De los pastos del Pirineo al lejano Oeste americano

Un centenar de aragoneses emigraron entre 1920 y 1960 a EE. UU. para trabajar como pastores en los ranchos. El libro ‘Borregueros’ cuenta su historia.

Esteban Alegre Butía, de Berdún, con su rebaño en California.
Esteban Alegre Butía, de Berdún, con su rebaño en California.
C. Tarazona

Entre 1920 y 1960, más de un centenar de pastores aragoneses, la mayoría procedentes el Pirineo, hicieron las maletas rumbo al lejano Oeste americano, principalmente a California, para trabajar en ranchos que en un principio habían montado emigrantes de Navarra y del País Vasco y que necesitaban mano de obra. Y lo hicieron gracias a la West Range Association, que lanzó una campaña de captación de personas que quisieran trabajar en un oficio que estaba "mal considerado" y que hasta entonces lo ejercían sobre todo inmigrantes mexicanos.

‘Borregueros’ –que alude al término que utilizaban los pastores mexicanos para referirse a las ovejas (borregas) y a los corderos (borreguitos) en EE. UU.– relata este episodio de la diáspora aragonesa "que se había pasado por alto" en los libros de historia.

Carlos Tarazona, natural de Sabiñánigo, ha plasmado siete intensos años de investigación que ahondan en el trabajo que ya publicó en 2008 en forma de documental "porque algunos de los primeros borregueros ya habían fallecido y corría el riesgo de perder más testimonios directos por lo que decidí aparcar el libro".

Explicó que los pastores aragoneses tenían que pasar un examen en una gestoría de Elizondo (Navarra) para demostrar que tenían un "mínimo" de conocimientos y luego viajaban a EE. UU. con los papeles ya en regla y un contrato firmado bajo del brazo. La investigación de Carlos Tarazona ha revelado que la mayoría de pastores procedieron de Jacetania, aunque también hubo de otras comarcas como Alto Gállego, Sobrarbe o Monegros, además de Zaragoza y Teruel.

Los ranchos de dos familias de origen aragonés, Aznárez y Gorrindo, ejercieron como polo de atracción para muchos. Especialmente curiosa es la historia de Pascual Aznárez, natural de Ansó, y Bárbara Navarro, de Fago, ya que se había conocido de mozos en las fiestas de sus respectivos pueblos y que se reencontraron años después en San Francisco.

Los testimonios que ha ido recogiendo coincidieron en destacar la difícil adaptación al Oeste americano ya que la extensión de los terrenos multiplicaba por 10 o por 15 a las que estaban acostumbrados a tener en el Pirineo, y también el tamaño de los rebaños se llegaba a cuadruplicar. A todo ello se unió la mecanización de los ranchos o la presencia de coyotes o serpientes de cascabel. La mayoría acabaron regresando a casa, aunque cerca de 40 se quedaron a vivir en EE. UU.

La diputada Berta Fernández valoró el "compromiso" de Carlos Tarazona "para recopilar y salvaguardar todo ese patrimonio oral que es tan necesario para mantener nuestra historia".

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