El jueves da inicio la audiencia previa por el retorno de los bienes en el Juzgado de Barbastro

Será el primer paso de un camino judicial que se prevé largo. El Obispado de Barbastro – Monzón decidía el año pasado explorar la vía civil ante la imposibilidad de hacer cumplir las sentencias canónicas, todas favorables.

Imagen del crucificado muerto con María y San Juan, colocados a derecha e izquierda de la cruz.
Imagen del crucificado muerto con María y San Juan, colocados a derecha e izquierda de la cruz.

Los abogados de las diócesis de Barbastro – Monzón y Lérida se verán por primera vez cara a cara en la audiencia previa al previsible juicio civil por el retorno de los 111 bienes de arte sacro este jueves en el juzgado número 2 de Barbastro a las 10.00.

Será el primer paso –salvo sorpresas- de un camino judicial que se prevé largo. El Obispado de Barbastro – Monzón decidía el año pasado explorar la vía civil ante la imposibilidad de hacer cumplir las sentencias canónicas, todas favorables.

El obispado altoaragonés se presenta en nombre de las 40 parroquias de la diócesis de cuyas 111 piezas permanecen en Lérida. Un número, el de las piezas, que discuten desde el obispado leridano que asegura que de ellas unas ochenta son de su propiedad. De ahí que todo apunta a que la audiencia previa del jueves acabe sin acuerdo entre las partes y el juez llame a las partes a iniciar el juicio civil y fije la fecha.

Cabe recordar que el obispado aragonés antes de presentar la demanda, había planteado un acto de conciliación el 31 de octubre del pasado año en el Juzgado de Primera Instancia número 3 de Lérida. En sede judicial, el representante del obispado de Lérida ratificó que los 111 bienes son propiedad de la diócesis de Barbastro-Monzón pero que no podía devolverlos porque el Consorcio del Museo, que no se personó, no lo permitía. Una versión que cambió meses después.

Antecedentes

En 1995, el decreto de la Santa Sede Ilerdensis-Barbastrensis. De finiummutatione, emitido por la Congregación para los Obispos, transfirió las parroquias aragonesas que habían estado bajo la administración eclesiástica de la diócesis de Lérida, a la diócesis de Barbastro, a partir de entonces de Barbastro-Monzón. El propio decreto ordenaba la transferencia de los “bienes temporales”, razón por la cual el obispo Ambrosio Echebarría reclamó el patrimonio histórico-artístico de esas parroquias. Ante la negativa del obispo de Lérida, el de Barbastro-Monzón acudió a la Nunciatura Apostólica –encargada de ejecutar el decreto- que, con apoyo de una comisión de expertos, dictaminó en junio de 1998 que “el patrimonio artístico (…) está a título de depósito y no de propiedad, mientras la diócesis de Lérida no pruebe lo contrario en cada caso; por lo que, de ser reclamado por sus legítimos propietarios, debe devolverse”. Lérida recurrió en varias ocasiones pero en 2001 el Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica declaró válido el dictamen del Nuncio.

El Nuncio constituyó entonces una comisión paritaria para determinar, uno por uno qué bienes pertenecían a las parroquias. Las reiteradas obstrucciones de Lérida, paralizando la labor de la comisión, llevaron al Nuncio a nombrar un mediador con plenos poderes para llevar a cabo la ejecución. Este escuchó a las partes y emitió un dictamen que señala las 111 piezas que resultan ser propiedad de las parroquias transferidas a la diócesis de Barbastro-Monzón y también señaló las que este Obispado reclamaba y no son propiedad de las referidas parroquias.

Este dictamen fue asumido por la Congregación para los Obispos, que había dictado el decreto “Ilerdensis-Barbastrensis. De finiummutatitone”, y decretó con fecha 8 de septiembre de 2005 su entrega en el plazo de 30 días a la diócesis de Barbastro- Monzón. El obispo de Lérida recurrió de forma reiterada este decreto hasta que el procesó llegó de nuevo al Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica que el 23 de abril de 2007, mediante decreto definitivo, determinó que el decreto de la Congregación para los Obispos era legítimo y debía cumplirse. Con ese decreto definitivo se puso fin a la denominada vía canónica que en todas las ocasiones reconoció la propiedad a favor de las parroquias aragonesas.

De forma paralela

De forma paralela a este proceso, el obispado de Lérida y la Generalitat de Cataluña crearon en 1999 un consorcio del que formarán parte ambas entidades, la Diputación Provincial de Lérida y el Ayuntamiento, y la comarca del Segriá, en cuyos fondos se incluyeron los del Museo Diocesano con piezas pertenecientes a las parroquias transferidas, que se encontraban sub iudice. Las protestas de Barbastro-Monzón sobre esta cuestión fueron sistemáticamente ignoradas.

Ese mismo año, la consejería de Cultura catalana incluye en el Catálogo del Patrimonio Cultural Catalán 1.810 objetos del Museo de Lérida Diocesano y Comarcal, catalogados como colección, ante las protestas del obispado aragonés que recurrió a la Nunciatura. El obispo de Lérida respondió al Nuncio que esa catalogación solo afectaba a bienes de parroquias en la provincia de Lérida y no a las transferidas. Ahora se opone a la devolución de 88 de los 111 bienes reclamados, a pesar de haber reconocido de forma expresa en dos ocasiones (el 30 de junio de 2008 y el 27 de octubre de 2010) el acatamiento del Decreto de la Congregación para los Obispos y, por tanto, la propiedad de Barbastro-Monzón sobre todas las piezas y la obligación de Lérida de devolverlas.

