río aragón en canfranc

Investigadores del CSIC estudian el deshielo a partir de movimientos sísmicos

Desde hace seis años se registran los episodios de fusión de la nieve desde el sismógrafo instalado en el Laboratorio Subterráneo. 

Crecida del río Aragón por el deshielo cerca de Jaca.
Crecida del río Aragón por el deshielo cerca de Jaca.
Laura Zamboraín

Un equipo de investigadores del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera del CSIC, con sede en Barcelona, llevan seis años estudiando desde un sismógrafo las señales que genera el río Aragón en la época de deshielo, a su paso por Canfranc. El trabajo permite monitorizar este fenómeno hídrico y contribuir, por ejemplo, al estudio de los efectos del cambio climático.  

La investigación, publicada en la revista Plos One esta semana, se ha realizado a partir de los datos aportados en el periodo 2011-2016 por el sismómetro del Laboratorio Subterráneo de Canfranc, situado a 400 metros del cauce. El aparato capta las vibraciones del suelo que generan los incrementos de caudal por la fusión de la nieve. De hecho, fue la cercanía de la estación sísmica la que llevó a seleccionar la cuenca alta del Aragón como objeto de la investigación, que puede ser importante para los trabajos de hidrología. "El agua y los sedimentos que acarrea generan unas vibraciones que aunque parezcan muy poco, si se miran en unos radios de frecuencia, se pueden detectar e identificar", explica Jordi Díaz, miembro del citado instituto, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y primer autor del estudio.

"Se trata de testimoniar lo que ocurre y ver cómo evoluciona de un año para otro. Si se van alternando años con mucho o poco deshielo", aclara. En la evolución de los registros se observa mucha disparidad. Los años 2011 y 2012 fueron de poco deshielo y el 2013 destaca por periodos de fusión hasta bien entrado el mes de julio. 

Señales medidas con el sismógrafo.
Señales medidas con el sismógrafo.
CSIC

El estudio, indica el investigador, complementa los registros de las estaciones de la Confederación Hidrográfica del Ebro, que miden los caudales. "Nosotros aportamos un plus de datos de otro origen que en un futuro se pueden modelizar para ver el proceso, porque permiten un nivel de detalle muy elevado. Sabemos con precisión el ciclo diario y hemos hecho un método para clasificar de forma automática cuatro grados de intensidad". De hecho ya están en contacto con especialistas del Instituto Pirenaico de Ecología, para ponerlos a su disposición.   

Las señales del deshielo se han podido diferenciar de otro tipo de vibraciones con unos espectrogramas característicos. Un algoritmo clasifica los espectros de la señal para hallar patrones comunes y saber en qué días se producían episodios de deshielo y su grado de intensidad. 

Así, los investigadores pudieron monitorizar esos episodios para comprobar que se concentran en los meses de abril y mayo, aunque en algunos casos, como el mencionado en 2013, se constataron señales de crecidas por la nieve fundida a principios del mes de julio. También el ciclo diario, que empieza a primeras horas de la tarde, una vez han transcurrido unas horas de insolación.

Según el estudio, cuando la intensidad de la fusión de la nieve es entre moderada y débil, la crecida del río experimenta una disminución notable hacia las últimas horas de la noche. En los episodios de deshielo más intensos, se mantiene a lo largo de todo el día, aunque continua siendo más intenso por la tarde.

"Los resultados muestran una gran variabilidad entre los diferentes años analizados, producto en última instancia de las variaciones de los parámetros atmosféricos cómo la temperatura, la insolación y la precipitación”, comenta Díaz.

Jordi Díaz habla de la utilidad del sismógrafo cuando las actividades humanas son escasas y hay un bajo nivel de ruido, como ocurre en el laboratorio subterráneo. Recuerda que son aparatos muy sensibles que detectan las vibraciones del suelo, ya sean por fuentes naturales (como terremotos o el viento y la lluvia) u otras provocadas por el hombre (tráfico, movimiento de gente, trenes, etc.). Unas vibraciones que son, en la mayoría de los casos, imperceptibles para los seres humanos. "Es una herramienta útil para estudiar y monitorizar este tipo de fenómenos hidrológicos a largo plazo y contribuir, por ejemplo, al estudio de los efectos del cambio climático", señala. 

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