DERROTA DE LA S.D. HUESCA

La imagen no fue suficiente

El Huesca hizo un buen partido, pero no estuvo fino arriba. A un cuarto de hora del final, Onésimo asumió riesgos y no salió bien.

Luis Helguera cae ante el portero del Cartagena
La imagen no fue suficiente
CARLOS PASCUAL

El dos a cero suena relativamente holgado, pero no puede esconder el equilibrio de un duelo fantástico, de enorme miga, en el que el Huesca desarboló en muchas ocasiones al Cartagena hasta que se inmoló a falta de un cuarto de hora con la asunción de riesgos más que extremos. Queda el pobre consuelo de una imagen solvente. Y otra exhibición de paradas de Andrés. Se frena la racha, pero no el perfil emergente de un colectivo en alza.


Toché encarriló la victoria al culminar un ataque milimétrico orquestado por Longás. Y Botelho le dio forma en el descuento, cuando los de Onésimo vivían en una desesperación agonizante por empatar, a costa de cualquier mínimo orden sobre el campo.


El árbitro no dejó contento a nadie. Le pitaron mucho en el Cartagonova. Y acabó con la paciencia de Onésimo, que vio un penalti claro a Helguera que podría haber acarreado expulsión. Lo cierto es que Miranda Torres no resultó ser lo más determinante en la derrota.


El conjunto azulgrana hizo un primer tiempo más que digno a pesar de irse perdiendo a la caseta. Defendió con su jerarquía habitual y puso mimo en la elaboración. En pocos toques desbordaba líneas, con Camacho como pieza siempre inquietante, marcado por todos y por nadie.


El partido era vistoso para el espectador fino, porque ambos equipos sentían como un dogma no regalar la pelota y encontrar sentido a cada movimiento. De eso en el Huesca se encargaba de forma preferente Helguera, mientras que en el Cartagena era Toño Longás quien más insistía en que todo tuviera una hilazón. Para el aragonés, todo lo que se hace tiene que encontrar una vía por donde continuar.


De los pies de Longás nació el tanto de Toché; en realidad, de la expresión más vertical de una pared, de la idea más primaria del juego bien concebida. Fue el único momento en el que los defensores de la Cruz de san Jorge se mostraron quizá algo endebles en su desempeño.


Pero al margen de esa acción, el Huesca coleccionó unas cuantas aproximaciones muy mal intencionadas, con Camacho, Roberto y Gilvan como frecuentes quebraderos de cabeza para el gigantón Cygan y sus secuaces. Fueron pasteles sin guinda, sin toda la malicia necesaria. Cygan se reveló como una máquina de contención casi infalible. Detrás de su apariencia robotizada hay un central de una eficacia superior, como acredita su pasado en negociados de mayor altura. Una vez logró escaparse de él Roberto y se puso tan contento que chutó aunque estaba en posición muy lejana.


Se puede decir que la titularidad de Víctor Pérez fue una sorpresa. El madrileño no estuvo mal, con ese fútbol de temple y pausa que tanto le determina. A su estilo construyó varias acciones que llevaban verdad y no solo amagos para la galería del flirteo.


Salió bien el Huesca tras el descanso. Siguió bien, cabría decir. Helguera envió una pelota al palo tras recoger dentro del área, en medio de un lance de estrategia en un córner a favor. Su rosca lánguida superó a Casilla pero no encontró el premio mayor.


El partido se puso goloso para el espectador, porque a los esfuerzos del Huesca por empatar se unían contragolpes vertiginosos del Cartagena. Sin minuto de respiro para abrir las pipas.


Onésimo hizo debutar a Íñigo Pérez. Sacrificó a Corona, alojó a Helguera en el eje de la zaga y situó al navarro cedido por el Athletic en medio con Sorribas. La cosa carburaba. Se presentía la posibilidad de empatar.


Faltando un cuarto de hora el míster pucelano hizo un doble cambio con el ánimo de activar toda la dinamita a su alcance. Salieron Víctor y Sorribas y entraron Toni y Jokin. La acumulación de gente ofensiva propició, de primeras, cinco minutos de empanada hasta ver qué es lo que tenía que hacer cada cual. Cuando se ensamblaron, tampoco volvió a ser el Huesca de antes de la doble sustitución. Es lo que tienen las apuestas arriesgadas, que a veces salen bien y muchas no.


El Cartagena comenzó un rosario de peregrinaciones en solitario hacia Andrés. Primero Toché, luego Víctor, luego quien quisiera sumarse... Se abrió una pasarela de diez metros de ancho -al final defendían solo tres- para el que eligiera desfilar hasta el meta azulgrana, por cierto, otra vez un pulpo en el mano a mano. En la acción más desangelada Botelho cerró el triunfo local, sin perjuicio de haber visto un Huesca muy brillante en muchas fases del partido.