Algunas piezas de las parroquias de Barbastro-Monzón, depositas en Lérida

Frontal de san Vicente de Treserra (arciprestazgo de Ribagorza-Sobrarbe)

Pintura al temple sobre tabla de pino y dorado de la segunda mitad del siglo XIII del frontal del altar de san Vicente de Treserra. La figura de San Vicente toma el modelo bizantino utilizado para la imagen de laMaiestas Domini, con los pies descalzos, bendiciendo con la mano derecha y sosteniendo el libro sagrado con la izquierda. La identificación con el santo nos la aportan la tonsura y la inscripción SCS VINCI (US).  El santo oscense viste dalmática, alba y manto, está sentado bajo un dosel trilobulado sostenido por columnas que separan esta escena central de las laterales.

En las cuatro escenas laterales que rodean al San Vicente se narran los episodios más representativos de la vida del mártir, aunque el orden de las escenas no se corresponde con el de la lectura habitual. El registro superior derecho, acompañado de la inscripción SCS VINCIS (US) POPUL (US), muestra al santo predicando al pueblo. El relato continua al otro lado, donde el santo es conducido ante Daciano, hecho al que hace referencia la leyenda SCS VINCI I DACIAN (US). Los registros inferiores, también de derecha a izquierda, contienen la representación de su martirio y muerte. En el primero, San Vicente atado a una parrilla sufre el tormento del fuego que le infringen dos verdugos y un ángel turiferario acude a consolarlo. Por último, se nos presenta en el lecho de muerte acompañado de tres acólitos y otro ángel turiferario. Sobre la cubierta de la cama aparece el rótulo VINCI (US).

La brillante policromía, basada en los colores rojo y verde, contrasta con los fondos en relieve de estuco, que estuvo cubierto de estaño y una pátina de barniz transparente o corladura. Esta técnica mixta, utilizada también en otros frontales ribagorzanos, evoca la suntuosidad de algunos antipendios europeos revestidos de orfebrería, esmaltes y piedras preciosas.

En relación con otros frontales vecinos se pueden establecer ciertos nexos estilísticos, como es el caso de los frontales de Rigatell, Cardet, Chía y el del Santo Sepulcro de Tahull. De todo este conjunto, que señalaría la existencia de un probable taller común, instalado en Lérida o bajo la influencia de Roda de Isábena, tal vez el de Treserra sea el más preciosista, destacando por los efectos ornamentales y por tanto los simbólicos frente a los narrativos. De hecho, además de un cierto desorden en el relato y la reiteración en la ambientación de los personajes, se aprecia cierta pobreza iconográfica, destacando la ausencia de San Valero en unos hechos en los que también él fue protagonista.

Virgen de Zaidín (arciprestazgo del Bajo Cinca)

Escultura de piedra policromada gótica, procedente del taller de Taller de Bartomeu Robio. Está datada en la segunda mitad del siglo XIV; el capitel que la soporta pertenece al siglo XI. La Virgen está representada con un manto que le cubre la cabeza, ceñido con una corona flordelisada, que deja entrever la parte superior de una ajustada túnica de color verdoso y con cenefa dorada a la altura del pecho; el manto, en cambio, es de color blanco estampado con hojas doradas. Este tipo de policromía de las imágenes debería ser bastante común en las imágenes leridanas, ya que aparece en la Santa Lucía del retablo de San Lorenzo de Lérida y en la Virgen de Camarasa, por citar sólo dos ejemplos. Representada de pie con el típico contraposto de origen francés, la Virgen sostiene al Niño con el brazo izquierdo. El Niño juega con un pájaro que le pica los dedos y está representado de frente, mirando a los fieles, igual que la Virgen, que, por otro lado, parece que esté pendiente de su hijo.

Calvario de Tamarite de Litera (arciprestazgo del Cinca-Medio-La Litera).

Temple sobre tabla de la escuela de Pedro García de Benabarre de la segunda mitad del siglo XV, gótico hispanoflamenco. Un arco conopial rebajado con enmarcamiento incompleto de madera dorada cobija un sintético Calvario que correspondería por iconografía y formato, al ático de un retablo. Procedente de Tamarite de Litera, se desconocen otros datos que ayuden a reconstruir el conjunto y su temática, de la que tan sólo nos ha llegado el tema más tópico. El retablo se organizaría a partir de la calle central, probablemente más amplia que las laterales y que poseería la imagen del titular o titulares, coronada por la escena de formato apaisado que nos ocupa.

En primer término, hay una delicada imagen del crucificado muerto que centra perfectamente el espacio que  llenan de forma preferente María y San Juan, colocados a derecha e izquierda de la cruz, según un modelo latente en ejemplos trecentistas, pero desarrollado ampliamente durante el gótico internacional. La proximidad de  los personajes contrasta con la lejanía de Jerusalén, representada como una ciudad amurallada de regusto oriental que recorre el horizonte de la imagen, convirtiéndose en una franja rosada que da paso al azul del cielo. La figura estilizada de Jesús, aunque manchada de sangre, ofrece una visión serena e íntima del acontecimiento ya consumado, con un toque que rehúye de cualquier truculencia. Destaca el papel conferido al paisaje y a las arquitecturas de la Jerusalén terrena que, como escenario genérico creador de espacio, se convertirán en modelo y rasgos característicos de los exteriores de la escuela que por tierra de Lérida y del Altoaragón reinterpreta y esquematiza los patrones del taller de Pedro García de Benabarre (1445-1496). En este caso, el tratamiento vaporoso y cuidadoso de las imágenes recuerda directamente al maestro, sobre todo por lo que respecta a la presencia del oro limitado a los nimbos y sustituido por azul claro en el fondo del campo, más relacionado con la economía de los centros a los que tenía que destinar las obras que con la voluntad de la investigación plástica del pintor.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión