De la Pasión a la alegría de las romerías multitudinarias

Miles de altoaragoneses cumplieron ayer con la tradición de peregrinar
al santuario de El Pueyo de Barbastro o a las ermitas de Castejón del Puente, Monzón o Binéfar.

Miles de personas acudieron desde bien temprano a la ermita de La Alegría de Monzón para cumplir con su tradicional romería a este templo, una de las señas de identidad de los montisonenses. Fueron a pie, corriendo, en remolque tirado por un tractor, en caballo o en los autobuses que habilitó el Ayuntamiento para las personas mayores o discapacitadas. El camino fue un reguero de romeros durante toda la mañana. Tras cumplir con el beso a la Virgen y la fotografía, pudieron reponer fuerzas con longaniza y vino.


En el Somontano ayer se inició el periodo de romerías hasta finales de mayo al santuario de El Pueyo. Los primeros romeros, como manda la tradición secular, son los de Barbastro y Berbegal, que ayer se apostaron en el portal del Solo para iniciar la subida al templo tras las cruces de ambos municipios. Los respectivos alcaldes, ediles y decenas de vecinos participaron en la procesión presidida también por el obispo, Ángel Pérez, que ofició la eucaristía junto a los monjes de la congregación argentina del Instituto del Verbo Encarnado que mora el monasterio. Pérez se mostró conmovido "porque Barbastro y la diócesis comienza tras la Pascua una campaña de romerías. Esta es una muestra de religiosidad popular que nos dice que hay algo más de lo que se palpa, una dimensión de trascendencia". En Castejón del Puente, los vecinos de esta población del Somontano acudieron en romería hasta la ermita de La Bella donde al mediodía se celebró una misa.


La romería de San Quílez, que se celebró ayer en Binéfar, va recuperando paulatinamente la participación de los jóvenes, que ayer se sumaron a la práctica totalidad de los actos programados. Alrededor de doscientas personas, la mayoría jóvenes, fueron tras la charanga que salió de la plaza España para recorrer a pie el camino hasta la ermita, en cuya explanada les esperaba un almuerzo con pan, panceta y embutidos a la plancha. Después de la misa y una actuación musical, la mañana se remató con la subida al palo enjabonado para conseguir el jamón de premio.

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