"La alta montaña del Pirineo es la catedral de la naturaleza"

Daniel Gómez, investigador del Instituto Pirenaico de Ecología, ha coordinado el libro 'Plantas de las cumbres del Pirineo'. 

Daniel Gómez es investigador del IPE y director del Herbario de Jaca.
Daniel Gómez es investigador del IPE y director del Herbario de Jaca.
Laura Zamboraín

El investigador del CSIC y director del Herbario de Jaca, Daniel Gómez (Jaca, 1957), es el coordinador del libro 'Plantas de las cumbres del Pirineo. Flora del piso alpino', una obra colectiva (escrita con J. Vicente Ferrández, Manuel Bernal, Antonio Campo,  J. Ramón Retamero y Víctor Ezquerra), editada por Prames, que compila más de 600 especies que crecen por encima de los 2.300 m de altitud. El libro, galardonada con el Premio Félix de Azara 2019 a la edición, otorgado por la Diputación Provincial de Huesca, se presentó en la cima del Monte Perdido (3.348 m) en agosto. 

¿Cómo puede sobrevivir una delicada flor entre pedregales alpinos, a -20 grados, con ventiscas y nieves casi perpetuas?

A lo largo de una larguísima evolución las plantas se han adaptado a todas las condiciones, tanto en el desierto como en el medio alpino. Nosotros juzgamos desde nuestra perspectiva y pensamos ‘¿qué frío hace aquí, cómo puede vivir una planta?’ Pero ellas siempre han tenido ese frío. Aguantan con distintas estrategias. Una de las más usuales consiste en estar bajo la nieve, protegidas, desarrollando su ciclo de vida cuando la temperatura es más favorable. Tienen que crecer deprisa, florecer deprisa… En resumen, se han adaptado al clima de la alta montaña aprendiendo a aprovechar el buen tiempo, que es muy escaso.

¿Explíqueme el caso más sorprendente? 

Los sauces enanos miden unos centímetros y pueden tener 200 años. Cuando se vive en sitios difíciles, el crecimiento es muy lento: hay que ser pequeño y estar agachado, como cuando los humanos nos encogemos, si hace frío y viento. En lugares donde permanece la nieve, las plantas de debajo no van a poder salir, tendrán que esperar a un año más cálido para desarrollar su ciclo y echar semillas.

Otra estrategia es la de las plantas con forma de almohadilla. Dentro crean un microclima que mejora sus condiciones. Son muy abundantes, como la planta musgo. Las plantas en la alta montaña pueden vivir siglos y aprovechar los años buenos para crecer, los que no son buenos se quedan quietas.

¿Qué lección podemos aprender de ellas y de su evolución?

Son una demostración de la capacidad de la naturaleza para encontrar respuestas a los retos de los entornos más duros y adaptarse. En estos tiempos esa lección es importante de aprender. Las plantas alpinas son las que tienen las flores más bellas, son muy atractivas porque necesitan atraer a los polinizadores, y hay pocos insectos en la alta montaña. Compiten en belleza, como si hubiera muchas mujeres y pocos hombres. Han evolucionado con unas flores sorprendentes, en algunos casos más grande que el resto de la planta. Es admirable la belleza estética y también la armonía de la naturaleza, cómo encuentran respuesta para vivir en ambientes que para nosotros son tan extremos.

El Pirineo siempre atrajo a aventureros e investigadores, ya desde el siglo XIX. Hoy se encontrarían una cordillera muy distinta.

Nuestro trabajo descansa en el precedente de exploradores que subían a las montañas cuando no había carreteras, cuando eran mucho más inaccesibles. Antes era para aventureros y algún pastor. Ahora es mucho más accesible y está más masificada. Llegamos en coche hasta Ordesa y hay telesillas hasta más de 2.000 metros.

El magnetismo de las montañas, ir para descubrir qué hay allí, siempre ha existido. Los turistas creen que llegan para descubrir territorios inexplorados, pero en realidad se han explotado desde hace milenios, con la extracción de minerales o de madera. Para extender los pastos se tiraban abajo los bosques, y también para construir barcos. Aunque la sobreexplotación es un fenómeno de ahora.

Igual que hay animales en peligro de extinción, existen plantas amenazadas con la máxima protección, algunas capaces incluso de parar los planes de una nueva carretera. ¿Alguna especie corre mayor riesgo de desaparecer?

La mayor vulnerabilidad se asocia al cambio climático. Estas plantas que están muy vinculadas al frío y a la nieve van a perder capacidad de competir. Tendrían que ir más arriba para encontrar el ambiente en el que viven ahora. Pero en los Pirineos, en comparación con los Alpes o el Himalaya, llega un momento en que ya no hay más arriba, no se puede subir más.

Además, la frecuentación de algunas zonas, que es responsabilidad más directa nuestra, supone un riesgo. Las plantas aguantan bien el frío pero lo que no aguantan es el pisoteo y nuestra contaminación, porque no se han adaptado a eso, a diferencia de las plantas de las ciudades. Las más vulnerables quizá sean las de las zonas húmedas, las de los ibones, donde se acaba depositando la basura y la contaminación.

El Pirineo es un laboratorio perfecto del cambio climático. ¿La flora nos indica hacia dónde vamos?

El valor científico de esta recopilación es saber qué hay ahora. Tenemos información de lo que había hace 100 y 200 años por los exploradores y podemos evaluar los cambios. En Monte Perdido, por los caminos donde sube la ‘marabunta’, prácticamente no queda nada debido al pisoteo. La alta montaña tiene una capacidad de carga humana muy reducida, no admite la masificación. Es el pisoteo, pero también la basura, la acampada… Todo eso redunda en la desaparición de plantas y animales. Cuando nosotros avanzamos, la naturaleza retrocede, es de cajón. Y por eso hay que hacer un esfuerzo para preservar al menos algunos lugares. La alta montaña es la catedral de la naturaleza, y el piso alpino, el Museo del Prado. Si hubiera que buscar un lugar para salvaguardar de nuestro impacto, uno de los primeros tendría que ser el territorio alpino, que en España solo está en los Pirineos, y en gran parte en el Pirineo de Aragón.

¿Qué tipo de contaminación llega hasta esas altitudes?

Los caminos se convierten casi en carreteras por el pisoteo, pero hay que pensar en los nuevos deportes de aventura, como llegar con un helicóptero para tirarse en bicicleta. Las bicicletas arrastran piedras, plantas… La alta montaña no se puede convertir en un estadio, no es un lugar para hacer competiciones. La aventura que hay que practicar es la aventura de la naturaleza, llegar a una cumbre y aprender a apreciar lo que hay. Con Amazon se puede comprar casi todo, pero no la naturaleza, y es un bien cada vez más demandado porque es más escaso.

Aparte de aspectos éticos y filosóficos, desde el punto de vista de desarrollo socioeconómico es un patrimonio a conservar. La gente va a ver el Parque Nacional porque se supone que está bien conservado. Como en un museo o en una catedral, no pueden entrar 10.000 personas a la vez.

Supongo que no es casualidad que el libro lo prologuen un botánico y un montañero. ¿Simboliza la necesidad de mantener el equilibrio entre uso público y conservación?  

Eso es, esos dos aspectos, un jardín botánico que la gente va a visitar. Con la divulgación de la flora alpina, queremos aumentar la sensibilidad de los montañeros.  

Los autores del libro sobre la flora alpina, durante su presentación en la cumbre de Monte Perdido.
Los autores del libro sobre la flora alpina, durante su presentación en Monte Perdido.
Víctor Ezquerra
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