Capella: tesoros de la princesa del Isábena

La principal población del valle del Isábena es mucho más que una dinámica e industriosa población; preserva una notable riqueza patrimonial, poco conocida.

Hay poblaciones cuya belleza es evidente desde la primera ojeada, que salta a la vista sin tapujos. Pero hay otras que descubren sus secretos poco a poco, implicando al visitante en una aventura iniciática tras sus joyas, rincones y recovecos llena siempre de agradables sorpresas. Capella es una de estas localidades; desvela sosegadamente una hermosura que luego parece imposible no haber sabido ponderar desde el primer momento.

Ni siquiera su monumental puente medieval sobre el Isábena, uno de los más bonitos de Aragón, se hace demasiado evidente para el viajero de paso a pesar de sus dimensiones casi desaforadas. Pasa lo mismo con su caserío, repleto de interesantes casonas y coronado por la preciosa iglesia parroquial de San Martín de Tours, de origen románico y restaurada hace no mucho; encierra uno de los retablos pictóricos más apabullantes en su belleza del Alto Aragón, una obra del siglo XVI que fue ejecutada con notable mérito artístico por dos de los pintores de mayor prestigio existentes en aquel tiempo en Barcelona: el alemán Johan de Borgunya -quien murió al poco de implicarse en el proyecto- y el portugués Pedro Nuñes.

Una joya de las varias que atesora esta población que es, por historia e importancia, la princesa de un valle del Isábena que merece un mayor conocimiento y reconocimiento de los aragoneses. "No son muchos los que visitan la iglesia y saben previamente del retablo; cuando lo ven se quedan con la boca abierta, porque no se esperan encontrar una iglesia tan bonita ni un retablo tan impactante", comenta José Gascón, quien con su mujer Teresa lleva muchos años atendiendo la limpieza y el decoro del templo; se presta siempre amablemente a ejercer de cicerone a los visitantes que lo soliciten.

Como para el resto de convecinos, el retablo es para José «mucho más que una joya», que luce especialmente esplendorosa después de una muy atinada restauración que le devolvió unos colores nítidos y vibrantes, y unas formas y dibujos que denotan la mano de unos grandísimos autores. Se confeccionó entre los años 1525 y 1533 y consta de 18 tablas, distribuidas en cuatro calles y un banco. Las cuatro tablas superiores hacen referencia al titular de la iglesia, San Martín de Tours, y las demás representan escenas de la vida de Jesús y de la Virgen. Las puertas bajas muestran unas figuras de San Pedro y San Pablo de gran mérito artístico, que han despertado la codicia de mercaderes y coleccionistas varios.

José, al rescate

La primera de ellas, de hecho, estuvo a punto de salir del pueblo hace algunas décadas; José Gascón, que era un excelente carpintero, cuenta cómo le encargaron fabricar un cajón para trasladarla a Lérida, con destino posiblemente al antecesor del museo que estos días está tan de actualidad, por empecinarse en no devolver las piezas procedentes de las parroquias aragonesas. "Mi padre y yo hicimos correr la voz, todo el pueblo se levantó contra la decisión y conseguimos parar su marcha".

Bajando desde la iglesia encontramos un conjunto urbano con edificios y detalles de evidente prestancia, que merecen una detenida parada para disfrutarlos plenamente. Casas de factura palaciega, grandes casonas de abolengo con portadas blasonadas, las de los Blanco, Naval, Baldellona y otros ilustres linajes que sentaron sus reales aquí, pasajes y pasadizos que mantienen la impronta del urbanismo medieval, elegantes aspectos decorativos de aire modernista, balconadas y rejas con excelente labor de herrería, curiosos aleros saledizos sobre las calles… son muchos los elementos que se le van descubriendo al visitante conforme pasea por sus calles y detiene la vista en lo que le rodea.

El puente

Como colofón queda el impresionante puente medieval de ocho ojos, cuya estampa -por evidente, armoniosa y rotunda- impacta y casi apabulla al visitante. Por eso, para hacerse una idea previa, casi es mejor visitar antes el curioso ‘Rincón de Maigual’, donde José Antonio Fumanal expone varias de las maquetas que ha realizado de los monumentos de la zona. La del puente, por lo minuciosa, prepara para el descubrimiento de este soberbio armazón pétreo de estilo gótico, construida entre los siglos XII y XIV; está considerada como una de las obras de ingeniería medieval más importantes de España.

Con algo más de cien metros de longitud y casi tres de ancho, salva el curso del río Isábena mediante dos rampas en forma de lomo de asno sobre un gran ojo central de arco de medio punto, que alcanza los doce metros de altura. y otros tres a cada lado -hay un octavo arquillo semi oculto en la margen derecha que rompe la simetría-, progresivamente de menor luz, entre los que se intercalan afilados tajamares, todo ello construido en excelente sillería. Una más de las joyas de una localidad que merece la pena conocer y disfrutar.

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