SD HUESCA

'San Doblas' evita el drama

La sensacional actuación del meta y el gol de Camacho rescatan al Huesca del abismo.

Una de las jugadas del partido
'San Doblas' evita el drama
CARMEN RIPOLLéS

A solo diez kilómetros, la victoria del Salamanca en Castellón, conocida antes de que el Huesca saltara al campo, multiplicaba la responsabilidad. Y claro que el punto no era el botín perseguido, pero visto lo visto sobre el césped del Mini Estadi, el Huesca se puede dar con un canto en los dientes de no salir humillado de Villarreal, donde le dieron un baño mayúsculo, un repaso sin precedentes que olía a tragedia.

Pero el fútbol tiene algunas leyes. El equipo que perdona tantísimo se merece el jarro de agua fría que le infringió Camacho en el tiempo de descuento. Un dolor parecido al que sintió el cuadro oscense la semana pasada con el Betis.

El gol del aragonés tras una sorprendente pifia del meta Juan Carlos y la magistral actuación de Toni Doblas mantienen al equipo conectado al respirador, justo en el momento en que sus constantes vitales se empezaban a tambalear muy seriamente.

En el Mini Estadi no era el día de la solidaridad con el necesitado. Si alguien podía sospechar algún tipo de componenda, los chicos del Villarreal dejaron claro que la guerra les interesaba. Por orgullo, profesionalidad, ambición o, simplemente, por no sentirse mirados por ojos recelosos de terceros afectados.

Es un gusto ver al Villarreal tocar el balón. Los jugadores de Paco Herrera derrochan calidad, precisión y grandes fundamentos tácticos. Luego están los talentos individuales, como el de Jefferson Montero, una tortura para De la Vega cada vez que le encaraba, o Marco Rubén, con trazas de futbolista de Primera División.

El propio Marco se quedó solo ante Doblas tras un servicio genial de Bordas al hueco. Pero el meta sevillano es un artista en esos trances. Lee trayectorias como nadie y saca la mano presto con felinos ademanes.

Doblas no iba a tener una tarde apacible bajo el sol del Azahar. Montero se le presentó franco y con tiempo para elegir el estilo de remate. El morenito abrió el tobillo buscando el palo contrario y Doblas volvió a intuir la resolución. Fundamental para seguir vivos. El extremo amarillo se lesionó en ese lance. Fantástica noticia para el Huesca. De la Vega respiró aliviado. De menuda se libraba.

Con tanto aviso, no fue extraño lo que ocurrió sobrepasada la media hora. El Villarreal encontró un carril por la banda derecha ante la pasividad defensiva de Gilvan. La rosca al área encontró el vuelo majestuoso entre los centrales de Marco Rubén, que de cabeza convirtió su gol número dieciocho. Números de crack. Doblas, que es muy bueno pero no un milagrero, solo pudo suspirar de resignación.

El Huesca también organizaba rápidas transiciones canalizadas por las dos bandas. Solo faltaba la llave maestra del último pase, ese que tanto se está resistiendo este año. Camacho tuvo la mejor ocasión tras una penetración de Robert, reconvertido a lateral zurdo en un mal día para experimentar. Dio la impresión de que tenía el chut muy favorable, a cinco metros de la puerta y con Juan Carlos batido, pero no consumó el remate ante la desesperación de Iriome, que aguardaba unos centímetros más atrás. Fue la opción más clara en toda la primera parte. Lo demás, arreones corajudos más que acciones concluyentes.

Iriome apareció como referencia en vanguardia en lugar de Moisés. No es la primera vez que al tinerfeño se le encomienda una labor en la que se parte el pecho con todos los defensas. La falta de costumbre, sin embargo, le penaliza a la hora de colocarse en situaciones de remate.

Tras el descanso, Calderón no tuvo más remedio que arriesgar. Quitó a Robert y metió a Vegar, lo que implicaba derivar a Rico al lateral derecho y mutar la posición de De la Vega al flanco izquierdo. Mientras el equipo intentaba engrasar el armazón, el Villarreal desperdició una ocasión tras otra de ampliar su renta. La bisoñez de los autores, el larguero y el formidable desempeño de Doblas salvaron al Huesca del desastre.

El baño del cuadro local era escandaloso. Un ciclón de ritmo y una tormenta de juego, con ocasiones cantadas, entrando como y por donde les apetecía, ante un Huesca bloqueado, rendido a la superioridad castellonense. El único resquicio de esperanza era que no apuntillaban -san Doblas tenía gran culpa- y eso permitía seguir soñando.

El problema del conjunto azulgrana era que arriba no asustaba ni a las moscas. Con Moisés en el banquillo y Rubiato en la grada, la apuesta de Calderón para la remontada fue la inclusión de Vicente Pascual como ariete y Víctor Pérez en la medular. Poca chicha para alterar el guión, remedios que fueron silbados por una parte de la parroquia oscense.

Y en el último segundo, Juan Carlos no atrapó un balón, que se quedó a los pies de Camacho para que marcase a placer. Increíble. El goleador miraba a todas partes pensando que no podía ser cierto. Vuelta a la vida desde el limbo. Y ahora, a comerse al Cádiz.