Disfruta de la tirolina del valle de Tena a sus 83 años

Emilia García recorrió con valentía los 950 metros de la atracción.

Emilia García, en el centro, con toda la equipación para bajar por la tirolina.
Emilia García, en el centro, con toda la equipación para bajar por la tirolina.

Dice que el descenso casi le supo a poco, pese a que implicaba recorrer 950 metros a más de 120 de altura. “Me hubiera gustado que durara un poco más, porque a lo que te quieres dar cuenta, ya has llegado al suelo”, explica Emilia García, que a sus 83 años disfrutó el pasado fin de semana de la tirolina del valle de Tena en compañía de su familia. “Siempre he sido muy valiente, y aunque en mi época había menos oportunidades, desde niña no dudaba en subirme a los árboles”, recuerda, y amenaza a su familia con probar ahora el paracaídas. “Me llaman superabuela”, bromea.

La octogenaria, que vive desde hace más de 60 años en Jaca, sorprendió a los encargados de la atracción y a los otros visitantes por su templanza, e incluso a su familia, a la que prometió que si la llevaban hasta Hoz de Jaca, probaría. “Me lancé como si nada. Más relajada que mi hija, que en el momento de bajar, grito muchísimo”, recuerda, en referencia a su hija Inma, con la que compartió la experiencia, ya que se trata de una tirolina doble. De hecho, explica, tuvo que tranquilizar a una pareja joven, que junto a ella, esperaba su momento para colocarse el arnés.

Desde la empresa de la tirolina decidieron compartir en sus redes sociales el descenso de Emilia, así como su simpático saludo minutos antes de lanzarse. “Mucha gente me ha visto, y me lo dice por la calle, o se lo comentan a mis hijos”, comenta, algo abrumada por esta repentina popularidad.

No obstante, Emilia no ha sido la más veterana en probar esta atracción que sobrevuela el embalse de Búbal, ya que un vecino de Hoz de Jaca de 93 años ostenta el récord. “Él dijo que si se abría, se lanzaría, e incluso ha repetido en varias ocasiones”, comenta Gema Lumbreras, encargada de la tirolina Valle de Tena.

Porque ni la edad ni el estado físico son condicionantes para disfrutar del descenso. “El peso es el único aspecto que se tiene en cuenta. Para lanzarse hay que contar con más de 40 kilos, 50 cuando hay viento del sur, y menos de 125”, puntualiza Lumbreras. De hecho, en los últimos meses han disfrutado de la atracción gente con problemas de movilidad, de visión o de oído. “Es una oportunidad para disfrutar de una experiencia emocionante en la naturaleza seas como seas, ya que hay gente que por su edad o por otras  circunstancias a lo mejor no pueden realizar otras de las actividades que se ofertan en el Pirineo”, añade Lumbreras.

“Todo el mundo baja satisfecho. Los que tienen miedo por el orgullo de ver que lo han superado, y aquellos que lo hacen más tranquilos, porque las vistas son maravillosas”, explica la encargada de la atracción. Familias, parejas y muchos grupos de amigos integran la clientela habitual de la tirolina. “En el último mes hemos tenido muchas reservas de despedidas de soltero y soltera”, comenta Lumbreras.

El próximo 12 de julio celebraran un año de su apertura, y cuentan que ha habido gente que ha repetido. “Algunos vienen de día y regresan en las bajadas que organizamos las noches de luna llena o nueva, o en otras fechas especiales”, dice la responsable, que asegura que ha contado con visitantes llegados de otras provincias expresamente para deslizarse por la impresionante atracción y poder ver el Pirineo aragonés desde este punto de vista tan poco habitual.

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