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José Luis Murillo, maestro jubilado de Sahún: "Mis alumnos al pasar al instituto dicen que han ido a la 'escuela feliz'"

Después de 37 años dedicados a la escuela rural, y tras poner en marcha un proyecto educativo de referencia en Sahún, este maestro se despide de la docencia pidiendo cambios que beneficien a los colegios y a los críos.

José Luis Murillo, maestro jubilado, en la fiesta de despedida que le hizo la comunidad educativa en Sahún.
José Luis Murillo, maestro jubilado, en la fiesta de despedida que le hizo la comunidad educativa en Sahún.
José Luis Murillo

"Ver la cara de un niño ilusionado" supone para este maestro jubilado "contactar con lo más maravilloso que existe en la vida". Probablemente por eso, José Luis Murillo, de 60 años, ya esté buscando excusas para ir de pueblo en pueblo a contarles algún cuento "a los críos", aunque no ejerza al curso que viene como maestro. "Es la magia de la vida", dice con una sonrisa al recordar sus últimos días en el colegio de Sahún.

Las familias le hicieron este domingo una despedida por todo lo alto en el municipio. Hubo paella, risas, alumnos, exalumnos, convivencia. Toda la comunidad educativa del valle quiso despedir al que durante 23 años ha sido el maestro de esta escuela rural del Pirineo. "He conocido fiestas de Sahún con menos gente en la verbena que ese día (ríe). Estoy muy emocionado, pero por otro lado me da penica... Pienso que esto se acaba, aunque tengo muy claro que empieza otra etapa. Ya estoy pensando cómo me cuelo en las escuelas unitarias pequeñitas de pueblo, sin horario ni obligaciones, solo por ver cómo crecen, cómo se desarrollan", confiesa este docente, que ha dedicado 37 años de su vida a la escuela rural. "Salvo el primer año que estuve en Zaragoza, el resto ya fui por pueblos: como tutor dentro de la misma escuela y algunos años en centros de recursos que existían antes para apoyar a las escuelas rurales. Estuve unos 7 u 8 años ayudándoles. Sahún es un caso muy curioso", comenta.

- P. Se jubila después de 23 años en esta escuela rural. ¿Cómo han cambiado las cosas?

- R. Cuando llegué era la típica escuela de pueblo en la que los niños y niñas eran todos de aquí. Con el tiempo pasó algo muy curioso. Cuando se empieza a conocer nuestra forma de trabajar van viniendo de otras localidades que no tienen escuela y llegamos a estar en 27 niños hace pocos cursos, teniendo que decir a las familias que no cabían. Había mucha demanda, pero no había espacio para construir una escuela nueva y hubo que estar frenando a familias, ya no solo de aquí, sino de Zaragoza, el País Vasco y otros territorios que querían venir a vivir al valle por el planteamiento educativo. Estos últimos años se han mantenido en torno a 20 el número de niños; y ahora estamos en 19, pero el tipo de alumnado ha cambiado mucho. Antes era gente del pueblo y ahora son de todo el valle. Es una escuela absolutamente multicomunitaria. Yo he aprendido en todos estos años que la escuela tradicional de niños que han nacido en el pueblo de los abuelos ya casi no existe… empiezan a ser escuelas con referencias de cualquier parte del territorio y es el cambio más grande que yo he visto.

- P. En Aragón, a pesar de su dispersión, hay buenos ejemplos.

- Están Olba, Alpartir, nosotros… En el Pirineo y otras zonas de Teruel son escuelas en las que hay mucha familia venida de fuera a los puestos de trabajo y al desarrollo económico que hay. Olba sería el mismo caso y Alpartir sería un ejemplo agroganadero, porque casi toda población es de Alpartir, pero les han ido también bastantes familias de fuera buscando estos modelos educativos. Tanto Olba como Alpartir como nosotros tenemos muy claro que somos comunidad. Y es otro de los cambios que estos modelos educativos que planteamos introducen con respecto a los tradicionales. Para nosotros la comunidad es fundamental. Estamos en comunicación permanente con las familias para todo. Las normas del cole las debatimos juntos. Todo lo que se hace pasa por un proceso reflexivo. En ese sentido, la cara de alegría y satisfacción de las familias es motivo de orgullo.

