"Sobreviví al nazismo porque confundieron mi fecha de nacimiento”

La checa Dagmar Leblová relata en Huesca su experiencia en cuatro campos de concentración.

Dagmar Levlobá, en Huesca.
Dagmar Levlobá, en Huesca.
Rafael Gobantes

Califica su vida como “una victoria”, por eso no ha borrado de su brazo el tatuaje con el que marcaron su entrada en un campo de concentración durante el holocausto nazi, hace ahora 70 años. La checa Dagmar Leblová cuenta que sobrevivió a aquella barbarie porque alguien cambió un nueve por un cinco en su fecha de nacimiento, y eso permitió que la destinaran a los grupos de trabajo reservados para aquellos con más de 16 años. Una suerte que no corrió el resto de su familia. “Después, nos enviaron a Hamburgo, a recorrer las ruinas que quedaban de la ciudad, en busca de objetos que pudieran tener valor”, recuerda todavía de aquella época de su vida, que acercó este martes a las más de 200 personas que se acercaron al centro cultural del Matadero en Huesca, dentro de las jornadas sobre la República Checa que acoge la capital esta semana.

 

“Todavía me pregunto cómo pude sobrevivir a aquello”, asegura a sus 86 años, cuando admite que la memoria ya ha empezado a dejar atrás algunos de los crueles recuerdos que le tocó vivir en su infancia, que terminó abruptamente cuando tenía diez años, y Checoeslovaquia fue invadida por la Alemania nazi, y cambió para siempre la vida de su familia, judía y deportada a Auschwitz. Después, ella pasaría por los campos de Theresienstadt, Neuengamme y Bergen-Belsen.


Uno de los que momentos que asegura tener más grabados fue cuando, estando en Bergen- Belsen -en Alemania-, llegó la Armada Británica para liberarlos. “Por entonces yo estaba gravemente enferma y me sentía muy débil. Pese a ello, pude sentir un gran alivio de haber pasado todo ese mal y haberlo dejado atrás”, rememora. También recuerda tener muy presente la despedida de su hogar, o la de sus padres y su hermana. “Tampoco olvidaré el momento de volver a mi casa”, dice.


Le tocó, entonces, empezar de cero. Pese a lo duro del pasado, asegura haber sido “muy feliz”. Cifra en más de un lustro el tiempo necesario para dejar atrás las secuelas físicas, en el plano psicológico le resulta mucho más complicado de medir. “Conocí a mi esposo y he fundado una familia, con tres hijos y seis nietos. Algo que es todo un triunfo, porque yo no debería estar aquí, ni ellos tampoco”, dice con cierta emoción.


Respecto a su posición actual, espera que las nuevas generaciones puedan aprender de su historia “y que nunca más se vuelva a repetir algo así, que un grupo de gente persiga a otro solo por ser diferente”, y por ello, asegura que no se cansa de relatar su experiencia en los campos de concentración.


“A la gente siempre le causa curiosidad conocer la experiencia de cómo era el día a día allí”, asegura, y admite que en algunos documentales históricos sí que se ha conseguido reflejar con cierta fidelidad cómo se vivió, no tanto en las películas de ficción. “Pero probablemente ni el mejor documental podrá mostrar de verdad tal y como se vivía en un campo de concentración”, concluye.

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