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Una oscense, entre los arquitectos de las casas-contenedor de Barcelona

El equipo de arquitectos encargado de la construcción de estas viviendas sociales ubicadas en el barrio de Ciutat Vella ha contado en sus filas con la oscense Oihana García, que destaca la calidad y sostenibilidad del proyecto.

A simple vista, el edificio inaugurado hace tan solo unos días en la calle Nou de Sant Francesc, en el barrio barcelonés de Ciutat Vella, parece un inmueble convencional. Aunque ni el tamaño de sus pisos –entre 30 y 60 metros- ni el material con el que están construidos –contenedores de barco reciclados- son los habituales. Un proyecto que, además de ser llamativo e innovador, tiene sello aragonés.

La oscense Oihana García forma parte del equipo de Straddle3, el despacho de arquitectos encargados de dar una nueva vida a los 16 contenedores marítimos que, a partir de enero, serán el alojamiento de familias e individuos en riesgo de exclusión residencial. El proyecto, en el que también ha participado el estudio Eulia Arkitektura y Yaiza Terré, fue un encargo del Ayuntamiento de Barcelona para hacer frente a la gentrificación y la emergencia habitacional.

La construcción de estos alojamientos de proximidad provisionales (APROP) comenzó el pasado mes de julio, aunque primero hubo que acondicionar los contenedores para adaptarlos. “Antes de entrar en obra, los contenedores se prepararon en Tarragona. Allí se reforzaron y se acondicionaron por dentro para que lo más básico de las viviendas estuviera ya configurado antes de llevarlo al solar”, explica García.

Entre las ventajas de construir con este tipo de materiales, además de la sostenibilidad y la reducción de los costes, está la posibilidad de trasladar los módulos hasta otros lugares. “Lo más importante es que se este sistema permite reducir los tiempos de construcción con respecto a la obra tradicional. Hemos investigado mucho para adaptarlo en viviendas y hemos intentado que el edificio sea lo más modular y eficiente posible. Todo está pensado para que, en un futuro, el edificio se pueda desmontar, transportar y montar en otro solar” afirma la arquitecta aragonesa.

Según García, la mayor dificultad técnica que se han encontrado a la hora de construir estos alojamientos ha sido adaptar los contenedores a la normativa de incendios. “Los contenedores se han revestido tanto para cumplir con la normativa de incendios como para aislarlos térmicamente”, añade. Además, para garantizar que son seguros, los arquitectos han estado en continuo contacto con los bomberos para estudiar cuál era la mejor manera de protegerlos del fuego, ya que al ser un sistema tan novedoso no existe ningún protocolo específico.

Alojamientos, no viviendas

Los 16 módulos marítimos se han convertido en ocho estancias individuales de 30 metros cuadrados y cuatro dobles de 60. Los alojamientos –solo pueden denominarse viviendas cuando superan los 36 metros cuadrados- están completamente equipados y nada tienen que envidiar a los apartamentos de toda la vida: el baño y la cocina son de obra, los acabados son de calidad, la fachada está realizada en policarbonato y madera y el edificio cuenta con ascensor.

A pesar de ello, el proyecto ha recibido algunas críticas por parte de medios de comunicación extranjeros y algunos sectores de la población. El motivo de la controversia es el tamaño de los habitáculos, a los que que The Guardian llegó a bautizar como ‘latas de sardinas para pobres’. Una polémica a la que García trata de restar importancia. “Lo que hay que pensar, a parte de que son muy luminosos y los acabados ayudan a que se vean más amplios, es que son alojamientos provisionales. La gente que los va a ocupar está ahora viviendo en hostales, con familiares, o en la calle”, señala la arquitecta.

Además, el alquiler de un piso de 60 metros cuadrados en Barcelona puede rondar fácilmente los 1.000 euros, mientras que los inquilinos de estas ‘casas-contenedor’ pagarán en función de su renta. Está previsto que los primeros moradores lleguen al inmueble a partir del mes de enero, y podrán permanecer en él entre dos y cinco años. “Son viviendas que van a utilizar hasta que consigan una vivienda más definitiva. En las ciudades necesitamos soluciones rápidas, eficientes e innovadores para este tipo de situaciones”, explica.

“En Barcelona, como en Madrid o cualquier gran ciudad, hay muchos problemas con la vivienda. Se han propuesto diversas estrategias para garantizar ese derecho, y esta es una de ellas”, señala García. Parte de las críticas al proyecto vienen también de quienes piensan que este tipo de construcciones son la única propuesta con la que Ada Colau pretende solucionar el problema de la vivienda.

“Está pensada para un usuario concreto con unas circunstancias determinadas”, añade la aragonesa, que cree que existen algunos prejuicios con respecto a la prefabricación. “Cuando te compras un coche buscas el último modelo con las últimas tecnologías. Y lo mismo con un móvil. Pero en la construcción cuesta más entender que hay que innovar y buscar métodos más rápidos, más económicos y, sobretodo, más sostenible que los de la construcción tradicional”, afirma.

Un modelo exportable a otras ciudades

El revuelo que ha causado la inauguración de este edificio en el centro de la Ciudad Condal ha llevado a muchas otras ciudades a interesarse por él. Tanto es así que el Ayuntamiento de Barcelona ha recibido numerosas llamadas de otros consistorios para adoptar su sistema constructivo. De hecho, García asegura que es un modelo “totalmente exportable” a cualquier ciudad, por lo que no sería descabellado que, en un futuro no muy lejano, los contenedores marítimos aterrizaran también en la capital aragonesa.

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