Los monos de colores invaden San Lorenzo

Unos pequeños peluches se han convertido en los más solicitados por niños y mayores durante las fiestas

Monos en Huesca
Monos en Huesca
R. Calvo

Miden apenas 30 centímetros, rojos, verdes, amarillos o marrones, y algunos con ojos que se iluminan. Estos peluches se han convertido en un complemento más recurrente durante las fiestas laurentinas, anudados al cuello de pequeños y no tan pequeños. Los monos han sido el elemento con más éxito entre los vendedores ambulantes y también en los puestos situados en el paseo de Ramón y Cajal, en los denominados 'chiringuitos'. Así lo explicaba Elvis Arias en la primera caseta de la calle, dedicada a juguetes y peluches. “No sé el número exacto, pero que es lo que más hemos vendido, seguro”, explicaba desde detrás del mostrador. En su caso, llega desde Madrid para participar por primera vez en las fiestas ocenses.


Los monos han conquistado a los más pequeños, como a Izaskun Nacenta, que lucía el suyo, marrón, a modo de pañoleta. “Lo elegí de este color porque parece de verdad”, decía la niña, que enseñaba como el muñeco iluminaba sus ojos en color rojo. Unos metros más adelante, Diego portaba el suyo de color verde, por aquello de que es el color por excelencia de la fiesta, aunque este sin ojos luminosos, “los que tenían luz nos daban un poco de miedo”, aclaraba su madre. Aunque en horario nocturno, los más mayores también lucían los animales de peluche en la zona de bares o en el recinto ferial.


Estos peluches han sido grandes protagonistas dentro de los puestos dedicados a juguetes para los más pequeños, pero las 85 casetas que integraban el mercado suponían nuevamente una heterogénea mezcla de productos artesanales. Desde joyas elaboradas a mano a objetos de decoración artesana de origen africana, comida de diferentes países o chuchería de enorme tamaño.


También las chapas personalizadas, que ya hicieron furor en los últimos años, volvieron en esta ocasión a congregar a grupos de curiosos en busca de su nombre, el de su pueblo, de su pareja o de su equipo de fútbol. Y es que no faltaba una localidad de la provincia que no estuviera reflejada en los enormes paneles que además de en la zona de los chiringuitos, se repartían por toda la ciudad.


En los situados en el paseo Ramón y Cajal, el calor era el aspecto que más destacaban los vendedores que había marcado la edición de este año de las fiestas. Y es que en esta ocasión no se había colocado el enorme toldo verde y blanco que resguardaba tanto a vendedores como a clientes del sol. “Hemos pasado mucho calor, sobre todo por las mañanas y a primera de la tarde”, comentaba Elvis Arias.


“Parece que no se nota, pero hay mucha diferencia entre que esté o no”, le secundaba Sofía Altesor desde su puesto de joyería artesanal elaborada en vidrio y plata. En su caso, habla desde la experiencia, ya que es su sexto año acudiendo a Huesca desde Blanes, en Gerona. “Después de este tiempo ya tengo una clientela más o menos fija en la ciudad, pero pese a ello sí que hemos notado que nos han influido las temperaturas”, añadía.


De hecho, admitía que había tenido que cerrar su puesto en las horas centrales del día por no poder soportar la temperatura. “A partir de las 12.30 era imposible estar aquí”. También incidía en la necesidad de mayor limpieza. “Al final todo el ambiente se resiente. Si ves una foto de un lugar bonito, con los toldos de colores y limpio, te van a dar ganas de acudir a vender, si no tiene encanto, buscarás otra feria”, concluía.

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