap de Llauset, Monfalcó, Respomuso, Estós y Riglos.

El programa tiene en cuenta la singularidad de estos alojamientos por la dificultad de mantenerlos cerrados. El presidente de la Diputación de Huesca, Miguel Gracia, menciona "su papel en la economía del territorio rural donde se asientan" y recuerda que, pese a que el verano fue bueno desde el punto de vista turístico, "los refugios solo pudieron utilizar la mitad de sus plazas" por el protocolo anticovid.

Sergio Rivas, responsable de Refugios de la FAM, incide en estas limitaciones. La caída de las pernoctaciones no se debe solo a los meses de duro confinamiento, en algunos momentos con la única opción de dar servicio a los habitantes de la provincia, sino también a las restricciones de aforo. El balance del 2020 es "nefasto", asegura, y las pérdidas económicas, "terribles".

El cierre de estas instalaciones, algunas situadas por encima de 2.000 metros, las deja al capricho de los rigores invernales. Rivas incide en esta característica para decir que "los refugios de altura no se pueden dejar solos. Algunos guardas se han quedado, aunque no estuvieran dando servicio, o han estado subiendo y bajando. Otros se fueron, pero al llegar el frío, regresaron".

En los primeros meses de este año no han mejorado los datos, ni siquiera cuando se abrieron las tres provincias aragonesas. En Semana Santa apenas hubo clientes, una circunstancia que se relaciona con la tipología de estos alojamientos de habitaciones colectivas y la prevención ante el uso de espacios comunes. Sergio Rivas tiene la esperanza de que en verano la situación cambie, pero no oculta "la enorme incertidumbre que existe".

Chema Grau, guarda del refugio Ángel Orús, en el valle de Benasque.
Chema Grau, guarda del refugio Ángel Orús, en el valle de Benasque.
Heraldo

Testigos de un año "catastrófico"

El refugio de Cap de Llauset (Montanuy), el de mayor altitud del Pirineo aragonés (2.425 m), no ha cerrado ni un solo día, a pesar de que los confinamientos dejaron vacío el Pirineo. "Desde mitad de octubre hasta mitad de febrero, solo pasaron por aquí dos montañeros", asegura el guarda Martin Grudzien, que se ha turnado con su socio cada 15 días.

El edificio es nuevo (la ampliación se inauguró en 2018) y dejarlo suponía un riesgo ante el peligro de congelación de las tuberías o los daños por las fuertes ventiscas que en invierno azotan esta zona, a más de una hora andando desde el embalse de Llauset.

Estas últimas semanas ha habido algo de movimiento porque es un paraíso para el esquí de travesía, pero la nieve escasea y la temporada se acaba. De cara al verano, las reservas llegan con cuentagotas. No obstante, Grudzien ve el vaso medio lleno. "La gente ha cambiado su comportamiento y sabemos que ahora reserva en el último momento, por lo que pudiera pasar."

La situación ha sido "catastrófica", en palabras de Chema Grau, guarda del Ángel Orús (Sahún), otro de los refugios de altura (2.148 m), porque ha habido muchos gastos sin apenas ingresos. "En diciembre hicimos el último vuelo de aprovisionamiento con 4.000 litros de gasoil y hay que pagar el combustible y el helicóptero que lo sube".

Trabajar al 50% en verano implicó la mitad de ingresos pero no la mitad de gastos. Hubo que hacer tres contratos porque además el protocolo anticovid implicaba más trabajo. Al aforo limitado se sumaron los confinamientos perimetrales a partir de octubre.

Los clientes han escaseado desde entonces, como refleja su dietario: 7 el 31 de octubre, 2 el 21 de noviembre, 3 el 6 de diciembre, ninguno en enero y febrero, 5 el 17 de marzo y 15 el 17 de abril. Para el puente de San Jorge, esperaban 5. La Semana Santa, muy animada en el valle de Benasque, no se tradujo en pernoctas en la alta montaña. "La gente no se atreve a reservar para luego no poder venir", dice Grau. En 2020 el Ángel Orús solo contabilizó 3.520 pernoctar (7.312 en 2019), y en lo que va de año han pasado por aquí 26 personas.

Pese a todo, siguen abiertos, porque, dice, "es nuestro trabajo". Tienen solicitadas varias ayudas, pero algunas "es dinero que hay que devolver". "Ayuda sería no pagar autónomos o que se quede parada la letra del coche de empresa".

El guarda del Ángel Orús recuerda que la FAM dio opción de cerrar, "pero solo nos fuimos a casa en Navidad, y cada dos días subíamos a dar vuelta, no podíamos dejar esto solo". Era la primera vez en 20 años. Ahora confía en la vacunación para retomar la normalidad, "aunque no podamos trabajar al cien por cien".

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