FÉLIX JORDÁN DE URRIÉS

"Mi abuela me enseñó a disfrutar del románico"

El románico es una de las grandes pasiones del presidente de la Federación Aragonesa de Ciclismo.

Félix Jordán de Urriés ante la ermita de nuestra Señora del Llano de Laguarres.
"Mi abuela me enseñó a disfrutar del románico"
áNGEL GAYúBAR

Además del ciclismo, es un apasionado por el esquí, el senderismo o el remo, los espacios abiertos y el arte románico ¿Cómo se compaginan todas estas aficiones?

Siempre he pensado que hay que aprovechar al máximo las posibilidades del territorio en el que vives. Y aquí, en Ribagorza, podemos disfrutar del esquí con una de las mejores estaciones de España, el remo, con tramos salvajes en nuestros ríos y aguas quietas en los embalses, del ciclismo en todas sus infinitas posibilidades, de las actividades en la naturaleza con muchos entornos prácticamente vírgenes y una gran diversidad de ecosistemas en muy pocos kilómetros? por si todo esto fuera poco, en la comarca tenemos numerosos ejemplos del mejor románico nacional y esa es otra de mis pasiones.

¿Por qué esta afición por el románico?

Ante la riqueza, singularidad y belleza de las iglesias románicas que tenemos por aquí, ante la monumentalidad de Roda de Isábena o los monasterios de Obarra y Alaón, ante la apabullante presencia de castillos como Fantova, Luzás y Viacamp y ruinas como las del vecino castillo de Laguarres es difícil no sentirse atraído por estos edificios y por la época en que se realizaron. Pero es que, además, en mi caso hay una culpable especial para esta afición: Nena, mi abuela, que fue quien me enseñó a disfrutar tanto de la naturaleza como del arte y de la cultura.

¿Cómo fue ese proceso de acercamiento al románico?

Recuerdo que con seis o siete años, Nena me hablaba de los secretos del románico y que nos pateábamos el territorio recorriendo ermitas y casas. Me contaba el origen de Obarra, el de Roda, me explicaba la singularidad de las iglesias y las ermitas, me recordaba el papel de Laguarres como territorio fronterizo durante varios siglos entre gentes de culturas y religiones diferentes y a mí me parecían unas historias fabulosas.

Deben ser unos momentos inolvidables.

Ciertamente, y de los que me acompañan siempre esté donde esté. Por ella supe que el románico del valle del Isábena y el del vecino valle de Bohí eran una referencia mundial y que los mejores arquitectos del momento habían estado, hace casi mil años, en esta zona para dejar recuerdo de su buen hacer en unas iglesias, monasterios y catedrales que hoy son nuestro tesoro más querido. Su cariño hacia estas obras fue el que me impulsó con los años a leer, profundizar e investigar sobre estos monumentos que forman parte de nuestras raíces.

Una afición esta por el románico que no se quedó en la contemplación de los monumentos.

Es verdad, a mí me pilló muy pequeño pero Nena trabajó incansablemente en la recuperación de la ermita de la Virgen del Llano, en las cercanías de Laguarres. Ella empezó a trabajar físicamente en la consolidación del templo que presentaba unas condiciones que anunciaban una ruina inminente. Los hijos y nietos le ayudamos en el empeño -yo más como estorbo que como otra cosa por los años que tenía- y ella investigó, estudió la arquitectura de la iglesia, encontró una cripta hasta entonces desconocida y consiguió animar a autoridades e instituciones en la apuesta por la recuperación de un templo que tiene un enorme valor simbólico e histórico para la gente de Laguarres. La verdad es que era una mujer apasionada por la cultura, el arte, la pintura y las raíces de la Ribagorza y, en buena medida, esas pasiones también son ahora las mías.