Ni paso elevado ni de cebra para llegar al parque

La localidad de Villanova, próxima a Benasque, lleva una década pidiendo una solución al riesgo que supone la cercanía de la A-139.

La limitación de velocidad a 50 km/h es la única solución que se ha adoptado en Villanova.
La limitación de velocidad a 50 km/h es la única solución que se ha adoptado en Villanova.

Una restricción de velocidad a 50 kilómetros por hora, acompañada de una señal luminosa, es la única solución que se ha puesto en la última década al peligro que supone en la localidad altoaragonesa de Villanova el paso de la carretera A-139 junto a su núcleo urbano.


La vía separa la zona de casas que integran el pueblo con las instalaciones deportivas, compuestas por un parque, el campo de fútbol y pistas de baloncesto y tenis, lo que hace más sensible la situación, ya que es una zona frecuentada por los muchos niños que participan en campamentos en el entorno. Además, el tráfico es habitual en la zona, ya que son muchos los vehículos que pasan en dirección a Benasque o Cerler.


“Hace doce años ya remitimos una reclamación al Gobierno de Aragón para que se actuara en la zona y buscaran algún remedio a esta situación. Planteamos concretamente la construcción de una rotonda, que obligara a frenar a los vehículos, y que permitiera ubicar un paso de cebra para cruzar. Finalmente, se decidió limitar la velocidad en la zona a un máximo de 50 kilómetros por hora y señalizarlo debidamente, algo que creemos que se puede mejorar”, explica José María Campo, alcalde de la localidad.


Javier Moscoso, encargado del albergue Velarta, que acoge tanto en la temporada invernal como en los meses de verano amplios grupos de escolares, y que se ubica a la altura de la zona de recreo pero separados por la carretera, se suma a la reivindicación.


“La visibilidad es buena y en la mayoría de veces se respeta el límite fijado, pero no deja de ser un riesgo, ya que no se trata de un niño o dos aislados que intentan cruzar rápidamente cuando no pasan coches, sino que en el caso de los que nosotros alojamos, son grupos de 70 a 100 chavales”, comenta.


Moscoso argumenta que en temporada alta, es decir, tanto en los meses en los que la estación de esquí está abierta como del 15 de junio al 15 de septiembre, cuando hay también muchos turistas, el tráfico es abundante por la A-139.


Por ahora, señalan aliviados, no se ha tenido que lamentar ningún accidente relacionado con el cruce de la carretera y las situaciones de riesgo que puede acarrear, y esperan que no tenga que producirse para que se haga algo al respecto. Por ello, el actual equipo de gobierno plantea volver a retomar su reivindicación en los próximos meses, trasladando de nuevo al gobierno autonómico, responsable de esta vía, su petición.


“Somos un Ayuntamiento pequeño, por lo que no podemos acatar nosotros el coste de una posible solución que sería construir un paso elevado”, explica el alcalde.


La limitación a 50 kilómetros hora, apuntan, fue una solución que sí consiguió que los vehículos atravesaran la travesía a menor velocidad, “aunque siempre hay algunos que no la respetan”, lamenta Campo. Para evitar esto, en ocasiones se sitúa en la zona un radar móvil de Tráfico.


Además, desde el albergue extienden la falta de seguridad ya no solo a la hora de cruzar, sino también cuando los vehículos, especialmente los autobuses, tienen que incorporarse a la vía.


“La salida se encuentra en la parte central del pueblo y todos los edificios que se sitúan más al sur que ésta, están obligados por una señal a realizar la maniobra hacia abajo, aunque lo habitual es que su destino sean las estaciones de esquí, en dirección contraria. Tienen que recorrer unos metros y luego hacer una maniobra de 180 grados, casi imposible para un autobús de los de mayor tamaño”, explica Moscoso.


Esto crea situaciones complicadas, pese a la visibilidad de la recta, cuando los autobuses intentan girar, o cuando, como otra solución, buscan alcanzar la salida más al norte por el amplio arcén.


“Hemos consultado con la Guardia Civil y tampoco tienen clara cual es la solución”, lamenta el encargado del albergue, uno de los más afectados, ya que durante todo el invierno cuenta con grupos escolares que realizan en Villanova su Semana Blanca, y en verano los campamentos estivales, que se desplazan en autobuses de gran tamaño.

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