La batalla contra los estorninos sustituye a las águilas por ambientadores repelentes

Las rapaces han dejado de ser efectivas con la plaga que llegó a Huesca en 1992.

Operarios de Ambién lanzan los cohetes junto a los pinos del parque Miguel Servet.
La batalla contra los estorninos sustituye a las águilas por ambientadores repelentes
Javier Broto

El lunes es día de conteo en el parque Miguel Servet de Huesca, donde los estorninos llegaron en 1992 y se han hecho fuertes, tanto que ya hay una colonia que puede considerarse autóctona.

Ayer solo había 2.000 porque la especie migratoria, el pinto, ya ha empezado a marcharse hacia el centro de Europa. La sedentaria, el negro, ha salido hacia sus lugares de cría, lejos de los árboles. Hace una semana, eran 6.000 los pájaros contabilizados en este recinto. Desde que en 1993 comenzó la batalla contra esta plaga, con picos de hasta 131.000 ejemplares hace diez años, han sido muchos los métodos empleados. Las águilas Harris, sus enemigos naturales, que se introdujeron en 2012 han perdido su efecto disuasorio y ahora se va a probar con ambientadores repelentes, que no afectan a la salud ni al árbol.

Es algo que ya se intentó el año pasado, pero la presión de las aves era tan fuerte que, ante las quejas de los vecinos, hubo que actuar con los métodos clásicos. "Ahora vamos a probar el mismo sistema en árboles aislados y no habrá quejas si hay muchos estorninos y en lugar de ponerlo con bolsas granuladas lo haremos pulverizando un líquido hacia las ramas", explica Antonio Rivera, responsable técnico de la empresa Ambién, que tiene adjudicado el control de aves en la ciudad. "Son aceites de aromas y esencias naturales que tienen un olor mentolado y molesta bastante a los bichos", añade. Según dice, "se ha probado y ha funcionado como disuasorio de murciélagos en poblaciones rurales y en Huesca, en los balcones del Casino, para las palomas.

Rivera apunta que el coste de las aves respecto a la eficacia real no era proporcional. "Puede que se hubieran acostumbrado a ellas y, como todas las medidas, hay que ir variando porque no se puede mantener un método de continuo", señala. Ambién se hizo cargo del control de estorninos en 2005. En ese momento se había intentado si éxito ahuyentarlos con cohetes y un sistema de altavoces. Se probó además lanzando agua a presión sobre los árboles y colocando figuras de corcho con apariencia de búho, otro enemigo de estas aves. Nada era eficaz y la plaga siguió utilizando los pinos del parque Miguel Servet como dormidero.

En 1995 se empleó el ‘tordocop’, un robot que representaba un cazador y era móvil. Se colocó en la parte superior de los árboles y funcionó durante un tiempo, hasta que los estorninos se acostumbraron a él. Después se utilizaron los disparos subsónicos; era munición real y se hacía con la vigilancia de la Policía Local. "Se incorporaron las grabaciones con sonidos de alarma (rapaces) y linternas para molestar a los pájaros para que se fueran antes de disparar", explica Rivera.

Estas grabaciones continúan en uso. Se combinan con el láser y los cohetes. Desde septiembre hasta finales de febrero o principios de marzo, operarios de Ambién acuden al parque al atardecer cuando los estorninos vuelven de los campos a dormir. Algunos se quedan y otros se dispersan en busca de dormideros alternativos repartidos por la ciudad. "Después, recorremos los otros sitios y lanzamos una pirotecnia suave", indica Rivera.

La concejala de Medio Ambiente, Carmen García, señala que hay 23 focos de estorninos en Huesca. Además de en el parque están en Menéndez Pidal, Doctor Artero, Ramón y Cajal, Hospital Provincial... La edil reconoce que la plaga se ha reducido un 90%, desde las primeras cantidades, "que era salvajes". El problema, en efecto se ha reducido, pero hay que seguir trabajando por "las afecciones ambientales y sanitarias" que conlleva al tratarse de una plaga.

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