crimen de sabiñánigo

La madre de Naiara pide prisión permanente para el asesino de su hija "por martirizarla hasta la muerte"

El abogado de Mariela Benítez relata en su escrito de acusación las graves torturas cometidas por el tío de la menor. 

Mariela Benítez, madre de Naiara, junto a su abogado, Luis Marín.
Mariela Benítez, madre de Naiara, junto a su abogado, Luis Marín.
Rafael Gobantes

El abogado de Mariela Benítez, madre de Naiara Briones Benítez, la niña a la que mató su tío de una paliza en Sabiñánigo en 2017, ha pedido que Iván Pardo Peña sea castigado con la prisión permanente revisable como autor de un delito de asesinato, con las agravantes de alevosía y ensañamiento. De acuerdo con el artículo 22 del Código Penal, esta pena puede imponerse al concurrir determinadas circunstancias. La primera es que la  víctima sea menor (Naiara tenía 8 años) o se trate de una persona especialmente vulnerable por razón de su edad, enfermedad o discapacidad. Tanto la acusación particular como la Fiscalía ya anunciaron su intención de pedir la prisión permanente.

El letrado Luis Marín, que ejerce la acusación particular, ha instado la apertura de juicio oral en un escrito remitido al Juzgado de Instrucción número 1 de Jaca. Este dio un plazo de cinco días a las partes para hacer llegar sus escritos de calificación, pero lo ha interrumpido, a petición del Ministerio Fiscal, que solicitó la remisión física del expediente a su sede, justificando "la complejidad y volumen de la causa", por lo que las partes tendrán más tiempo. 

No obstante, el letrado de la madre de Naiara ya ha enviado su escrito de conclusiones, sin esperar a la conclusión del plazo. En el relato de hechos describe cómo antes del día 6 de Julio de 2017 Carlos Pardo Pena, hermano del acusado y padrastro de la niña, la había llevado a casa de la madre de ambos para que Naiara pudiera estudiar y estar con sus primas y con su abuelastra.

Ese día Iván Pardo se puso a supervisar los estudios de la menor y, "al no encontrarlos satisfactorios para él", la golpeó repetidamente en la cabeza con los nudillos de su mano y la hizo ponerse de rodillas sobre piedras. Acto seguido decidió "martirizar a Naiara hasta su muerte".

El escrito de acusación detalla que para ello, "lo primero que hizo fue asegurarse de que se cerraban bien ventanas y puertas para que no se oyeran los gritos". Luego castigó a Naiara con descargas eléctricas procedentes de una raqueta "que había sido preparada para causar daño mediante las descargas". Como la niña se defendía de la única manera posible, que era gritando, dada la superioridad física de su agresor, el acusado la amordazó "metiéndole un calcetín en la boca y atándolo con una correa o cinturón, a la vez que ataba de pies y manos a Naiara con unas esposas para impedirla moverse, y así asegurarse el resultado de muerte en que consistía el propósito que le guió en aquél momento".

Simultáneamente Ivan Pardo Pena propinaba golpes en la cara a la niña que causaron la rotura de su labio y el sangrado por la boca. En su desesperación Naiara consiguió desatarse, pero el acusado la obligó a lavarse la sangre y la boca con alcohol, sin permitir que lo expulsara. "Todo ello sin dejar de propinar a la menor bofetadas y golpes, asegurándose de que ella no podía liberarse de las ataduras", indica el relato del abogado Luis Marín.

Más tarde la hizo ponerse de rodillas y la obligó a descalzarse para, de este modo, propinar a la niña golpes en las plantas de los pies con un cinturón, prolongando la tortura. "A la vez la agarraba por el pelo y la levantaba del suelo para dejarla caer desde su altura. Una de las veces Naiara, al caer, perdió el sentido, lo que provocó que el acusado la forzara a levantarse cuando inició su recuperación del sentido, dándola más y mayores golpes, haciendo que se lastimara un hombro".

Utensilios de tortura

Finalmente, introdujo a Naiara, "exhausta, moribunda ya", en la bañera, vertiendo amoniaco en la boca de la niña. Creyéndola ya muerta, procedió a retirar cualquier prueba de la tortura o del maltrato, fregando o haciendo fregar la sangre y retirando las piedras, el calcetín, raqueta y demás utensilios empleados para la tortura, aunque no pudo evitar las marcas y señales "de la brutalidad a la que había sometido a la menor, como las muestras de su sangre que habían quedado y que halló la Guardia Civil".

El abogado señala que Ivá Pardo, por otra parte, "evitó durante horas que se pudiera tener conocimiento del estado de Naiara", por lo que lo acusa de evitar que pudiera ser atendida por un médico y quizá salvarle la vida. "Para ocultar estos actos obligó a las otras dos menores que estaban en la casa a que respaldaran su versión de los hechos, diciendo que se había caído por las escaleras".

Cuando horas después fue atendida médicamente, presentaba politraumatismo, traumatismo cráneo-encefálico, parada cardiorespiratoria, múltiples esquimosis, con hematomas en extremidades y tórax. A las primeras horas del día siguiente, el 7 de julio, fallecía en un hospital de Zaragoza, según el abogado de la madre "como consecuencia directa de los golpes y torturas recibidas por parte de Ivan Pardo Pena".    

El papel de la madre

Respecto al papel de la madre, su representada, argumenta que ese mes trabajaba en un hostal de Bielsa como cocinera. Estaba interna y solo los domingos podía trasladarse a Sabiñánigo para estar con su familia. Esto la obligó a delegar la custodia de sus tres hijas en su esposo, "única persona de su confianza".

Mariela Benitez era la única persona que aportaba fondos en aquellas fechas a la familia para su manutención, ya que su marido estaba desempleado. "Mi representada no tuvo noticia de mal trato a su hija por parte de la familia de su esposo, ya que, de lo contrario, hubiera presentado su más enérgica protesta y tomado las medidas oportunas", afirma el letrado Luis Marín. Fue avisada en su centro de trabajo del "accidente" sufrido. Le dijeron que se había caído por la escalera, hasta que tuvo conocimiento "de que había sido brutalmente agredida hasta la muerte por el acusado". 

En la causa está también personado como acusación particular Manuel Briones, padre biológico de la menor, que durante todo el proceso ha intentado la imputación de la madre como conocedora de los malos tratos sufridos por su hija por parte de la familia de su marido, pero en diversas ocasiones el juzgado y la Audiencia lo han desestimado. Aparte de la acusación contra Iván Pardo Pena, también están imputados en la causa la abuelastra de la niña, Nieves Pena, y el padre adoptivo, Carlos Pardo, ambos por un presunto delito de violencia física y psíquica habitual. 

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