Opinión

La ley de la naturaleza

Benasque
Benasque
CARLOS BARRABES

Cumple la naturaleza, de forma sistemática, con rituales que impresionan, que conmueven. Las inundaciones vividas sobre todo en la cuenca del Ésera son la advertencia de cómo el entorno natural cumple con sus propias normas; unas reglas marcadas en ocasiones –como en este caso- por una confluencia de circunstancias singulares que provocan violentas reacciones.


La naturaleza avanza por su camino; el reto del ser humano es mostrar su capacidad de prever una actuación semejante. Y que esa prevención minimice, en la medida de lo posible, los daños que siempre va a causar un fenómeno de semejante envergadura.


La advertencia estuvo hecha; se pusieron en alerta todos los medios para garantizar una intervención que se anunciaba necesaria. No hubo dudas y las previsiones acertaron para mostrar la furia de las lluvias, a la que se unieron el deshielo y una comprometida situación en los embalses. Un cóctel que no por extraordinario puede resultar inesperado.


La Ribagorza en particular –Benasque y Castejón de Sos, sobre todo- y el Pirineo en general se han visto azotados por la fuerza de una naturaleza que se ha mostrado contundente. Y que ha dejado un sello de violencia y destrucción que adquirirá dimensión con el paso de los días.


Hoy, después de contemplar el paso bárbaro de una naturaleza desbocada, después de observar atónitos la capacidad destructiva de unas riadas impresionantes, queda la serenidad de conocer que no se han producido desgracias personales; y la necesidad de ponerse a trabajar para rehacerse de los daños causados.


La naturaleza contribuye a poner al hombre en su lugar. Y la experiencia, el aprendizaje, pone de relieve la importancia de profundizar en el conocimiento previo, en la previsión como elemento fundamental para estar preparado ante fenómenos que nunca pueden resultar inesperados, que no pueden pillarnos desprevenidos.