aragon extraordinario

Campo y el gran respeto por la tradición

Campo se ha reinventado en los últimos tiempos como foco de atracción turística, tras haber perdido por la despoblación su papel tradicional de centro de servicios.

Fernando Maestro, en una sala del Museo de Juguetes Tradicionales de Campo.
Fernando Maestro, en una sala del Museo de Juguetes Tradicionales de Campo.
Ángel Gayúbar

Se necesitan pocas excusas para visitar Campo. Solo su emplazamiento, bajo la sombra protectora del totémico Turbón y a orillas de un río Ésera (ora juguetón, ora bravío y cascarrabias) justifica el viaje.

Esta histórica villa, situada a caballo entre la Alta y la Baja Ribagorza, ofrece mucho más al viajero, empezando por su honesta y armónica arquitectura pirenaica, nada ostentosa y en la que se adivinan influencias –en postigos, arquitrabes y adornos– de la cercana Francia, con la que en tiempos mantuvieron estrechas relaciones los hijos del pueblo. La feroz hendidura provocada por el río en las rocas próximas y la cada vez más quebrada acumulación de materiales cretácicos que se encaraman hacia el Turbón y el cercano Cotiella hacen las delicias de profesionales y aficionados a la geología.

Los sombríos bosques que verdean las laderas son pródigos en gran variedad de setas –que establecimientos locales como el Prats o la Cova d’Axén preparan deliciosamente– y sus tradiciones como la del particular carnaval local –en el que hasta hace no tanto el paseante incauto podía acabar con la cara tiznada de azulete– y el singular juego de las birlas, partidas de bolos en que solo participan las mujeres del pueblo, son otras razones para disfrutar de Campo.

A esta villa le pilló la modernidad agravada en su caso por el efecto traumático de la lucha contra un proyectado pantano que iba a anegar su caserío y que, aunque finalmente desechado, dejó exhaustas a sus gentes. El recuerdo de esa época se advierte en el sencillo monolito erigido en un rincón tras la iglesia. La leyenda ‘Mos darem as mans firmes y calmudas, clabarem es peus n’esta terra nuestra’ grabada en la piedra testimonia la voluntad de pervivencia de los campenses.

Era necesario reinventarse, y la apuesta por el turismo fue inmediatamente una de las opciones que se tuvieron en cuenta.    Eso sí, acompañada por una inteligente política de potenciación de la oferta cultural, que tuvo su plasmación más evidente en la inauguración en 1998 del Museo de Juegos Tradicionales, uno de los más importantes del mundo por la cantidad y calidad de las piezas expuestas como por la labor de investigación, promoción y divulgación.

Este museo es la plasmación del sueño de Fernando Maestro, histórico del deporte tradicional aragonés y apasionado del tema. El espacio expositivo, habilitado en tres antiguos pajares de la localidad unidos en una única estructura, muestra una colección estable de más de 2.000 piezas, muchas de ellas renovadas periódicamente. Guarda una muestra de los juegos populares más representativos de las diferentes regiones españolas, que no ha parado de crecer desde que abrió sus puertas.

Con ser importante la colección museológica y las propias infraestructuras e instalaciones de estudio y documentación,    lo que es impagable en una visita a este museo es la conversación con su director, ese Fernando Maestro y que se muestra –siempre, y con todo el mundo– ameno en las explicaciones, torrencial en sus infinitos saberes y empático y divertido como nadie. Fernando se lanza a una erudita disquisición sobre la diferencia entre juegos tradicionales y populares que, con sus argumentaciones, tiene mucha más enjundia de lo que pudiera parecer a los profanos.

María José Fuster muestra parte de su colección.
María José Fuster muestra parte de su colección.
A. G.

Lección de antropología e historia con las hueveras como profesoras

María José Fuster alterna su casa de Barcelona y la que tiene aquí en Campo, su pueblo natal. Tras una vida nómada que le ha llevado a visitar numerosos países y residir durante muchos años en Bruselas, la relativa tranquilidad de su jubilación le permite dedicar el tiempo a inquietudes que incluyen la edición de tres activos blogs, la publicación de varios libros y el mantenimiento de una sorprendente colección de humildes hueveras, de las que posee más de 12.000 de los más variados materiales y procedencias.

Con sus doctos conocimientos y comentarios, se convierten en una auténtica lección de antropología y de historia. Charlar con María José abre un universo insospechado de conocimientos asociados a la colección a quienes tienen la suerte de poder disfrutarla en la coqueta residencia de Campo en la que se guarda buena parte de este sorprendente tesoro. A. G.

Zona de las pirámides en el Ésera.
Zona de las pirámides en el Ésera.
Eseraventura

La sensación de pura libertad en las salvajes aguas del Ésera

Las aguas del Ésera se han convertido en oro blanco para las gentes de Campo. Arrumbado al cajón de los sueños inútiles el disparatado proyecto del pantano de Lorenzo Pardo y la amenaza de la desaparición del pueblo, la villa comprueba el potencial benéfico de las aguas desde un sector insospechado hace tan solo tres décadas: el del turismo activo atraído por la actividad al aire libre y el disfrute lúdico de los ríos, del que esta localidad se ha convertido en una de las auténticas capitales en el espacio pirenaico.

Son siete las empresas que ofrecen ahora sus servicios a la riada de personas que desde comienzos de la primavera y hasta bien entrado el otoño, se acercan hasta aquí para disfrutar de las aguas embravecidas del Ésera. Incluso en estos tiempos pandémicos, una vez que se suavizaron las restricciones tras la primera ola del coronavirus, fueron muchos los ciudadanos que se acercaron hasta Campo para sentir la naturaleza en su máxima expresión, con un deseo inconsciente -o profundamente consciente- de exorcizar el encierro y la angustia del confinamiento. Un estricto protocolo sanitario, seguido a rajatabla por todos los implicados, garantizó la seguridad de practicantes y monitores.

Sin Fronteras, Live Water, Aventura Pirineos, Ríos del Pirineo, Aguas Blancas, Kayak Campo y la pionera Eseraventura, junto a Rafting Ésera que opera desde la vecina Santaliestra, ofrecen senderismo, barranquismo, montañismo… se han convertido en un motor de desarrollo económico para el territorio, con sus aguas como eje, y en un factor fijador de población joven en un entorno rural que parecía abocado a la desertización. El sector se ha dado cuenta de que la unión hace la fuerza: acaba de nacer la Asociación Río Ésera, para plantear objetivos comunes al sector. 

Ficha

Comarca. Ribagorza.

Cómo llegar. Desde Huesca, su capital de provincia, hay 110 kilómetros vía Barbastro y Graus, y desde aquí tomar la A-139 o Eje del Ésera.

Dónde comer y dormir. Los hoteles Turbón, Los Nogales o Cotiella (este también con servicio de bar-restaurante) y comer en la Cova d’Áxén, el bar Prats o Casa Boyón.

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