“Fue un milagro que no muriera nadie después de la tremenda riada de agua y piedras que bajó”

Veinticuatro horas después de que una fuerte tormenta de lluvia y granizo arrastrara más de una docena de frágiles tiendas de campaña con personas en su interior y obligara a evacuar desde la Renclusa a más de un centenar de personas, entre ellas varios menores, el jefe del Greim de la Guardia Civil de Benasque, Roberto Jiménez, sigue sorprendido de que todo quedara en unas cuantas contusiones y erosiones. "Porque cuando te llaman de madrugada para decirte que hay una riada que se está llevando a la gente de las tiendas, te piensas lo peor porque había unos barrancos con unos saltos de agua tremendos más abajo y si se hubiera llevado a alguien, no habría acabado bien", confesó ayer.

Jiménez coordinó un dispositivo de 16 especialistas de montaña y agentes de Seguridad Ciudadana de Benasque, que trabajaron durante 17 horas. El equipo se activó a las 2.15 de la madrugada del domingo al recibir una llamada desde la Renclusa alertando de una riada que había arrastrado tiendas con personas dentro que estaban montadas en un prado a unos 200 metros, algo permitido cuando el albergue está lleno.

Al lugar se desplazaron en un primer momento dos miembros del Greim y dos agentes de Seguridad Ciudadana, que tuvieron que llegar a pie bajo una fuerte tormenta y con el peligro añadido de tener que cruzar un río que bajaba muy crecido por los 72 litros caídos en las horas previas.

Llegaron sobre las 3.00 de la madrugada y por suerte a esa hora todos los afectados, alrededor de una treintena, estaban ya a salvo en el refugio "porque los guardas y algunos montañeros que estaban alojados salieron corriendo para ayudar a la gente y la metieron dentro agrupándola por familias para asegurarse de que no faltaba nadie". Aun así, los agentes de la Guardia Civil y los guardas rastrearon la zona para ver si quedaba alguien atrapado "pero se descartó que hubiera nadie en el río y fueron recuperando efectos personales, mochilas, documentación… porque estaba todo flotando", relata.

Roberto Jiménez explica que el problema fueron las tiendas que estaban plantadas justo al lado del río. "Estuvieron cayendo tormentas durante horas y debió formarse un tapón en la parte superior de la montaña, quizá en la rimaya del glaciar de Maladetas, y al final bajó una riada tremenda, se desbordó el río y se llevó por delante las tiendas que estaban más cerca del cauce", dijo.

El jefe del Greim de Benasque se congratula de que los montañeros afectados pudieran escapar "aunque fuera solo con lo puesto", porque no duda en reconocer que "fue un milagro que no muriera nadie con la riada y la cantidad de piedras que arrastró y que golpearon a la gente, aunque por suerte ninguna en la cabeza porque hubiera sido fatal". La prueba de la virulencia de la avenida es que el paisaje ha cambiado por completo. "Lo que antes era un prado de hierba, ahora es una pedrera monumental".

Jiménez valora el trabajo de los guardas de la Renclusa "porque la gente estaba bastante nerviosa y preocupada pero les agruparon y les dieron comida, agua caliente, ropa, les prepararon colchones para dormir y al final todo se calmó". También destaca la ayuda que prestaron otros montañeros "porque algunas personas se quedaron sin ropa y sin botas".

El jefe del Greim de Benasque asegura que el refugio no había recibido el sábado alertas de tormentas, algo que sí había ocurrido en días anteriores, "aunque sí se sabía que iba a llegar". No obstante, cree que lo ocurrido el domingo tiene que hacer cuanto menos reflexionar. "Porque aunque se permita acampar fuera del refugio cuando está lleno, hay que hacerlo en una zona segura, no al lado de un río y más cuando hay tormentas y lleva lloviendo todo el día. Porque las tiendas más perjudicadas estaban en zona inundable", destaca.