Huesca

"Luchamos por una vida digna"

Cada día, en torno a una decena de personas piden ayuda a los oscenses en plena calle.

Gente pidiendo en las calles de Huesca
?Luchamos por tener una vida digna?
JAVIER SÁNCHEZ

En torno a una decena de personas piden ayuda cada día en las calles de Huesca. El Coso, los Porches de Galicia y las puertas de iglesias como la basílica de San Lorenzo o la iglesia de San Vicente El Real (La Compañía) han dado paso a otras zonas de la ciudad donde no era tan habitual encontrar transeúntes antes de la crisis, como la avenida de Ramón y Cajal, la plaza de Concepción Arenal o las calles de Zaragoza y Alcoraz. La búsqueda de una oportunidad, el frío en invierno y el calor en verano, la incertidumbre por el mañana y el miedo a no esperar nada del mañana forman parte del día a día de estos transeúntes. Es la vida vista desde el suelo.


“Llevo parado desde febrero. Soy vigilante de seguridad y escolta privado titulado, pero no encuentro trabajo por más currículums que dejo. No me llama nadie”. Son las palabras de Daniel Encina, natural de Sevilla, a quien puede verse muchos días en el centro de la ciudad, bordando junto a su mujer, Laura García, procedente de Madrid. Ella fue la que le enseñó y ahora realizan juntos esta actividad al tiempo que piden la voluntad de aquellos que pasan a su lado. Después venden sus obras “a un precio razonable”. También, como aseguran, reciben encargos. “Con eso y con lo que nos da la gente y los servicios sociales del Ayuntamiento, que nos van renovando la tarjeta del albergue, comemos caliente”, cuenta Daniel.


Huesca es la quinta provincia que visitan en busca de una salida laboral. Llegaron a disfrutar de un piso de alquiler, con la ayuda de la iglesia evangélica de Los Hermanos de Betel, a la que siguen asistiendo. Intentaron también unirse a una iniciativa de vida alternativa en comunidad en Capedesaso (Los Monegros) pero que por diversas circunstancias “no salió como habíamos deseado”. Luchan, como dicen, “por tener una vida digna, un trabajo digno y un salario digno”, ya que cuentan con dos hijos que, como indica Laura, “gracias a Dios, se encuentran bien”. “Al final, si buscas trabajo por las vías normales y esperas a que alguien de la cara, te mueres de pena y yo para no morirme de pena, prefiero morirme en la calle”, asegura Daniel.

La vida en una furgoneta

Miguel Ángel, de 55 años, es natural de Valladolid y también ha encontrado su espacio en la calle, en el centro de la ciudad, donde lleva desde enero. Se dedicaba a la hostelería en Mallorca y cuando todo se vino abajo se trasladó a Huesca, provincia que conocía por su afición al senderismo. Intenta evadirse leyendo, ya que “afortunadamente, en la biblioteca, me dejan los libros gratis”, asegura. Y también escribiendo. En tres meses ha terminado una novela, que ha podido escribir gracias a que una de las voluntarias de las Conferencias de San Vicente de Paúl de Huesca (en la calle de San Lorenzo 56) le cedió una máquina de escribir. Es la organización, asegura, que más le está ayudando. Ahora espera que alguien le permita fotocopiar su obra, con el fin de poder entregarla a alguna editorial. “Es la historia de alguien como yo y en ella suceden cosas que me han pasado a mí y también a otra gente”, explica Miguel Ángel.


Dice sentirse afortunado, porque dispone “de una furgoneta en la que dormir, aunque el año pasado, una noche, la temperatura descendió a seis grados bajo cero y tuve que meterme en un cajero”, relata. Le acompaña también una perra con la que sale a pasear todas las mañanas y que pasa el resto del día en el vehículo. Los oscenses, afirma, se portan bien con él. “Me traen comida y también me dan dinero, aunque esto no es muy regular, hay días que sacas ocho o diez euros y días que no sacas nada”, comenta. En el norte, afirma, la gente es más solidaria que en el sur y sufren menos la delincuencia. Denuncia también la existencia de “mafias de profesionales cuyos miembros están entre ocho y diez horas pidiendo al día” y que se aprovechan de la buena voluntad de los ciudadanos. Los agentes de seguridad, por lo general, también son comprensivos con él y hasta le han ayudado fuera de las horas de servicio.


Sólo con que consiguiera el contrato de trabajo de un día, Miguel Ángel podría recibir el subsidio de desempleo, aunque asegura que en su situación resulta muy difícil obtener un puesto de trabajo, aún para un espacio de tiempo tan corto. Como asegura, ha encontrado en su situación “a gente de la construcción y que trabajaban en el campo, de temporeros, pero también a divorciados y a gente con traumas familiares que no ha podido superar”.


Su experiencia, como la de muchos otros como él, “se puede ver en la tele, pero hay que vivirla para saber de verdad lo que es”.