De ermita en ermita hasta inventariar más de 2.000 en Huesca

Cristian Laglera publica su cuarto libro, una obra con la que inicia una serie que recopila todas las ermitas de la provincia oscense.

Ermita de San Esteban de Ayera
Inventario de las ermitas de Huesca
Cristian Laglera

Se autodefine como un enamorado de la montana “desde que tengo uso de razón, aunque lo que más me ha interesado desde siempre es el tema de la despoblación del Pirineo”. Cristian Laglera (Huesca, 1977) comenzó en 2004 a recorrer, fotografiar y documentar los más de 300 pueblos y aldeas de la provincia de Huesca deshabitados durante el siglo XX.

En 2014, Laglera publicó el primer volumen de los tres que recogen toda una década de trabajo en la que fue despertando otra de sus inquietudes, inventariar todas las ermitas (ruinas y vestigios incluidos) del Pirineo.

Este ambicioso proyecto se materializará en 4 tomos. El primero de ellos, ‘Inventario de las ermitas de Huesca. Tomo I’ (Pirineo), se publicó el pasado 23 de abril, y recopila las 369 ermitas de las comarcas de La Jacetania, Hoya de Huesca y Alto Gállego. En total, Laglera ha localizado más de 2.000 templos de estas características en las 10 comarcas que componen la provincia oscense.

“Cuando recorrí los pueblos deshabitados del Pirineo, las ermitas fueron para mí edificios de obligada visita. Cuando terminé aquel proyecto me di cuenta de que tenía un montón de ermitas sin inventariar y decidí completarlo incluyendo el resto de ermitas. Así surgió esta nueva aventura en 2013”, revela Laglera.

Fotografiar y documentar todas las ermitas conlleva una dedicación similar a su anterior empresa: “En total serán 10 o 12 años. Ya llevo 3, aunque todavía me quedan las 2 comarcas más complicadas, que son Ribagorza y Sobrarbe. Solo en Ribagorza hay 500 ermitas”, explica.

“Para confeccionar esta lista he intentado ajustarme lo máximo posible al concepto de la palabra ermita, desechando otros templos de categoría superior como pueden ser iglesias, monasterios o conventos. En algunas ocasiones no ha sido fácil, ya que en una época determinada un templo podía cumplir la función de monasterio y en otra más reciente la de ermita. Pero en cualquier caso he preferido pecar por exceso que no por defecto”, apostilla.

En el inventario, que asimismo recoge las romerías -actuales y desaparecidas-, de las ermitas, también aparecen edificios de los que apenas quedan vestigios. Laglera ha recorrido Huesca pueblo a pueblo, recabando información y preguntando “a los sacerdotes de cada localidad, a los vecinos más mayores o a los pastores que me han guiado hasta los restos más remotos (encima de una montaña, una cima, ermitas que no salen en los mapas…, -relata-. En el libro, aparte de la localización, de cómo llegar, de una fotografía de cada ermita y de las coordenadas, que son importantísimas, figura además una pequeña descripción de cada templo”.

Pero dar con algunos de estos pequeñas iglesias no siempre es sencillo. En ocasiones, encontrar una de estas ermitas requiere realizar una intensa búsqueda “de un día entero andando e incluso varios intentos”, cuenta Laglera. “Hace 3 semanas estuve en la de Nuestra Señora de Bellmunt, perteneciente al despoblado de Fet, en La Ribagorza. Fue una odisea de 3 o 4 horas de ida y otro tanto de vuelta, sin sendas ni caminos, atravesando un bosque lleno de maleza”, recuerda.

Entre las ermitas que más le han sorprendido a Laglera en su inventario tienen preferencia las románicas. “Soy un enamorado del arte románico”, confiesa. Pero también le cautivó la vieja ermita de San Juan de Sigües. “Allí todo el mundo conoce la ermita nueva que se construyó en el siglo XVIII pero anteriormente hubo otra que encontré citada en documentación medieval. Estaba construida junto al río y pero una gran riada que tuvo lugar en el siglo XVII se llevó media ermita por delante. Algún vecino me comentó que habían quedado restos. Me costó mucho encontrarla pero tras atravesar una zona llena de maleza y barro la localizamos pese a estar cubierta de zarzas y vegetación. Es una de las que más me ha sorprendido Me hizo mucha ilusión encontrar esos restos porque son prácticamente inéditos y muy desconocidos”, afirma.

El rastro de la toponimia

La toponimia es otra gran aliada de Laglera a la hora de determinar el punto en el que encuentran varias ermitas oscenses. “Si al repasar vieja documentación de un pueblo leía que había una ermita de Santiago, revisaba los nombres de todas las montañas, montes, tozales de los alrededores y si, por ejemplo, existía un tozal de Santiago, era probable que allí se encontrase el templo. Así he localizado muchas ermitas que no aparecen en ningún mapa y que no estaban documentadas. Normalmente cualquier montaña, monte o tozal con nombre de santo en los alrededores de un pueblo del Pirineo significa que allí hubo una ermita en alguna época”, asevera.

El último capítulo del libro de Laglera incluye un apartado de ‘ermitas que fueron’, donde se recogen 313 templos que el autor ha averiguado que un día existieron pero de los que ya no quedan vestigios. Quizá permanecen debajo de un pantano, están bajo tierra o simplemente desaparecieron. Son ermitas de las que solo queda el recuerdo, el topónimo o la cita documental, y que también forman parte de la historia y el patrimonio aragonés.

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