- P. ¿Lo es también el hecho de que tantas familias apuesten y se interesen por su proyecto educativo?

- La burocratización es un mal del sistema educativo y uno de los problemas que padecemos en Aragón. Los proyectos pocas veces son reales. Son basados en libros de texto que la administración valida y muchas veces no guardan relación con la realidad. Tanto en Olba como en Sahún legalmente no tenemos proyecto educativo. Formamos parte de un colegio rural agrupado (CRA) de cinco escuelas y el proyecto educativo es el del centro. Nosotros tenemos que hablar de programación didáctica, de metodología, de la forma de hacer las cosas diferentes… pero la Administración nos niega de forma legal la posibilidad de llamarlo por su nombre. Las familias están acostumbradas a no mirárselos porque saben que es difícil que eso tenga algún sentido. Es un mal que se padece... En Olba, su maestra, que está jubilada, llegó con siete niños hace 27 años y hoy tienen 33… En un pueblo perdido de Teruel cuya escuela estaba abocada al cierre. Es un orgullo increíble ver que lo que estás planteando, que es bastante incomprendido muchas veces porque son modelos que no tienen que ver con los tradicionales, sale adelante. En mi horario no existen matemáticas ni lengua… No hacemos exámenes ni ponemos notas. Los deberes no existen como tales… De entrada las propias familias se planteaban cómo veía nuestra escuela la Administración cuando todas las demás funcionan de otra manera. Que de repente eso se valore… Yo me he encontrado familias en el valle que te dicen que hubieran llevado a su hijo al colegio, aunque no cabe.

- P. Se despide con un premio a la innovación educativa en la escuela rural. ¿Ha sido un aliciente para el centro?

- Es un espaldarazo al trabajo que se está haciendo y es un respaldo maravilloso poder acabar el curso así. Las familias no cabían en sí de gozo. Había una alegría y una ilusión tremendas. Te da satisfacción ver que el modelo funciona de forma contrastada con las familias que quieren traer a sus niños aquí, pero desde luego cuando ves que el departamento de Educación, hace ya 3 o 4 años, considera al colegio de Sahún como modelo de referencia, es motivo de orgullo.

- P. ¿Hasta dónde llega el compromiso de las familias con la escuela?

- Hay familias que tienen que ir con su coche cada día porque la administración no les pone un transporte… Ver ese compromiso y ese esfuerzo alegra, satisface y emociona mucho cuando vemos lo que ocurre. Esas familias viven en pueblos y la administración no les reconoce el transporte aquí porque esa ruta no existía. Ha habido que pelearlo. El orgullo y la satisfacción no es solo por el trabajo que estamos haciendo en el aula. El objetivo de ser libre o ser feliz no me lo he marcado nunca, pero otra de mis ilusiones ha sido enterarme de que a los niños que salen de aquí y van al instituto de Castejón, cuando les preguntan dónde han estado dicen que han ido a la escuela feliz. Ellos se sienten así con nuestras maneras de trabajar dentro del aula, pero cuando ves que fuera las familias tienen que luchar por sus cosas y van consiguiéndolas, como rutas de transporte o comedor, me parece impresionante.

- P. ¿Se imaginó alguna vez que esta escuela rural sería centro de referencia?

- Me di cuenta en la despedida de que hacemos un trabajo valorado fuera de aquí. Nosotros tenemos nuestras referencias y sabemos que nuestra escuela lo es en muchos sitios… por su organización de horarios, su metodología. Y lo curioso es que no es solo en el medio rural. Hace un par de años nos escribieron de un colegio de Málaga que iban a intentar aplicar nuestros planteamientos. Nos faltaba ese reconocimiento dentro de Aragón, desde la consejería o inspección. Hace 100 años había un maestro del año 32 en Benasque que ya trabajaba así. Pero el corte de la Guerra Civil y la dictadura provocaron un frenazo tremendo a nivel de metodologías. Lo que estamos haciendo no es una innovación, se lleva 100 años intentando trabajar así. Los críos son los que nos importan, que estén bien, y tengo muy claro que estos niños cuando salen de aquí van a ir a otros coles. A nivel de aprendizaje tienen que tener el mismo. Nuestro seguimiento de los primeros años se centraba en los resultados académicos de chavales que iban al instituto. Y son igual que los demás. Hay niños que van muy bien, a otros les cuesta más… pero no había diferencia a la hora de los exámenes y de las notas. Solo había una diferencia que eran las formas de aprendizaje.

