La unidad de congelaciones del San Jorge atiende en su primer año a cinco montañeros

El doctor experto en montaña Manuel Avellanas explica que además han supervisado a otros a distancia.

El primer paciente.
El primer paciente.
Rafael Gobantes

Cinco pacientes han sido atendidos durante el primera año de la puesta en marcha de la Unidad Funcional de Congelaciones en el hospital San Jorge de Huesca, la primera del sistema público nacional, y que aspira a ser un referente en el tratamiento de esta patología de montaña. Además de estos casos también ha supervisado, a través de medios telemáticos, la evolución de congelaciones más leves, según explica el doctor que coordina a este equipo, Manuel Avellanas, con una larga trayectoria en este ámbito. Con todo, "se trata de una patología, los accidentes de montaña por frío, que no es muy frecuente", puntualiza.


En todos los casos, han sido montañeros experimentados –cuatro hombres y una mujer– que sufrieron congelaciones en las manos o de los pies, especialmente en los dedos. Cuatro de ellos en las extremidades superiores y el otro en las inferiores. Son las primeras zonas que pierden calor, junto con el rostro y, en concreto, la punta de la nariz, apunta Avellanas. En estas patologías, el éxito depende de la gravedad de la lesión, de si una vez con heridas no tiene que usar las extremidades para salir de donde se encuentren, de la rapidez con la que se actúe y de la respuesta al tratamiento. Por fortuna, todas las falanges se han salvado y no ha sido necesaria ninguna amputación.


De los cinco, dos requirieron ingreso. A algunos de ellos ya se les atendió durante el viaje, desde el lugar en el que sufrieron el daño hasta que llegaron al hospital, a través de consultas telefónicas y de ver la evolución en fotografías que enviaban a los especialistas por correo electrónico. El caso más claro fue el de un montañero que estaba en Groenlandia y tardó varios días en llegar. Tres de ellos sufrieron el accidente en el Pirineo y el otro en la Patagonia.


El primer paciente llegó el 5 de febrero de 2015 y al último se le atendió en el San Jorge el pasado mes de octubre. La unidad se llama funcional porque no cuenta con una estructura clásica sino que es un equipo multidisciplinar que actúa cuando es necesario aplicando un protocolo. Colaboran principalmente los servicios de urgencias, medicina interna (cuidados intensivos) y cirugía vascular, complementada por laboratorio de bioquímica, hematología, radiología y otros servicios del centro.


Esta unidad la estrenó un soldado de las Tropas de Montaña del Regimiento 66 de Pamplona, que presentaba problemas en ambas manos, principalmente en los meñiques y en el corazón de la derecha. Tras hacerle una exploración, se inició el tratamiento médico con agua a 40 grados hasta que los dedos recuperaron el color y el calor. No obstante, pasó en torno a una semana ingresado.


El precalentamiento forma parte del protocolo, que en general se aplica a todos igual, pero varía en función de la gravedad y de otros condicionantes. Se utilizan también vasodilatadores y prostaglandinas, además de otros medicamentos en función de la situación. Sin embargo, cuando se tiene que atender al paciente en el lugar en el que se encuentra, los especialistas dependen de lo que lleve en el botiquín o de lo que pueda conseguir. "Hay quien no lleva de nada, pero deberían llevar vasoditadores, segregantes y antibióticos, por si se infectan las congelaciones", comentó.

De Groenlandia y Patagonia

En el segundo caso, el de un alpinista español que estaba en Groenlandia, se tuvo que actuar en un primer momento a través de correos electrónicos para curarle los dedos. "Cuando llegó de Groenlandia se le vio que estaba bien y se siguió ambulatoriamente", recuerda Avellanas. La tercera paciente fue una chica a la que también se le congelaron las manos, en este caso en los Pirineos. Inicialmente se le atendió ‘online’ y, aunque estaba prevista su llegada al hospital, no fue necesaria.


El cuarto paciente de la unidad también llegó antes de acabar la pasada temporada de invierno, un montañero catalán al que se le congelaron las manos en el Pirineo y que, en este caso, sí requirió un ingreso hospitalario de una semana. Después, se hizo el seguimiento a distancia. El último se dio en octubre, el de un alpinista vinculado a la provincia que estaba en Patagonia y al que el frío le afectó a los pies. Avellanas recuerda que tardó diez días en llegar. En este tiempo se le dieron las indicaciones pertinentes y se vio la evolución, de tal modo que, cuando llegó, ya estaba bien y solo fue necesario limpiarle de forma quirúrgica las congelaciones.


La unidad se presentó el 9 de enero de 2015 en el hospital San Jorge como la primera del sistema de salud público nacional que funciona como tal. Esta recoge el testigo de la experiencia iniciada por el doctor José Ramón Morandeira, ya fallecido, en el hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragoza. De hecho, en muchos casos las primeras atenciones se realizaban en Huesca antes de derivar al paciente al citado centro.


Como ese servicio dejó de estar operativo, el de Huesca supuso una reactivación. Con la creación de esta unidad, se articuló como un equipo multidisciplinar. En Aragón, también realiza tratamientos y operaciones el jefe de Neurocirugía del hospital MAZ de Zaragoza, Ricardo Arregui, uno de los mayores expertos desde hace 30 años, que ha atendido a los mejores alpinistas nacionales.

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