GILVAM GOMES

La zurda brasileña que marca diferencias

El extremo marcó un gran gol ante el Barcelona B que abrochó el triunfo y confirmó el crecimiento tanto del carioca como del equipo azulgrana.

Gilvan Gomes trata de zafarse del defensa del Cartagena Cygan durante el último encuentro en El Alcoraz.
La zurda brasileña que marca diferencias
RAFAEL GOBANTES

HUESCA. No abundan los futbolistas capaces de decidir partidos en una categoría antipática, en la que la solidez se impone al talento. Cuando un futbolista despunta, su destino suele ser la Primera División. Hay excepciones, jugadores extraordinarios que no encuentran acomodo en la elite por mil factores, muchos de los cuales se les escapan. Dos ejemplos hay bien conocidos: Rubén Castro y Camacho. Dentro de ese grupo privilegiado figura el brasileño Gilvan Gomes Vieira (Pinheiros, 1984), que demostró el sábado en el Mini Estadi que marca diferencias. Su golazo decidió el triunfo y definió con un rotulador grueso la línea ascendente del Huesca.

Fue un gol de brasileño. De extremo de toda la vida, de un Robinho con dos dedos de frente y el Onésimo de las grandes tardes. Cosió a bicicletas a su par, casi con insolencia, y ganó la línea de fondo. Cuando podía esperarse un pase al hueco y Roberto aguardaba el centro con gula, Gilvan empleó una milésima de segundo en acudir a las musas y evocar cien años de talento carioca; colocó con su zurda la bola entre el portero, la raya de gol y el gozo primigenio de este deporte. El azulgrana remachó su obra de pillo con una de sus volteretas en el aire, el impulso de la adrenalina y las artes de un funambulista chino.

Hay que detenerse en el tanto por su belleza e importancia, pero no atesorarlo como un recuerdo volátil e irrepetible. El brasileño ha alzado el vuelo en la presente temporada y frecuenta ya las alturas de la pasada tras superar un inicio discreto. El de las primeras semanas no fue el Gilvan que llegó a prueba a principios de año, un desconocido que convenció con cuatro carreras a la dirección deportiva. Atesoraba un curioso curriculum que, pese a su juventud, le había conducido a las ligas de Corea, Georgia o Hungría. No fue una de esas aves exóticas que al abrir sus alas delata que está desplumada. No se trataba de Rodrigo o Reinaldo. Si se retrasó su fichaje hasta el último día del plazo invernal fue por las cuentas que se realizaron para cerrar el plantel.

Estas cuadraron y su calidad hizo el resto. Debutó contra el Real Murcia un 14 de febrero y enamoró al Alcoraz. Jugaría como titular los 17 partidos que restaban hasta el final de la Liga y sumó cuatro goles, en esta estadística tan solo por debajo de Camacho y Mikel Rico. Era un futbolista diferente, que además se encontraba con la oportunidad de sobresalir en España, plato de gusto tras deambular por campeonatos con un pobre nivel. No se tuvo que adaptar a Segunda, la categoría de plata tardó en reponerse a la irrupción del carioca, que marcaría su primer tanto ante el Salamanca. Su actuación más memorable, con todo, fue la de aquella noche de viernes en el Rico Pérez; dos galopadas con una perfecta ejecución ante un futuro Primera. Motivos para dar volteretas con triple tirabuzón.

Este año, de menos a más

Su contrato contemplaba un año con otro opcional que se ejecutó sin dudas. Gilvan aparecía como pieza básica a las órdenes de Onésimo. Ya no iban a volver a vestir la camiseta del centenario Toni Doblas, Dorado y Mikel Rico, todos ellos fundamentales para la permanencia, y resultaba lógico aferrarse a los viejos ídolos. Sin discutírsele la titularidad, el brasileño no empezó fino. Falto de chispa, o tal vez víctima de los titubeos en el esquema de la misma manera que ha comenzado a emerger cuando las ideas de Onésimo se han solidificado.

En Jerez, fecha del primer triunfo, el extremo avisó a los infieles con una notable tarde y un lanzamiento al palo. Más discreto fue su paso ante el Cartagena, y su aportación en el Mini Estadi no se reduce al gol. Talento individual y espíritu colectivo: el sábado costó sacarle en la zona mixta respuestas más allá del mérito de todos sus compañeros.