de laspuña a aínsa
Las aguas bravas del deshielo empujan a los navateros por el Cinca
Sobrarbe ha celebrado, y ya lleva 35 años, la fiesta de las navatas, con poco caudal pero mucho público.
El Cinca ha sido la mañana de este domingo protagonista de la fiesta de las navatas, declarada Bien de Interés Inmaterial y que rememora desde hace 35 años el viejo oficio de los bravos montañeses que bajaban la madera por el río desde el Pirineo hasta el Mediterráneo. A las 11.00, tres embarcaciones, con 18 navateros, han tomado la salida desde Laspuña para deslizarse por las frías aguas del deshielo procedentes de las faldas del macizo de Monte Perdido.
Previamente cogieron fuerzas en el almuerzo popular y rindieron homenaje a los pioneros en el monumento de Laspuña, dos de los actos principales de programa que organiza la Asociación de Navateros del Sobrarbe. La emoción se concentró en el momento del descenso desde esa localidad hasta Aínsa, con el que se cierra el calendario navatero en el Alto Aragón, después de los realizados en el Gállego y en el Aragón-Subordán.
En la primera navata ha viajado Alba Betato, de 27 años, la única mujer que se ha subido este año sobre los troncos, "pero somos muchas más colaborando", ha querido aclarar. "Ha sido muy divertido, había muchos pasos chulos", cuenta. "Nos hemos quedado dos veces embarrancados porque no hemos salido con la ola y había poca agua, lo que nos ha dificultado el paso por algunos sitios", ha explicado esta joven, que el año pasado fue protagonista porque la asociación quiso que el descenso fuera para ella como un regalo de bodas. Partieron en primera posición, pero los adelantaron y acabaron los segundos, aunque eso es lo de menos en esta fiesta que mira al río.
El viaje se ha prolongado una hora y media. La noche anterior no llovió y además las bajas temperaturas de estos días han frenado el deshielo. Esta temporada, en el Pirineo, también hay menos volumen de nieve. El recorrido ha sido más duro para la primera navata. El sábado se había dejado pegada a la orilla para que la gente pudiera hacerse fotos y prácticamente estaba sobre las piedras, lo que obligó a los navateros a empujar. Como recompensa recibieron los aplausos del público en medio de gritos de "guapos". Las otras dos estaban enganchadas en un chorro de agua que salía de la central de Laspuña y no han tenido problema en la salida.
Daniel Castillón, de la Asociación de Navateros del Sobrarbe, ha valorado la importante afluencia de público. "Antes la gente solo se colocaba en dos pasos, pero ahora cada vez se conocen más el recorrido y vemos personas en todo el trayecto. Desde el puente de Aínsa, subiendo la escollera, hay unos cuantos kilómetros donde verlo muy bien, así como toda la zona de Escalona y Labuerda". El punto con más aglomeración es el puente de Aínsa, para ver la llegada y recibir a los navateros con un gran aplauso.
A primera hora se veía la jornada con incertidumbre porque había bajado mucho el caudal. "Anoche hizo mucho frío y eso paró el deshielo de la nieve", ha destacado Castillón. Los navateros llegaron bastante frescos. "Cuando hay que mover mucho la madera llegan muy cansados y yo los he visto bien, y eufóricos", ha añadido.
Especialmente emocionante ha resultado la experiencia para Paco Lorite. Fue su bautismo de agua. Aunque lleva tiempo colaborando en la construcción de las embarcaciones, se ha subido por primera vez a una de ellas para sentir el vértigo de deslizarse por las aguas bravas. Él nació muy lejos del Sobrarbe, en Jaén, pero tiene casa en Laspuña.
El relevo generacional está garantizado. Ángel Sallán y Mario Pallaruelo, de 27 años, los mismos que Alba Betato, fueron los más jóvenes, mientras que Daniel Pallaruelo, de 66, era el mayor. Pero según ha destacado Daniel Castillón, ya hay jóvenes, como Carlos y Rafael, que se han acercado a las actividades organizadas por la asociación, "y ellos arrastrarán a otros", de forma que si bien el viejo oficio se perdió y es irrecuperable, no pasará lo mismo con la fiesta que recuerda a los bravos navateros.
