“He matado a alguien y quiero pagar”

Walter Jerome Carvajal vuelve a confesar su culpabilidad en el segundo juicio por el crimen de Aler, tras una fuga que duró 9 años.

“He matado a alguien y quiero pagar”
“He matado a alguien y quiero pagar”
Rafael Gobantes

"He matado a alguien y quiero pagar". Con esta confesión, Walter Jerome Carvajal, de 64 años y nacionalidad francesa, se sentó este lunes por segunda vez ante un jurado para responder por la muerte del ciudadano holandés Johan Engel, el 5 de abril de 2003, al que disparó con una pistola con silenciador en la aldea de Aler (Graus). El Tribunal Supremo obligó a repetir la vista oral porque el veredicto que lo condenó a 18 años de prisión en 2006 no estaba suficientemente fundamentado. Él aprovechó su puesta en libertad al caducar el plazo máximo de prisión provisional (cuatro años) para huir al extranjero, por lo que no se presentó al segundo juicio en 2008.

Según explicó al presidente de la Audiencia de Huesca, Santiago Serena, cuando salió de prisión su salud era precaria. "Me encontré en la puerta de la cárcel sin papeles ni medicamentos", declaró. A esto se unía, dijo, que un grupo de delincuentes nigerianos con los que había hecho negocios lo extorsionaba y amenazaba a su mujer y a su hija.

En la primera de las tres sesiones del nuevo juicio contra él, relató su huida a Francia para ver a sus padres; el viaje al Caribe, desde donde envió postales a los magistrados, entre ellos a Serena; y su estancia con unas tribus en África, adonde llegó utilizando la identidad de su hermano gemelo. Finalmente recaló en Toulouse y, aunque ayer afirmó que volvió porque quería, porque "en el primer juicio no lo pude decir todo", lo cierto es que fue detenido en un control de carretera y extraditado a España.

Visiblemente alterado durante las dos horas que duró su declaración, explicó cómo el día del crimen viajó con la víctima hasta Aler. Engel era cliente de su inmobiliaria en Graus y le exigía la devolución de una señal de 4.000 euros por la compra de una finca. Quería pagarle con material de obra de una casa que estaba reformando en el pueblo.

"Me amenazaba un día tras otro. Me dijo que me iba a reventar y se puso la mano en el bolsillo". Carvajal temió que sacara una navaja. "Ojalá me hubiera matado, no estaría aquí. Perdí la cabeza, le disparé y lo arrastré hasta el coche. Metí el cuerpo en el maletero". Viajó con él 49 kilómetros, hasta Alfarrás (Lérida), donde lo tiró en un camino, pero enseguida la Guardia Civil, alertada por un amigo de la víctima, lo detuvo y confesó.

El fiscal le pide 18 años de prisión por asesinato con alevosía y otros seis por dos delitos de tenencia de arma (tres por cada pistola), e indemnizaciones para la mujer y la hija de la víctima.

Por su parte, la defensa solicita la absolución alegando legítima defensa y trastorno mental, a raíz de un accidente de tráfico en 1982 que le causó daños cerebrales. También argumentó dilaciones indebidas en el proceso. La letrada Carmen Sánchez justificó que el acusado estaba sometido a una fuerte presión por la banda de nigerianos, que llegaron a darle una paliza, lo que le sometió a una fuerte situación de estrés y motivó la compra de dos armas en Lérida.

"Voy a decir cosas que no dije en el primer juicio", anunció Carvajal, aunque al final pocas novedades aportó en sus respuestas atropelladas y poco precisas. Le gustan los golpes de efecto. No acudió al segundo juicio, pero a las puertas de la sala su abogada recibió una llamada telefónica de él avisando que estaba fuera del país. "Le quería decir al juez que volvería con pruebas", justificó ante el presidente de la Audiencia, quien le pidió en varias ocasiones que se tranquilizara y le llamó la atención por referirse despectivamente a la víctima como "maricón". En la boca del fallecido se hallaron restos de semen, reveló la defensa. "No era mío", se apresuró a decir Carvajal.

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