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Las obras de restauración de la iglesia de Castilsabás entran en su recta final

La actuación, con una inversión de 237.000 euros cofinanciada por el Gobierno de Aragón y el Ayuntamiento de Loporzano, estará finalizada a mediados de septiembre.

La directora general de Vivienda y Rehabilitación, Verónica Villagrasa, ha visitado esta semana los trabajos.
La directora general de Vivienda y Rehabilitación, Verónica Villagrasa, ha visitado esta semana los trabajos.
DGA

La Dirección General de Vivienda y Rehabilitación del Gobierno de Aragón está ejecutando las obras de restauración y conservación de la iglesia parroquial de San Antonio Abad, de Castilsabás, en el municipio de Loporzano, que estarán finalizadas a mediados de septiembre.

La directora general, Verónica Villagrasa, ha visitado está semana los trabajos que se están realizando y que se centran en la estabilización de las bóvedas y fachadas de la nave central y laterales, mediante la ejecución de zuncho de coronación en nave central y laterales, colocación de tirantes, aumento del canto del arco fajón, encamisado de bóvedas, realización de costillas en el trasdós de las bóvedas, ejecución de una nueva estructura portante de la cubierta y tablero y la colocación de material de cobertura.

La actuación se ajusta al proyecto redactado por el arquitecto Luis Galicia Berges por un importe de 10.079,30 euros y las obras están siendo ejecutadas por la empresa Damarim con una inversión de 227.257,90 euros y un plazo de seis meses. Esta cofinanciada por el Gobierno de Aragón (85%) y el Ayuntamiento de Loporzano (15%). 

La iglesia parroquial de San Antonio Abad, en Castilsabás, es un edificio de tres naves en planta rectangular. Los cinco tramos están cubiertos con bóvedas de lunetos en la central y de arista en las laterales, la separación de las naves es mediante pilastras. Tiene el coro a los pies y la torre forma parte del frente de fachada, situándose en el lado del evangelio, es de sillería constando de dos cuerpos cúbicos rematados por chapitel octogonal.

Previamente a la intervención, el edificio se encontraba en mal estado de conservación, con afección en muros, bóvedas y cubiertas. Las bóvedas se hallaban dañadas por efecto de la rotura de elementos portantes de la cubierta, provocando fuertes humedades, agravadas en las bóvedas de arista de la nave lateral, del lado de la epístola, a consecuencia de los empujes en su muro de cierre. Tal muro de cierre presentaba abombamientos, falta de conexión de sus hojas, agrietamientos por los empujes debidos a los desplomes de los muros.

Villagrasa ha recordado que " puntualmente ya se había producido la ruina parcial de bóvedas y forjados de las capillas laterales y construcciones anexas". También se observaban fuertes humedades debidas a las filtraciones de agua a través del muro. Los revestimientos de las bóvedas presentaban un estado de degradación avanzado por efecto de las filtraciones de agua y en la torre se requeriría actuar en su reparación y consolidación del chapitel y escalera de acceso ya que se observaban movimientos en las claves de los huecos del campanario por el peso transmitido por el chapitel.

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