José María Lacoma, recuerdos del Mayo del 68 en París

El oscense vivió de primera mano la rebelión de los estudiantes en la capital francesa.

Lacoma, en su casa de Perarrúa.
Lacoma, en su casa de Perarrúa.

Hace ahora cincuenta años, el altoaragonés José María Lacoma residía en París y fue uno de los -escasos- españoles que vivió en directo la eclosión de esa rebelión popular que estalló en las calles de la capital francesa que ha pasado a la historia bajo el nombre de Mayo del 68.

Nacido en Barbastro y residente desde hace muchos años en la localidad ribagorzana de Perarrúa, Lacoma tiene una larga trayectoria artística y vital. Reputado actor teatral integrante de colectivos escénicos tan prestigiosos como Los Goliardos, dramaturgo, ceramista, pintor y escultor, destacado activista social y atinado analista de la vida en el mundo rural, Lacoma vivió intensamente unas jornadas parisinas que han quedado grabadas en la memoria colectiva como el reflejo de una sociedad ante un profundo cambio colectivo.

¿Cómo le pilló el mayo del 68 en París?

Yo era muy joven entonces, tenía veinte y muy pocos años, y llevaba un año viviendo allí. Estudiaba en la Alianza Francesa y en la Sorbona y, como me tenía que ganar la vida, pintaba de brocha gorda, estuve trabajando en una empresa de decoración... pero en ese comienzo de mayo había dejado de trabajar y fue justo ese momento, el día 3, cuando estalló lo que después se conoció como la Revolución del Mayo francés. Por eso puedo decir que lo viví en la calle, pude estar en físicamente en buena parte de los acontecimientos que se sucedieron a partir de esa jornada.

¿Eran conscientes quienes participaron en esos acontecimientos de la trascendencia de lo que estaba ocurriendo?

En absoluto. Recuerdo perfectamente el discurso que el general De Gaulle, entonces presidente de la República Francesa, hizo el primero de enero de ese 1968 donde decía que la situación económica francesa era excelente, algo en lo que no iba desencaminado porque prácticamente no existía el paro. A pesar de ello, había diferencias en los salarios y otros problemas que los sindicatos llevaban reivindicando pero nadie podía pensar que se iba a producir un estallido como el que se produjo; un estallido fundamentalmente promovido por los estudiantes. El movimiento 22 de marzo que se había creado en la Universidad de Nanterre fue el que gestó lo que ocurrió después, pero las primeras reivindicaciones no tenían nada que ver con ninguna reclamación de tipo político o económico; más bien lo que se pretendía era promover una mayor libertad educativa, sexual y de las costumbres. El día 1 de mayo yo estaba con un amigo en el boulevard Saint Michel y por allí pasó la gran manifestación institucional de los sindicatos, algo que a mí me impresionó mucho porque este tipo de concentraciones estaban prohibidas en España y yo no había visto nunca algo parecido, y se saldó sin grandes demandas reales pero dos días después todo se iba al garete y había empezado una tremenda revuelta popular.

¿Cómo y por qué surge este mayo del 68 y qué importancia tiene posteriormente?

Había unas causas internas más bien débiles pero había otras causas externas que gravitaban mucho sobre la situación en buena parte de la sociedad francesa del momento y, en especial, sobre los estudiantes que eran los más informados, los que más leían. No hay que olvidar que se acababan de publicar libros fundamentales de gentes como Marcuse, Wilhelm Reich o Adorno, que estaba en pleno auge el estructuralismo, se estaban publicando muchos ensayos críticos sobre el marxismo o la psicología y había una importantísima base teórica que les daba a los estudiantes una argumentación muy bien asentada. Pero también hay que recordar que estaba latente la primavera de Praga, un enorme fracaso de la Unión Soviética, que coincidió con los movimientos contraculturales en California, con el protagonismo que empieza a tener en Alemania Rudi Dutschke, un líder estudiantil que encabezó un movimiento muy duramente reprimido, en este mismo país con grupos como la Baader Meinhof o con todo lo que conllevó la guerra de Vietnam cuyos contendientes, significativamente, en ese 1968 habían elegido París para mantener conversaciones para buscar una paz que aún tardaría en llegar. Todo ello gravitaba sobre lo que fue el gran estallido parisino.

Fue un movimiento que alcanzó momentos de gran virulencia pero que escasamente tuvo víctimas mortales.

