Los sarrios también entrenan

La presa de Bachimaña sirve para que las crías cojan soltura en los saltos.

Sarrios en la presa.
Los sarrios también entrenan
refugio de Bachimaña

Parecen estar fijados con imán, como pegados a la pared, en una estampa más que curiosa que se repite en las primeras horas del día y cuando empieza a caer del sol. Son los momentos elegidos a diario por unos 25 sarrios para bajar hasta la presa del ibón de Bachimaña y poner a prueba su destreza trepando por ella. “Se trata de hembras con sus crías”, explica Pepe Barranco, guarda del refugio situado en la zona, y que contempla cada día la visita de los animales. De hecho, se han convertido en todo un reclamo dentro de los ya numerosos atractivos del lugar.

A la hora de buscar una explicación a su presencia, encuentra varios motivos. “Se encaraman a la pared de las paredes y lamen el salitre que se va quedando en las paredes con la filtración del agua, pero al tratarse de los ejemplares más jóvenes, prueban y saltan entre las diferentes gradas”, comenta Barranco, que lo define como “una auténtica escuela”.

La presa cuenta con unos 25 metros de altura, pero sus bloques forman escalones con unos dos metros de separación. Así, los pequeños sarrios se mueven con más o menos soltura entre las diferentes alturas, siguiendo a sus madres, que ejercen aquí como entrenadoras, con el fin de que las crías puedan ganar en destreza.

Hasta mediados del mes de julio es posible contemplar esta peculiar rutina, entre las 6.30 y 8.30, y desde las 21.30 a las 22.30. “Empiezan en junio, cuando suben un poco las temperaturas y hasta que empieza a hacer mucho calor, y siempre en horas tranquilas, ya que la presencia de muchos visitantes les echa para atrás. Los días que hay mucha gente son más recelosos a bajar”, explica el responsable del refugio, que se prepara ya para los picos de afluencia de visitantes en estos dos meses.

De entre las 80 plazas con las que cuenta el refugio, en julio y agosto suele ser complicado encontrar sitio los fines de semana. Para entonces será complicado poder observar la tierna escena que dejan los pequeños sarrios en su peculiar gimnasio.

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