TOROS

El cuponazo le tocó a Paquirri

A la corrida de Iniesta, correcta de presentación, le faltó fuerza. Tres toros potables cayeron en manos inadecuadas. Paquirri, a favor de público, cortó dos orejas verbeneras.

Cortó una oreja tras una buena estocada.
El cuponazo le tocó a Paquirri
F. PAúLES

Aquí, en la plaza, siempre toca. Cuando no es un pito es una pelota. Torees o no. Si lo haces te llueven orejas. Si no, según el tendido, te puede caer: desde una peluca hasta un braguero. Para la hernia inguinal. Por si acaso. Si no la tienes, después de lo de ayer, descuida, te puede salir. Tanta carrera, tanto salto, tanto recorte acaba por pasarte factura. A nuestra edad. Hasta las mulillas (caballos percherones en este caso), se pusieron bordes. Se negaron a arrastrar pegando un auténtico sainete. Un mitin. Claro que el maestro Sampériz, harto de tanto chuflar por chuflar, le echó un pulso al tendido negándose a tocar en la faena del cuarto. Ganó. Con un par.


Le pasarán factura, que los hay muy rencorosos en eso de la música. Claro que, después de tanta velocidad en el albero -reseco, por cierto-, la sed hizo acto de presencia y de no ser por el vino de Rafa Maza -de la pipa del año 39- el 'año triunfal', de ahí su extraordinaria madre, el espectáculo de ayer hubiera sido más insufrible aún. No puede ser que las vueltas al ruedo de los toreros del 'cuore' duren más que la lidia de un toro. No puede ser que el público se lance al ruedo y pasee junto al matador. El albero es sagrado. Punto.


Iniesta envió el hierro que tiene con la procedencia Domecq. En tipo tres de ellos. Dos, que de tener un poco más de fuerzas, hubiesen sido de lío gordo. Todos con las puntitas por delante, limpias, brillantes. Una corrida a modo para Huesca con un poco más de romana. Justos de raza. Mansitos pero sin escándalo. De los que no buscan las tablas descaradamente, pero se sienten mejor próximos a ellas. Quinto y sexto codiciosos, con el morro por delante, pero derrengados. Apuntaron calidad.


El Cordobés atrae hasta el polvo. Se perdió entre él en los lances de recibo. Su primero se aburrió de tanto trapazo, tanto pico y tanto salto de la rana. Se afligió y murió con la cara entre las manos. Como para no ver. Se vio un moquero blanco en el palco y paseó una oreja. El cuarto salió picado de chiqueros. Se murió de pie. Como los soldados del oeste americano. Fue mármol puro extremeño.


El Fandi, al menos, estuvo en profesional. En torero con oficio. Dos largas cambiadas y un par de verónicas aceptables abrieron el cajón de la ilusión. El toro se movía. Con los palos ya se sabe: corre tanto para atrás como un crío de doce para delante. Puso un segundo par bueno y un violín casi a toro parado ya. Se fue a la solanera y a base de rodillazos, 'echate p'allá', un desplante y un espadazo bajo se cameló al presi y éste le dio la oreja. Con el sexto, renqueante tras haberlo partido en dos recortes en banderillas, poco pudo hacer. Se colocó mal -donde no embisten los toros- e hizo ver que aquello era un pozo sin fondo. Lo mató de una sotanera.


Maese Paquirri -podría ser representante de caramelos porque los vendería todos-, lo pasearon a hombros, no sé si como premio o para tirarlo al pilón, después de llevarse dos orejas de auténtica risa. Perfilero, siempre en fuera de cacho y con el culo 'pa fuera'. Hasta dos riñas de perros pude contar entre muletazo y muletazo. Bailó al son del pasodoble. Citó en Huesca y los mandó a Pamplona. Por su torpeza a punto estuvo de sufrir un puntazo. Y es que los toros ya no respetan ni a los marqueses. Ni aunque sean de papel cuché. Ni que se llamen Rivera.


Huesca, tercera de abono.

Más de tres cuartos de entrada en tarde de bochorno.


Seis toros de José Luis Iniesta, correctos de presentación, justos de raza y fuerza.


El Cordobés, de verde botella y oro, oreja y silencio.


Paquirri, de azul rey y oro, oreja y oreja.


El Fandi, de esmeralda y oro, oreja y silencio.


Presidió Luis López, muy generoso.