CICLISMO

Honor a su nombre

La XX edición de la cicloturista fue muy dura y 1.700 corredores que tomaron la salida decidieron darse la vuelta en Somport. Once autobuses recogieron corredores y dos tráileres, unas 1.000 bicicletas.

Ciclistas y público aguantaron de la mejor forma posible la dura climatología de la Quebrantahuesos de este año.
Honor a su nombre
R. G.

La mejor forma de medir la dureza de una prueba es saber el número de abandonos y en qué tramo de la carrera se han producido. Con esta premisa, la Quebrantahuesos hizo el sábado honor a su nombre. En el puerto de Somport, primera subida de la cicloturista, 1.700 corredores decidieron desandar el camino. El rosario de bicicletas entre Somport y Sabiñánigo, dos horas después de que el gran pelotón saliera de la localidad serrablesa, era la mejor prueba de que la XX edición era dura, más de lo previsto.

El presidente de la Peña Ciclista Edelweiss, Roberto Iglesias, volvía ayer a agradecer el trabajo de los voluntarios. "Ninguno de ellos se retiró", sus palabras sonaban orgullosas. Y por si hubiera alguna duda remachaba así: "Muchos estuvieron 5 y 6 horas bajo el agua sin parar de sonreír. Más de un corredor se paró para darles las gracias, para decirles que era maravilloso lo que estaban haciendo. Es que esta prueba es posible gracias a ellos".

Si el Marie Blanc es un coloso en condiciones normales, cuando la climatología no ofrece alianza a los corredores sus rampas son un sufrimiento y las pedaleadas cuestan más. Muchos decidieron que hasta allí habían llegado y optaron por volver. Otros, los más fuertes de la cicloturista, afrontaron las cuestas de hasta el 11 %. El objetivo era llegar a Sabiñánigo y poner una muesca en la 'burra'; algo así como 'Yo terminé la XX Quebrantahuesos'. No era para menos. Roberto Iglesias comentó ayer que hubo que fletar 11 autobuses para recoger a cicloturistas desperdigados por la carretera, dos trailer para coger 1.000 bicicletas y probar el músculo de protección civil para que nadie resultara herido, cuando las inclemencias meteorológicas acechan a un pelotón por encima de las 6.000 personas. Anécdotas hubo para todos los gustos. Desde los 40 corredores que se refugiaron en una iglesia de Sarrance, a muchos franceses que abrieron sus casas para que los corredores se calentaran con mantas y café e incluso a la atención que hubo que prestar a la directora de las pruebas cicloturistas de la UCI quiso ver la salida y un motorista la llevó hasta el avituallamiento del Marie Blanc donde fue atendida por una hipotermia, explicó Roberto Iglesias, quien subrayó que la responsable de la UCI "se quedó maravillada del trabajo de los voluntarios".

La lluvia, el frío y los numerosos abandonos implicaron que descendiera de forma sensible la recogida de avituallamientos durante la prueba por parte de los corredores. La organización guarda numerosa fruta y bocadillos. Todas las viandas serán repartidas por oenegés. Donde sí se agotó prácticamente todo fue en la llegada. De las 12.000 raciones de macarrones se consumieron 11.500 y se acabaron los 18.000 yogures previstos. Hoy, los organizadores siguen trabajando. Divididos por tramos, 32 miembros de Andarines de Aragón y 10 voluntarios de Sabiñánigo recorrerán los 205 kilómetros de la prueba para dejarlo todo limpio.