JULIO RODRÍGUEZ

«No controlé el tiempo y se me fue la cabeza»

El veterano meta erró en la última jugada del partido contra el Anaitasuna y los navarros ganaron.

Julio Rodríguez, de negro, se retira acompañado del directivo Jorge Avellanas, tras el partido contra el Anaitasuna.
«No controlé el tiempo y se me fue la cabeza»
RAFAEL GOBANTES

Obearagón tuvo el empate contra el Anaita a 33 tantos en sus manos, después de haber ido casi todo el tiempo por debajo en el marcador. Faltaba menos de un minuto para finalizar el encuentro cuando los navarros erraron su lanzamiento. El portero Julio Rodríguez paró la bola y la lanzó al marco contrario. El Palacio enmudeció por el regalo. El Anaita no desaprovechó la oportunidad, marcó y se llevó los dos puntos en juego. El meta catalán se quedó consternado, acurrucado sobre el parquet con la cabeza entre sus hombros. Sus compañeros y cuerpo técnico le arroparon. La grada coreó su nombre. Ayer, Julio, seguía abatido. Además, el sábado fue su cumpleaños.


Cuando ya han pasado unas cuantas horas desde la fatídica jugada en el partido contra el Anaitasuna ¿qué tal se encuentra?

Hoy es el día más jodido de toda mi vida desde hace mucho tiempo. Hoy (por ayer) se puede estar mal, pero el lunes ya no. Hay que volver a empezar.


La pregunta es obligada ¿qué ocurrió para hacer esa jugada?

Se me fue la cabeza. Se me paró el tiempo. No supe controlarlo y es rarísimo. No lo entiendo porque es algo que no le puede pasar a una persona con mi edad. Se me fue el tiempo. Quedaban poco más de 'veintipico' segundos? Vi adelantado a su portero, estaba pensando en parar el balón y en cuanto lo cogí, tiré sin pensar en el tiempo. Para nada quería ser el protagonista del partido. Pensé en que no quedaba tiempo, no sé?


Acabó el encuentro y sus compañeros y cuerpo técnico fueron a reconfortarle. La grada, con la que tiene un especial cariño, empezó a corear su nombre?

Lo siento mucho por el esfuerzo de todo el mundo. La verdad es que no se acaba el mundo porque hay cosas más importantes en esta vida, pero bueno. Me quedo con el apoyo que me ha dado mucha gente, tanto el sábado como el domingo.


El partido fue especialmente bronco en algunas fases. Al acabar la primera parte hubo mucha tensión entre ambas plantillas. ¿Qué ocurrió?

Estoy también fastidiado por los dos minutos de exclusión al término de la primera parte. Yo nunca me enfrento a nadie, pero lo único que no permito es la falta de respeto de un chaval joven hacia nadie. Lo que ocurrió es que a raíz de un encontronazo entre David Rodríguez e Ibai (Cano), algo normal en un partido así, vi la acción de un chaval que no es la primera vez que la veo -se trata de Maxi Cancio- y ya es la segunda. Es cierto que no tenemos que caer en provocaciones y lo siento por el equipo. Esos dos minutos me dolieron más si cabe que el fallo que cometí en el último lanzamiento que fue un gran error. Pero lo que no puedo ver es una falta de respeto en una pista de balonmano.


¿Con quién se encaró Cancio?

Con Javier Ancizu. Puedo permitir muchas cosas, pero no es la primera vez que lo hace. Lo hizo estando él en Oviedo y yo en Barakaldo. Este chico no es mala gente, pero cuando pierde la cabeza esa falta de respeto no se puede permitir y menos en mi deporte.


¿Escuchó el apoyo de la grada, tras finalizar el partido?

En ese momento no escuché nada. Es que puedo decir las horas contadas que he dormido. La verdad es que era un punto asegurado y la posibilidad de ganar para seguir allí arriba. Me dolió, además, porque trabajamos mucho, porque poco a poco la gente se va animando a venir al pabellón a ver el balonmano. Es la segunda vez que estoy en Huesca y quiero lo mejor para este equipo y esta ciudad.


¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de lo que le han dicho tras el partido?

No te puedo decir quién, pero una persona me dijo lo siguiente: «Solo fallan los ganadores». Esa frase me impactó, pero, insisto, solo tengo palabras de agradecimiento para todos mis compañeros. Lo que tengo claro es que una vez, tras un partido, bajé la cabeza y le prometí a mi entrenador en ese momento, Champi Rivero, que nunca en la vida iba a agachar la cabeza y sigo teniendo claro que nunca lo haré.