- ¿Faltan más apoyos y medios para la escuela rural?

- Más que medios, que si no se sabe para qué se van a emplear no sirven de nada, hay muchas madres preocupadas por qué ocurrirá al año que viene. Puede venir una persona que quiera continuar con esta forma de hacer las cosas o que siga una metodología tradicional. Los primeros cambios que tendría que hacer la Administración son cambios legales que no cuestan ni un céntimo. Esto que pasa cada año con las interinas no tiene ningún sentido. Hace falta que alguien escriba en un papel que mientras ellas no lo pidan no se tengan que marchar. Con eso garantizaríamos continuidad en la escuela rural que es quien más lo necesita. Recuerdo el caso de un instituto de Huesca al que enviaron un montón de ordenadores con el programa de pizarra digital. Se negaron a recibirlos porque tenían goteras que les paraban las clases cada año. En Sahún otra de las cosas en las que somos referencia es en software libre. Nuestras herramientas se están utilizando en Perú, en Lima, en Chile, en Extremadura... Si quien viene al año que viene no quiere saber nada de eso todo ese trabajo se cae. Yo siempre le digo lo mismo a la Administración: no quiero ni un céntimo; lo primero es cambiar la estructura legal y luego que pregunten al profesorado de cada centro qué necesita. No para todos vale lo mismo.

- P. ¿Cómo están siendo sus últimos días en el colegio?

- Bastante divertidos por un lado y bastante tristes por otro… Por un lado, está mi compañera que es interina y tiene unas ganas tremendas de volver al año que viene, pero no sabe si lo va a poder hacer. En mi caso, con la jubilación, es el final de toda una trayectoria en esta escuela que por un lado es feliz: ha llegado el verano, las vacaciones, el premio, la fiesta de jubilación que se hizo... Estoy muy emocionado. Tengo dos hijas, una de 25 y otra de 19, y de sorpresa una se planto aquí. La de 19 se está sacando el carné de conducir y me tuvo engañado horas y horas dando vueltas por el valle hasta que llegó el momento y dijo: 'venga, vamos a hacer fotocopias'. Fue emocionante ver a todos los niños reunidos en la plaza mayor del pueblo, incluso exalumnos y exfamilias del cole. 

- P. ¿Qué va a hacer ahora?

- Me da pena porque pienso que esto se acaba. Pero tengo muy claro que empieza otra etapa y ya estoy pensando cómo me cuelo en las escuelas sin horario y sin obligaciones para ir a contarles un cuento, ver cómo crecen, cómo se desarrollan... Es pura magia. Ver la cara de un niño ilusionado es contactar con lo más maravilloso que existe en la vida. Siempre lo he tenido claro. Yo soy de Villamayor, que está a 10 kilómetros de Zaragoza. He estado de maestro en Sallent, en Cerler, aquí. Me parece que el pueblo para criar niños es el mejor espacio que podemos encontrar. Poder estar en espacios humanizados donde te saludes con la gente, compartas alegrías y penas es fundamental en el desarrollo de las personas. En Magisterio, cuando estudiaba, había un grupo pequeño de gente que teníamos claro que queríamos ir a una escuela rural, y no me veo en otra. Hace unos años me lo planteaba, pero ahora sería incapaz. No por el número de niños, sino el tener todo críos de la misma edad, sin conexión con las familias fuera del patio de recreo, no me sentiría capaz. Necesito que cada niño y cada niña, que para mí es la mayor ventaja del medio rural, tenga su propia personalidad. Para mí no existen los niños de sexto, de cuarto, de primero… Existen niños como Uxía, como Juan… y cada uno es un mundo. Ese cambio mental aporta calidad a la educación.

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