Solo hubo dos muertos; uno en Grenoble, un comisario de policía que fue atropellado por un coche que había perdido los frenos, y un estudiante en Nanterre que murió ahogado. Pero realmente heridos hubo muchísimos, porque la policía se empleaba con gran dureza. Recuerdo que días después todavía había en las calles de París un característico olor a manzanilla provocado por los gases lacrimógenos. Se hicieron barricadas amontonando coches, se realizaron otras cortando árboles del boulevard Saint Michel, se levantó buena parte del pavimento de muchas calles francesas –a partir de entonces no dejaron ni un solo adoquín al aire- y los enfrentamientos eran durísimos, duraban toda la noche con un enorme balance de heridos por ambos bandos de policías y manifestantes. Fue un milagro que se no se produjeran más muertos. Como reconocía Alain Gesmair, que era el presidente de la asociación de profesores de Universidad, se hubiera producido una tragedia si la policía hubiera llegado a disparar sus armas de fuego. De lo que sí fui yo testigo en la Sorbona, en el anfiteatro Richelieu, fue de la llegada de un capitán del ejército de paisano que interrumpió una de esas asambleas interminables que se producían para decirnos que tuviéramos cuidado con lo que estábamos haciendo porque tenían orden de que los paracaidistas tomaran París, proclamaran el toque de queda y dieran inicio a una represión que sería muy dura. Esto no ocurrió, pero estaba todo preparado. No recuerdo la fecha exacta, eran los últimos días de las movilizaciones, aunque cabe señalar que París y prácticamente toda Francia estaban paralizados.

¿Cómo era la vida cotidiana esos días de mayo en París?

La gente no acudía a los puestos de trabajo porque había huelga, funcionaban muy pocas empresas, y todos salían a la calle. A partir del 10 de mayo, a las cinco de la tarde todos los días había manifestación, a la que había que acudir, y el centro de París quedaba colapsado. La vida estaba totalmente alterada por lo que estaba ocurriendo; al principio la mayor parte de la gente no sabía exactamente qué pasaba pero hay que tener en cuenta que el francés tiene muy asumido su papel revolucionario y hubo muchos que se sumaron a esta movilización por si fuera la revolución que les tocaba vivir y de la que se querían sentir protagonistas. No obstante, después comenzó a fluir la información porque hay que tener en cuenta que se empezaron a editar un sinnúmero de folletos, pasquines, boletines, panfletos que se repartían por las calles y afiches, muchos de ellos muy bonitos, que contaban pormenorizadamente lo que iba ocurriendo en un clima en el que, además, se disparó la creatividad.

Y una vez finalizado el movimiento ciudadano, ¿cuál fue la sensación reinante?

Una de las salidas era negociar pero hay que tener en cuenta que ninguno de los líderes más representativos de toda la movilización –Cohn Bendit, Gesmair o Sauvageot- pretendían llegar al poder. Lo que hacían era poner en funcionamiento una maquinaria para que la política cambiara en Francia. Luego, la pregunta que entonces nos hacíamos era quienes tenían que llegar al poder: por una parte los sindicatos tenían la obligación de retomar toda aquella energía que había dejado la gente joven y transformarla en medidas positivas para los trabajadores y por otra el Partido Comunista, que estaba totalmente anquilosado y desprestigiado tras los sucesos de Praga, no estaba en condiciones de encabezar una ruptura contra el sistema establecido. Así que los sindicatos se sentaron a negociar, en lo que fueron los famosos acuerdos de Grenelle, en los que se consiguió un sustancial aumento de los salarios aunque inmediatamente se vio minimizado por el también sustancioso aumento del coste de la vida. Y llegó el verano y con él la desmovilización porque la gente se fue de vacaciones y cuando volvió en septiembre intentó retomar lo que había quedado pendiente en junio pero ya no era lo mismo y todo acabó por disolverse.

¿Y por qué ha tenido tanta trascendencia mediática el mayo del 68 parisino?

Porque no fue un movimiento político en el sentido partidista. Fue una explosión de deseo de cambiar el mundo, de acabar con la política de bloques y con la amenaza de guerra nuclear latente, protagonizada fundamentalmente por una juventud que no quería ser partícipe de una situación estancada y que supo contagiar a muchísimas gentes de todas las edades y a intelectuales de las más variadas tendencias en lo que fue un auténtico soplo de aire fresco.

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