Un maestro jubilado dona al Museo Provincial unas 200 piezas del Neolítico africano

?Las recopiló mientras ejercía su profesión en Marruecos en los años 60.

Antonio Pano junto a los seis paneles donados al museo
Un maestro jubilado dona al Museo Provincial unas 200 piezas del Neolítico africano
Javier Sánchez

Su nombre es Antonio Pano y es natural de La Puebla de Castro, en la comarca de Ribagorza, aunque ahora vive en la localidad catalana de Vegas del Vallés. Sin embargo, su gran cariño por Huesca, la ciudad en la que estudió la carrera de Magisterio, le ha llevado a donar al Museo Provincial de la ciudad uno de sus bienes más preciados: su colección de sílex del Neolítico africano, recopilados durante su estancia como maestro en el Sahara en los años 60, junto a su gran amigo y compañero de profesión, Joaquín Ferraz, también ribagorzano.


El sábado hacía entrega de los seis paneles (alrededor de 200 piezas en total) al centro oscense para su estudio y catalogación. Le acompañó su sobrino, José García, natural de Monzón, aunque residente en Lérida.


“Tengo buenos recuerdos de la ciudad y a la hora de hacer una donación de estas características he preferido que sea aquí y no en otro sitio”, confiesa Antonio, quien se encuentra ya jubilado. Como explica, casi todas las piezas son de sílex, de la zona costera del Sahara, aunque también hay procedentes del interior de la zona “donde los artesanos quizá tendrían más dificultades para encontrar este material y utilizaban otros para fabricar herramientas, como rocas calcáreas”, señala.


Se trata, en su mayoría, de instrumentos de caza, además de cortadores, raspadores y cuchillos. Su interés reside además en que la época a la que pertenecen, el Neolítico africano, que “no se corresponde cronológicamente con el Europeo, ya que son culturas que evolucionaron en circunstancias diferentes y a ritmos diferentes”.


Como explica Antonio Pano, el interés por estas piezas vino a raíz de una visita del arqueólogo y experto en Prehistoria turolense Martín Almagro (1911-1984) a la zona de Cabo Bojador, en Marruecos, donde se encontraba destinado su amigo Joaquín. Almagro tenía intención, explica Antonio, de ampliar una de sus obras sobre la Prehistoria. “Entonces no teníamos ni idea de qué era todo esto, pero cuando nos explicó de qué se trataba y cómo se podían encontrar me entró la afición y me dediqué yo mismo a buscarlas”, recuerda. “Y el resultado esta aquí, en todo este material que he donado”, añadió.


En ocasiones, asegura, realizaba excursiones con sus alumnos hasta las zonas donde se hallaban estos materiales. Una de ellas era un taller a cielo abierto, donde los artesanos de la época trabajaban las piezas para los cazadores y guerreros de su tribu. “No era necesario realizar excavaciones, podían encontrarse en la superficie, envueltos en la tierra”, relata.


En el momento de hacer entrega al museo, Antonio no pudo evitar sentir cierta emoción. “Cuando piensas que han pasado cuarenta y pico años desde entonces te emocionas y dices, caray, qué joven era entonces”, asegura. Su cariño por Huesca sigue estando intacto, y en el viaje desde su localidad de residencia dice haber sufrido “al ver los déficits que todavía padece esta provincia, como es el caso de la autovía a Lérida, aún por terminar”.