JUICIO DE LA DISCOTECA MANHATTAN

El conductor admite que bebió, se drogó y aceleró, pero no quiso "embestir a nadie"

Víctor Gómez se enfrenta a 35 años de cárcel por matar a dos personas y herir a otras ocho en el verano de 2007.

El acusado entró y salió de la Audiencia con una capucha para intentar ocultar su rostro ante los medios de comunicación.
El conductor admite que bebió, se drogó y aceleró, pero no quiso "embestir a nadie"
RAFAEL GOBANTES

Bebió media docena de cervezas, un tapón de tequila, dos cubalibres de wisky, fumó hachís y esnifó una raya de MDMA. Y aún así, aquella madrugada del 28 de julio de 2007, cogió el coche con el dramático resultado de dos personas fallecidas y otras ocho heridas graves.


Esta fue la escalofriante confesión de Víctor Manuel Gómez Rivero, un joven oscense de 25 años de edad que ayer se sentó en el banquillo de los acusados de la Audiencia de Huesca para enfrentarse a una petición fiscal de casi 35 años de prisión por el atropello mortal ocurrido a las puertas de la discoteca Manhattan y en el que perdieron la vida Ángel Javier Pérez Porte, de 40 años, y Benito Joaquín Ríos Bernad, de 27. El acusado, que en sus declaraciones previas durante la instrucción había asegurado no recordar nada del accidente, afirmó ayer que seguía teniendo algunas "lagunas" de lo sucedido aquella noche. "En la cárcel me he acordado de alguna cosa más", terminó reconociendo.


Víctor Gómez, sereno durante toda su declaración, relató que primero estuvo de marcha en un pub de Huesca y después, junto a varios amigos, cogió el coche y se fue a la vecina localidad de Grañén para seguir la fiesta en dos peñas. De vuelta a Huesca, decidió ir con un amigo a la sala Manhattan. "Por si veíamos a alguien conocido", dijo. Tras girar la Ronda de la Industria, aceleró el coche aprovechando que a esa hora, las 6.30, no había tráfico. "Creí que no había peligro", indicó. Pero perdió el control y el vehículo salió despedido hacia la entrada de la discoteca.


El acusado reconoció ante el tribunal su imprudencia, pero también declaró que no tuvo intención de "embestir a nadie" ni de estampar su coche contra los clientes que había en la calle.


Ahondó en que él se quería ir a casa al volver de Grañén pero que su amigo le propuso acercarse a la Manhattan y él aceptó. "Pensé que a esa hora ya estaría cerrada", señaló. Manifestó, además, que lo único que recordaba antes del atropello es que aceleró cuando cogió la recta y "de repente" se encontró la curva. "Perdí el control e intenté arreglar la trayectoria pero luego ya no me acuerdo de nada, pasó muy rápido", recordó. Y negó, además, que viera a un grupo de gente frente a la Manhattan. Aseguró que todos los días pasaba en coche por la Ronda de la Industria para ir a trabajar y que por ello ya sabía que no podía ir a más de 40 por hora. "Pero aquel día, en las circunstancias que iba, no vi la señal de velocidad, ni la de curva peligrosa ni la de paso de peatones", confesó. No pudo precisar la velocidad que alcanzó, pero calcula que serían más de 90 km./h. "Aunque no iba mirando el cuentakilómetros", recalcó.


En tratamiento psiquiátrico

El acusado confirmó que en esa época estaba en tratamiento psiquiátrico por un trastorno social de la personalidad que le habían diagnosticado y que los médicos le habían advertido de que si tomaba medicamentos, no podía conducir. "Pero ese día creo que no me tomé las pastillas", apuntó.


En el interrogatorio también salió a relucir una de las versiones que circularon desde un principio: admitió que aquella misma noche, sobre las 0.00, ya había ido a la Manhattan con un amigo, pero el portero le prohibió la entrada. Según él, "porque llevaba un pantalón de chándal". El fiscal le preguntó si había amenazado al vigilante con que luego volvería a la discoteca, lo que negó. A preguntas de su abogado, el joven se mostró arrepentido de la tragedia causada. "Si hubiera sabido lo que iba a pasar, no hubiera cogido el coche. Lo lamento muchísimo todos los días", concluyó.