La ofrenda al santo aguantó la lluvia y los truenos

Por unos momentos se temió que el acto acabara precipitadamente, como el año pasado. Casi 2.000 personas participaron en uno de los desfiles más multitudinarios que se recuerdan.

Muchos desfilaron de blanco y verde.
La ofrenda al santo aguantó la lluvia y los truenos
r. g.

Un suave chirimiri dio pasó a una lluvia más intensa, mientras el cielo tronaba. Pero las adversidades meteorológicas no consiguieron esta vez detener la ofrenda de flores y frutos a San Lorenzo, y a las 21.00, dos horas después de arrancar en la avenida Monreal, llegó a la basílica el último oferente. Era el segundo año que el agua hacía acto de presencia, ya que en 2016 el desfile acabó precipitadamente. Sin embargo, en esta ocasión el público y los participantes, algunos pertrechados con paraguas, resistieron bajo la intermitente lluvia.

Unas 2.000 personas vistieron sus mejores galas en el epílogo de las fiestas para llenar el Coso con los colores blanco y verde de los claveles y la albahaca. Fue una de las ofrendas más multitudinarias que se recuerdan. Preciosos trajes que el presentador, Pablo Gracia, de la Asociación Acordanza, iba detallando.

El rosario de indumentaria aragonesa estuvo poblado de vestidos originarios de todo Aragón y sobre todo de la provincia: el de fragatina, con sus preciosas faldas; el de Ansó, con todas las variantes (de periquillo, faena, de cofradía...); el del Serrablo, Jasa o Ribagorza. Mantones de merino y adamascados, moños de picaporte, anguarinas, ricos delantales... Todo ello para demostrar el valor cultural de las prendas rescatadas del pasado. Y junto a quienes vestían de gala, también había muchos asistentes de impoluto blanco y verde.

La ofrenda comenzó con la oración al santo, leída por Carmen Urzola, cofrade de San Lorenzo y enfermera del hospital San Jorge, centro que ha sido protagonista este año del chupinazo por su 50 aniversario. En su lectura no se olvidó de rogar al patrón "para que nos ayude y poder seguir atendiendo a la población".

El desfile lo abrieron la concejala María Rodrigo, vestida de chistavina por Mariangel Buesa, de la tienda A Faldriquera. Siguieron la cofradía de San Lorenzo, las peñas, los grupos folclóricos, distintas entidades y muchos particulares de todas las edades, incluso bebés de pocos meses.

Alejandro Elbaile solo tiene cuatro años pero no era su primera ofrenda. Desfiló con Estirpe de Aragonia, que para la ocasión cuida especialmente su vestimenta. "Intentamos sacar toda la variedad de trajes y que no se repitan", explicaba Noemí Lanaspa, que formaba parte del grupo de 40 personas.

Desde Zamora o Andalucía

Además de trajes aragoneses, se pudieron ver los de otras comunidades, como los que portaban los miembros de la Casa de Andalucía. "El año pasado tuvimos mala suerte, se nos puso a llover y al santo lo vimos de refilón", comentó Teresa Naya, que este año sí consiguió completar el desfile. Y a Zamora representaba la familia de Marta Barrena, originaria de allí, que eligió para su marido y sus hijas trajes de distintas comarcas de la provincia castellano-leonesa. Faldas de lana y gruesos mantones que recordaban a los de los valles del Pirineo, "porque en Zamora también hace mucho frío".

Los grupos folclóricos bailaron a lo largo del recorrido, en algún momento bajo la lluvia, se escucharon jotas, y también alguna sevillana. Con el cielo ya despejado al final de la ofrenda, llegaron a la plaza de San Lorenzo los Danzantes de Huesca para poner el broche de oro a las fiestas de 2017, a falta solo de la despedida al santo y la traca final.

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