Ramona cumple 105 años en Santa Engracia de Jaca

La centenaria todavía goza de buena salud y hoy celebrará su cumpleaños rodeada por su familia.

Ramona cumple 105 años en Santa Engracia de Jaca
Ramona cumple 105 años en Santa Engracia de Jaca

Ramona Pozo nació el 30 de agosto de 1909 en Santa Engracia de Jaca, en Casa Marianico. Es la mayor de cinco hermanas. Todas han sido muy longevas, pero ella ha logrado superar a todas. Y es que hoy suma nada más y nada menos que 105 años. Ella es una de las actuales “abuelas” de Aragón y va camino de serlo también de España ¿Su secreto? Vivir en el Pirineo al calor de su familia, no seguir ninguna dieta, haber trabajado mucho, tomar pocas medicinas y dibujar siempre una sonrisa.


Y la morcilla. Dicen que cuando la ve sobre la mesa siempre le cambia el semblante si está decaída. “Apenas toma medicación y cada vez que le hacen analíticas o le toman la tensión está estupendamente”, cuentan orgullosos sus tres hijos: José Miguel, Adrián y María Dolores. También tiene un nieto, Kiko, y dos nietas: Pilar y María. Además, disfruta de un par de biznietas: Adriana, de 9 años, y Natalia de 6. 


Este sábado celebrará junto a su familia su 105 cumpleaños. Lo harán en Casa Lobera –su vivienda de casada-, donde reside junto a sus hijos José Miguel y María Dolores, y José, un pastor que vive con ellos desde los 15 años y que es uno más de la familia. Siempre se han dedicado al campo, aunque ella se empeñó en que sus hijos estudiaran. “Cada año lo celebramos como si de una fiesta de Navidad se tratase”, aseguran los hijos. Y además de una gran tarta y regalos, está claro que el cava no faltará sobre la mesa. “Le encanta tomarse una copa y si no la hay se enfada”, confiesa su hija María Dolores. 


La flamante centenaria todavía se asea y come sola. Incluso se logra poner las medias sin ayuda. Pero cuando ve a las chicas jóvenes con pantalones cortos y las piernas al aire les pellizca las pantorrillas “porque van muy descubiertas”. Puede leer sin gafas, con cierta dificultad a la hora de entender también atiende al teléfono y si su familia se descuida, les gana a abrir la puerta cuando llaman al timbre de su casa.


Es forofa del tenis desde que en los años 60 se levantaba de madrugada para ver los partidos de Manolo Santana. Y también es fiel seguidora de los toros y del FC Barcelona. Aún tiene mucha agilidad mental y le encanta recordar viejas historias que sus biznietas escuchan con atención. Un siglo de vida debe de dar para repasar un sinfín de anécdotas.   

Estuvo en la inauguración de la Estación de Canfranc con Alfonso XIII

Su abuelo y su padre regentaban una tienda en el pueblo dónde vendían de todo: comida, tejidos, calzado, cubiertos de madera, peinetas para las señoras… Y durante la postguerra distribuían el racionamiento con las famosas “cartillas”. Estudió en la escuela local de Santa Engracia y, luego, en el colegio del Carmen de Jaca, donde aprendió mecanografía.


“Recuerda la escasez de hilo para coser que se vivió en España durante la I Guerra Mundial. También la gripe española (1917), la cual mató el mismo día a tres vecinos de Santa Engracia, entre ellos una tía suya: la tía Prudencia”,  relata su hija María Dolores. “También retiene cuando asistió a la inauguración de la Estación Internacional de Canfranc el 18 de julio de 1928 en presencia del rey de España Alfonso XIII”, añade. De joven se escapaba por la noche para salir a bailar con su hermana

Una de las historias que más le gusta recordar a Ramona es cuando, durante su juventud, se escapaba a bailar por las noches con otra hermana. “Mi abuelo tenía una puerta con cuatro cerrojos y estaba convencido de que era imposible de que fueran ellas cuando se lo comentaban los vecinos.


Engrasaban muy bien los cerrojos para que no hicieran ruido y dejaban a una hermana menor vigilando en la galería de la casa”, cuenta Adrián, otro hijo al que Ramona de pequeño llamaba Barrabás por las trastadas que hacía en casa y al que solía perseguir con un palo de escoba. Ahora dice que quiere enseñar a bailar la jota a sus biznietas, pero apenas tiene equilibrio cuando se levanta sola. “Es más ilusión que realidad”, sienten sus hijos.


En esa época, también le gustaba ir con sus amigas a la ermita de la Virgen de Noravilla - a unos 3 o 4 kilómetros del pueblo-. “Como la puerta estaba cerrada, ella trepaba por la pared hasta el hueco de la campana, bajaba por dentro y abría la puerta a sus amigas. Entraban todas, rezaban un rato y para salir repetían la misma operación: cerraba la puerta por dentro, trepaba por la pared y saltaba afuera”, relata Pilar Abad, la mayor de sus nietas. “Como tenía una hermana que tenía parálisis infantil a causa de la poliomielitis, la llevaba siempre a corderetas para que no se quedara atrás”, añade. “Siempre ha sido una mujer muy generosa”, detalla su hijo José Miguel. Una mujer con mucho carácter

Cuando su ya fallecido marido la pretendía se encontraron un día en la plaza. Ella subía de la fuente con dos cántaros llenos de agua, uno en la cabeza y otro debajo del brazo. “Mi abuelo al verla quiso entablar conversación con ella diciéndole que si le podía dar un poco de agua y ella le contestó muy airosa que si quería beber que bajara a la fuente”, cuenta su nieta Pilar. “Siempre ha sido una mujer con mucho carácter y ahora, cuando hay algo que no le gusta todavía pega puñetazos en la mesa”, añade Pilar, quien recuerda los ricos mondongos que hacía junto a su abuela.


En España hay casi 150 personas que ya superan los 105 años. En la comunidad aragonesa residen al menos una decena y, en su inmensa mayoría, son mujeres. Hoy, Ramona entra a formar parte de esta cantera histórica de aragoneses longevos con un secreto para superar con creces un siglo, y lo que les echen.